Saudade de Domingo #107: Adiós 2018

Se acaba el 2018. Me parece que fue hace tan poco que estaba otro vez en Buenos Aires cocinado en el verano porteño despidiendo el 2017. Tantas cosas han pasado en estos doce meses. Fue un año “intenso” en todo sentido. Siento que ha sido uno de los años con mayor cargo de trabajo que he tenido y también empezó a manifestarse este año, la llamada “crisis de los 30”.

Hechos relevantes que marcaron el 2018:

Viaje a Europa (Marzo/abril): Uno de los momentos más lindos del año, porque pude viajar gracias a una investigación que estoy desarrollando en conjunto con varios docentes españoles. Me enamoré de Madrid y pude conocer Barcelona, Roma y París. Fue la oportunidad también de reencontrarme con amigos franceses muy queridos a quienes no veía desde hacía 9 años. En este viaje, durante mi estadía en Roma, me caí de cara contra los dos mil años de historia de los adoquines y me quedaron marcas durante algunos días.

Vida universitaria: Este año junto con a mi co-investigadora y estudiantes de tesis, emprendimos una investigación de consumos culturales en los establecimientos ubicados en la calle Numa Pompilio Llona del barrio Las Peñas en Guayaquil. Fue un proyecto muy complejo

IMG_9234.JPG
Con los estudiantes investigadores

También fue muy debut este año como revisor de tesis de maestría (en Periodismo y en Comunicación Digital) lo cual agradezco porque demuestra la confianza que tienen en mis capacidades, los directores de ambas maestrías.

Proyectos artísticos: Participé de dos obras de teatro, bajo la dirección de Marina Salvarezza. Fueron personajes interesantes y que me hicieron pensar mucho sobre el oficio del actor. Definitivamente quiero hacer más teatro en el 2019. También empecé a escribir una obra de teatro a la que le tengo mucho cariño y que espero concluir en el 2019.

7647969e-23ea-48f4-8a71-878968e225fc

En cuanto a cine, este año me animé, luego de muchos años de no hacerlo, a participar en la convocatoria nacional de proyectos cinematográficos que organiza el Instituto Audiovisual. Participé en la categoría de guion con un proyecto que vengo trabajando hace algún tiempo. De muchos proyectos quedé preseleccionado entre diez, lo que me hace muy feliz, ya que si bien no gané, pude tener el feedback  del jurado evaluador, cuyos comentarios han podido enriquecer más el guion.

Más viajes: Además del ya mencionado viaje a Europa, pude estar en Nueva York, Miami y Buenos Aires. Además viajé dos veces a Quito y unas cuantas a la playa. Con la llegada de los treinta, me he dado cuenta que me encanta y necesito el mar, cosa que no me pasaba en los veinte.

 

Idiomas: Este año caí enamorado de la IMG_4581lengua japonesa y comencé a rodearme de elementos de la cultura. Ha sido todo un descubrimiento, pues Japón es un país del que me sentía muy alejado y ahora he aprendido a quererlo, al igual que a su idioma.

Salud física y mental: Aunque gocé de buena salud la mayor parte del año, desde el mes de septiembre mi cuerpo empezó a pasarme factura por el exceso de trabajo. Fui a varios especialistas para tratarme la garganta pero ninguno pudo dar con un diagnóstico, ya que no tenía nada específico. Mi conclusión: estrés. Empecé a somatizar, subí de peso, lo que me llevó a interiorizar en mí, a preguntarme por mis metas, por lo que realmente necesito y quiero. He empezado a mejorar y me siento nuevamente con vitalidad. De toda esa reflexión está surgiendo también un trabajo maravilloso que espero poder compartir en el 2019. 

Haciendo un recuento rápido del 2018, creo que este año me enseñó (o intentó enseñarme) a ser paciente. A pensar que las cosas pasarán cuando las necesito y en el tiempo-espacio adecuados. En definitiva, el 2018 buscó que reconcilie mi parte espiritual y artística. Esto lo debo a mi propio interés que suscitó la aparición en mi camino de dos libros importantes: Big Magic, de Elizabeth Gilbert y El camino del artista, de Julia Cameron. Cada libro desde su visión, me mostró que el creer es crear y que crear es un regalo que tenemos que aprovechar, sea de la forma que sea. Ambos libros me han ayudado a recuperar confianza en mí. Este año como dice Cameron, me he sentido como un artista en recuperación, un artista que está ganando seguridad y que a paso lento y seguro, empieza a concluir muchos proyectos. 

En otras palabras, el 2018 ha sido para mí un año de sanación, que agradezco y tengo la certeza de que el 2019 será un año de frutos para mí y para todos los involucrados. Este blog de alguna manera ha sido testigo también de esos momentos claves del año, de mi vida universitaria, de mi vida personal, de mis viajes, de mis lecturas y seguro irá creciendo, potenciándose en el 2019.

Deseo un hermoso y próspero 2019 para todos aquellos que se toman el trabajo de venir hasta acá a leerme. A muchos probablemente no los conozco pero a través de este espacio conocen un poco sobre mí y agradezco la confianza por leerme.

Abrazo grande a todos. 

Saudade de Domingo #106: La antibiblioteca

Hace unas horas leí un artículo publicado en la página Fast Company que habla sobre la acumulación indiscriminada de libros en la biblioteca de cada uno. Lejos de hacer una crítica ante la posible cantidad sideral de libros no leídos, el artículo apunta a que vivir rodeado de libros es algo positivo. Nos recuerda nuestra ignorancia, dice una parte del texto y se pone como ejemplo la biblioteca del semiólogo italiano Umberto Eco que tenía más de 30 mil libros. Evidentemente no leyó todos esos libros pero estar entre ellos, respirarlos, caminar en los vericuetos de diferentes clases de textos, recordaba la insignificancia o lo minúsculo de nuestro acervo cultural. Es sano comprender que por más buenos y ávidos lectores que podamos ser, siempre habrá mucho por leer y que acá se cumple el socrático “Sólo sé que nada sé”. 

No se trata de un proyecto narcisista para exhibir un sinnúmero de volúmenes sino de estar consciente de lo mucho que desconocemos. La antilibrary o antibiblioteca, como sugiere el texto citando a Nassim Nicholas Taleb, serían todos aquellos libros no leídos, lo que permite que el lector siempre esté en una constante curiosidad y hambriento de conocimientos. “Más valen los libros no leídos que los leídos”, señala Taleb. 

Pensando en la antibiblioteca, en estos días de víspera navideña, me he sumergido en mi propia biblioteca, llena de libros que no leí aun. Así, he saltado de Jodorowsky a Negroni, de Marília Garcia a Kohan, de García Márquez a Cortázar, de Schweblin a Ocampo, de Puig a Cameron. Todo muy respirado, orgánico, sin presiones.

A primera vista son todas lecturas muy desordenadas pero que ahora que escribo y reflexiono, hay un finísimo hilo conductor desconocido que las sostiene. Me doy cuenta también de ese hilo ahora que escribo un nuevo proyecto y veo cómo esas lecturas me acompañan en ese texto laberinto que estoy trabajando. Es como si los ecos de esos personajes, de estos autores se sentaran a la mesa conmigo. Por ello quizás he sentido esta escritura muy acompañada, atenta, en alerta pero jamás en soledad.

Los libros son para mí, como frase cliché, esos amigos que están ahí, encerrados, apretados entre sí, esperando su turno de abrirse. Cuando leo me da la sensación de que esa energía recluida en el texto se dispara y vive alegremente en mi habitación por varios días. Es así que pese a estar sólo físicamente, hay en realidad en mi cuarto una decena de personajes, de paisajes, de tiempos que se chocan entre sí y van haciendo nuevas conexiones. Algunos quizás se repelen pero en general se amalgaman, sobre todo cuando me toca el momento de escritura y todo ese cúmulo de energías toman su lugar respectivo en la fiesta. Y ayudan como mejor pueden en ese proceso.

Es grato saber que la antibiblioteca es saludable y que entre más crezca, más posibilidad de conocer otros mundos existe. Y que la escritura se beneficia también de esos nuevos referentes.

Saudade de Domingo #104: Gracias, chicos

Esta semana tuvo lugar uno de los momentos más esperados del año universitario: la defensa de tesis de mis estudiantes de grado. Fueron casi siete meses de trabajo arduo, de revisión teórica profunda, ocho semanas de campo, de reuniones semanales. Lo más difícil sin duda fue tener a cargo, cual papá, a nueve estudiantes tan disímiles entre sí.

IMG_0397
Ya más relajados, luego de la defensa.

El viernes 30, día de la sustentación, me desperté a las 5 am (cosa rara en mí). Sólo me pasa eso cuando hay algo apremiante, cuando el corazón rebosa de ansiedad por alguna razón. Esta presentación era importante para mí, era como si fuera yo el que defendiera su tesis. A esa hora de la mañana, con un sol perezoso, recordé mis defensas tesis personales: la de licenciado y la de master. Era la misma ansiedad, aquel temor mezclado con pasión, con ganas de compartir con el jurado mi proyecto. Era también la misma ansiedad que me da cuando estreno una obra, cuando todas las cartas están echadas y hay que seguir adelante. 

IMG_9234
Una noche en Artur’s Café de Las Peñas, reunidos con los chicos por la visita de la asesora de la investigación, Ana Wortman. Además, Marina, gran actriz y una de las fundadoras de la Universidad Casa Grande.

También recordé que me reuní con varios de ellos, al inicio del año, para comentarles que quería investigar sobre los consumos culturales de la gente que acude a los sitios de entretenimiento en el barrio Las Peñas. Algunos de ellos se engancharon inmediatamente, otros creo que no entendían bien de qué se trataba eso de consumos culturales, pero apostaron por mí y por el proyecto. Mi sorpresa fue que el proyecto tuvo mucha acogida en la universidad (más de 80 estudiantes lo habían colocado como primera opción) y del departamento de investigación me pidieron que acogiera a 9 estudiantes (en principio había puesto 6 como máximo). 

Tenía muchas dudas de cómo manejaría a tantos estudiantes. Como profesor y guía de tesis de años anteriores sé bien que en estos procesos no solo se aborda la parte académica sino también la personal. Cada estudiante es un mundo y el desafío es siempre traerlo, enamorarlo del proyecto, explicarle que a través de este proyecto está forjando en cierta medida su futuro. La clave sin duda es la confianza. Yo debo confiar en ellos y ellos deben confiar en mí. Sin eso no hay proyecto que aguante, no hay dedicación, no hay perseverancia, no hay amor.

IMG_0409
Gracias querida, por compartir esta aventura académica

Este proceso no habría sido posible sin mi codirectora, Belén, quien muchas veces tomó el rol de mamá con los chicos. Conciliadora, paciente, estricta a momentos pero más dulce que yo, sin duda alguna. Como en otros proyectos, hemos formado una pareja académica que funciona. Negociamos, conversamos sobre los chicos. Muchas veces creímos que íbamos a fracasar, pero como ya nos ha pasado en otros procesos de la vida, hay que confiar y dar un paso cada vez. Con Belén tenemos el mismo grado de compromiso con el trabajo, cosa que no es habitual en compañeros de trabajo.

El viernes por la tarde, como papá, estuve sentado en el público viendo la defensa de cada uno de los chicos. Había que luchar contra el reloj para que no se extendieran más de la cuenta. Quería estar ahí adelante con ellos para resolver algún trastabilleo producto de los nervios, pero ahí entendí que el amor de profesor, al igual que cualquier otro tipo de amor, es soltar y confiar. Yo debía confiar en ellos, en sus horas de ensayo, en el proceso personal de cada uno. Estuve una hora y treinta y cinco minutos en ascuas, con la respiración retenida, la garganta apretada. Luego vino la ronda de preguntas del jurado. Me emocioné mucho al ver cómo defendieron su proyecto, cómo se apropiaron de la teoría, cómo describieron sus noches de campo en medio de la farra de los guayacos en Las Peñas. Me sentí orgulloso de ellos y también agradecido por haber elegido mi proyecto de investigación para titularse, por confiar, por dejarse “afectar” por el camino. Lo más lindo, además de la defensa, fue verlos seguros, armados como equipo, hermanados. Eran una fortaleza de seres humanos valiosos que atravesaron el umbral del aprendizaje. El jurado, sensible ante el compromiso, dio un feedback positivo, entusiasta. Belén y yo ya podíamos respirar más tranquilos.

IMG_0390
El abrazo fraterno de los chicos, luego de la defensa.

Después vinieron las notas finales, los abrazos, las felicitaciones. Una sala llena de familiares y amigos orgullosos. En medio de las fotos y las charlas recordando anécdotas, pensé en que lo que estaba sucediendo era un poco mi “culpa”. En un arranque de locura decidí que sería chévere investigar los consumos en el barrio Las Peñas y mi asesora Ana Wortman, durante una charla de café en Buenos Aires, me dijo que sería estupendo estudiar ese barrio y me llenó de un montón de referentes en menos de diez minutos. Pensándolo no es que sea mi “culpa” como tal, creo que componentes del tiempo y del espacio se conjugaron para que todos pudiéramos aprender juntos. 

No es un lugar común decir que los estudiantes enseñan a veces más de lo que uno como profesor puede hacerlo. Este grupo me ha aportado mucho, me he visto reflejado en algunos de ellos, he aprendido de sus reflexiones, de sus angustias. Lo más grato de todo esto, es haber superado las dificultades, haber llegado a la hora cero y sentir que he ganado unos nuevos amigos. Siempre guardaremos este proceso en el corazón, como cuando me encuentro con compañeros actores y recordamos los largos ensayos y las presentaciones. Es como si quedara un código cifrado que solo los involucrados podemos identificar y leer. 

Gracias, chicos, por enseñarme tanto.

Punto Ciego, de Mercedes Alfonsín

Hace dos semanas, me puse a leer el libro Punto ciego (Buenos Aires, 2016), de la directora de arte argentina Mercedes Alfonsín, en el que reseña de manera muy personal, sus procesos de creación en cada una de las películas que ha trabajado y la comunicación que mantiene con los cineastas.

IMG_0306

Es un libro lleno de anécdotas. Su relación profesional y personal con Fabián Bielinsky, director de Aura, en el que Alfonsín fue mucho más que directora de arte. También todos los periplos que pasa en Estados Unidos mientras estudiaba su master en Dirección de Arte para Cine y Ópera y obviamente, no podían faltar varias páginas dedicadas a Juan José Campanella, con quien ha trabajado en la serie Vientos de Agua y en las películas El hijo de la novia, Luna de Avellaneda y Carancho.

IMG_0302Me encanta la facilidad de palabra que tiene Alfonsín y la manera en la que hila su relato entre referentes artísticos, con una mística personal y al mismo tiempo con un pragmatismo producto de los años de trabajo. Me dio pena no haberla conocido más cuando fue mi profesora durante la maestría en Audiovisual en Buenos Aires, pero bueno, ella tenía rodajes, estaba ocupada. Lo máximo que hice para buscar un acercamiento fue escribirle un tímido mail meses después del término de la clase, recordándole quién era y si había alguna posibilidad de trabajar con ella. Ella muy amablemente me respondió que se acordaba de mí pero que suele trabajar con un equipo concreto y que por el momento estaban completos. Aunque me supo mal esa respuesta en aquel momento, leyendo el libro entendí la mística de su trabajo y comprendí lo sagrada que es la comunión que se suscita entre varias personas que colaboran juntas en diversos proyectos.

IMG_0305

Leyendo Punto Ciego, vuelve a mí el deseo súbito de haberla conocido más, de haber compartido un espacio de trabajo y no sólo evocar el recuerdo de la dinámica profesora-alumno. Quizás en el futuro los caminos nos encuentren en alguna película y pueda comentarle cómo su libro fue catártico para mí en un sábado extraño en el que tenía literalmente la garganta cerrada por el estrés y por muchos proyectos que no salieron este año.

Sin duda, un libro necesario para cualquier persona involucrada en audiovisual y también para cualquier curioso del arte en general.

Saudade de Domingo #103: El abismo como proyecto

De muchas maneras, cada proyecto es un salto al vacío, una caída libre sin saber el impacto. La creación es caos, es accidental y también, causal. Me divierte mucho ver programas donde los creadores comentan cómo fueron desarrollando sus guiones, sus películas, sus obras de teatro, sus libros y ver que todos esos procesos surgieron de una serie de «coincidencias». Es lo que Elizabeth Gilbert llamaría «Big Magic». David Lynch diría que en cada uno de esos trabajos, el/la artista atrapó a un pez dorado dentro del océano. Sea de la manera que se llame, embarcarse en un proyecto requiere de la valentía para afrontar la incertidumbre, el vacío y sobre todo confianza de que «algo» sucederá (aunque no sea lo que hubiéramos esperado).

Como ya comenté por acá, en estas últimas semanas he estado con algunos quebrantos de salud. He buscado internalizar en ellos más allá de lo que lo un diagnóstico médico pueda hacer, he vuelto a algunas prácticas de yoga, lecturas sobre espiritualidad. He estado analizando mi cuerpo desde lo fisiológico y también desde lo inmaterial. He aprendido nuevas cosas sobre mí y en largas horas de reflexión he pensado en diferentes maneras de plasmar todo ese aprendizaje. No de la forma didáctica como imparto mis clases, sino desde algo más acorde a mi proceso interno, algo más visceral de las entrañas, pero al mismo tiempo más elevado, desde la sutileza del espíritu. Creo que el arte logra unir esos dos mundos y justifica la experiencia humana que atravesamos. 

Entre esas reflexiones dos libros que leí en estos días jugaron un papel clave. El guion/novela de la película Persona de Ingmar Bergman y el poemario/ensayo/biografía Satie, escrito por María Negroni. Estos dos textos, cada uno desde su propuesta, me hizo volver a las palabras, a «traducir» las reflexiones de todas estas semanas, aunque sea para capturar los vaivenes de este lapso de vida. 

Así, he decidido empezar a escribir un poemario bastante libre (que no sé si será poesía tal cual) que registre algunas de las cosas de este aprendizaje acelerado durante estas semanas. Ya comencé a leer algunos textos que necesito/siento para este propósito y en el medio he comenzado a bocetear algunas frases, incluyendo el título. 

De modo que me lanzo al abismo con un nuevo trabajo, iluminado, guiado por una pulsión que me propone un tiempo de suspensión y desvarío. Es un complemento de sanación que quiero vivir para luego compartirlo y que el lector/a haga con ese texto lo que sea.

Creo que es la manera más generosa de poder dialogar y crecer. 

Saudade de Domingo #102: La memoria es frágil

Esto quizás pueda parecer una obviedad pero vale la pena recordarlo. Con el paso del tiempo, se van desdibujando frases, imágenes, recuerdos de los que muchas veces solo queda una sensación, una emoción. Por ello soy tan fanático de las fotos, de los vídeos, en un intento desesperado de capturar momentos para traerlos al presente cuando ya físicamente mi memoria no pueda recordarlos concretamente. Quizás por ello, decidí estudiar cine: para coleccionar instantes.

Desde hace algunos años he podido palpar la fragilidad de la memoria con películas y libros. Algunas pelis hacen parte de mi cabecera, de modo que las tengo relativamente presentes, pero otras, sobre todo las que vi en mis primeros años en la universidad, las he ido olvidando a tal punto que cuando vuelvo a verlas, me emociono como si fuera la primera vez que las veo.

Lo mismo me sucede con los libros. Soy un lector acérrimo, así que los libros son mis fieles compañeros en diversos momentos del día. Unos los leo por mero placer y otros por ser parte de mi trabajo como profesor de audiovisual y de comunicación social. Cuando me toca preparar clases o algún taller, a veces me quedo con la sensación de que determinado pasaje de un libro me serviría para ilustrar algo. Y también me pasa a veces que no logro precisar en qué libro está o si sé cuál es el libro, me resulta una gran hazaña buscar entre más de doscientas páginas dónde estará aquello que busco.

Navegando por YouTube (bendito sea) hace algún tiempo me encontré con diversas cuentas de Sketchnoting (apuntes visuales). Con cierta curiosidad y también con escepticismo ví varios vídeos en los que mostraban cómo tomar notas, resaltando con tipografías, subrayado, con grosor de letras aquellas palabras claves dentro de un apunte, hacía mucho más fácil de aprender y recordar algo. Además de este juego tipográfico es importante el uso de iconos, símbolos que el mismo «apuntador» dibuja para ayudarse. Lo interesante de esto es que no se necesita ser dibujante ni ilustrador para hacer apuntes visuales aunque si lo eres, mucho mejor.

Captura de pantalla 2018-11-18 a la(s) 16.52.53.png

Ayer, navegando por otras razones, me encontré en la lista de recomendados un vídeo de Matt Ragland, uno de esos youtubers de Sketchoting que había decidido seguir. Aunque en realidad su trabajo se centra en el Bullet Journal (BuJo), una de sus principales herramientas de trabajo es el sketchnoting, especialmente para libros que ha leído y de los que le interesa tener información rápida a la mano.

Esta mañana YouTube me mostró como vídeo recomendado un «taller» de sketchnoting de Mike Rohde, quien publicó hace unos años un libro y un workbook sobre este tema. Aunque duraba más de media hora, me encantó su manera de abordar la técnica con un estilo claro y haciendo un llamado a la acción para comenzar a trabajar en el sketchnoting. Este video fue decisivo para pensar en los libros que me han marcado y cuyas frases me gustaría tener a la mano. Y el sketchnoting puede ser una herramienta para tenerlas.

De modo que hoy he pasado revisando algunos de esos libros queridos. En muchos de ellos, tengo varios pasajes subrayados que me van a permitir hacer los apuntes con más facilidad. Ha sido un proceso nostálgico rememorar el sabor de esas lecturas. En algunos he podido recordar el estado anímico en el que me encontraba. Ha sido un bonito pretexto para volver a esos libros, tocarlos, olerlos, escuchar el susurro del pasar de las páginas. El sketchnoting me está reencontrando con eses fieles compañeros siempre pacientes en la mesa, en la cama, en la biblioteca a la espera de un nueva sesión.

Saudade de Domingo #101: Que las teclas dicten lo que el corazón quiera decir

No pensaba escribir hoy. En las últimas semanas he pasado por algunos problemas físicos y la verdad mi energía se ha concentrado en sanar mi cuerpo, en mirar no sólo los síntomas “médicos” sino también los emocionales. En estas semanas he hecho una radiografía de mis deseos, de mis fortalezas, de mis debilidades. He sido mi propia investigación. Me he mirado como un objeto de estudio. Y por supuesto no siempre es agradable “leer” los resultados que arroja esa investigación y peor aun, llegar a las conclusiones que siempre llevan a una o varias acciones a concretar.

Crecer es aprender a soltar y sobre todo, a confiar. Entender que las cosas suceden por algo y que no hay que arrepentirse de nada. A veces me dan ganas de tener el poder de borrar recuerdos como en la película Eterno resplandor de una mente sin recuerdos pero a los pocos segundos me retracto. Es necesaria la experiencia, atravesar los fracasos y los aciertos. Sacar en limpio lo que funcionó y lo que no. 

Aun no estoy 100% saludable, pero voy camino a eso. Ha sido un tiempo de altos y bajos emocionales, de cuestionarme cosas en mi vida actual, de elaborar un posible plan de acción para llegar a esa comodidad que cada uno busca. En medio de todo este proceso he retomado lecturas de textos que me fueron reveladores en otras épocas. Por sincronicidad también me he encontrado con personas cercanas y lejanas que también están en su proceso, en una búsqueda de “algo”. La búsqueda para mí, siempre es positiva, aunque en una primera lectura parezca dolorosa. En lugar de esquivar el dolor, hay que atravesarlo, así sea para darnos cuenta que ese monstruo que parece gigante en realidad es un espejismo, que aunque parece atacarnos con todas sus fuerzas, en realidad no tiene ninguna densidad, no significa nada y que somos nosotros quienes le damos “creencia”, “poder” a eso que nos aqueja. Esto cuesta entender, lo sé, aun lo estoy procesando.

Como decía antes, no pensaba escribir hoy, pero en toda esta investigación que he hecho sobre mí, hice un repaso rápido de las cosas que me gustan y me dan felicidad. Y este blog salió entre esos breves instantes en los que soy feliz. No tengo certeza de cuántas personas me leen pero me gusta saber que esto llega a alguien, que puede conocerme un poco y que a través de la lectura, es como si nos sentáramos a charlar en algún café mientras vemos la tarde pasar. Pensando en esto, hoy me di cuenta que no podía faltar un domingo a mi cita, que tenía venir acá así fuera sin plan. Como cuando te encuentras con amigos con la sola idea de estar, de compartir. Así, he dejado que las letras aparezcan y que digan lo que quieran. En realidad le he dado licencia al corazón para que hable y exprese lo que siente. Esta escritura de hoy es también para mí, parte de esa investigación sobre mi propio ser.

Saudade de Domingo #100: Cien saudades

El proyecto más difícil y ambicioso para llevar a cabo es la propia vida. Es un proyecto de reescritura constante, de tomar nuevos rumbos, de alterar puntos de giro planificados, de permitir que personajes se vayan y vengan otros. El guion de la vida es complejo, incierto pero entre más se viva, más se reescriba, mejor serán las secuencias por venir. Esta columna dominical ha servido un poco para ver mi propia vida desde la escritura. He abordado temas que me interesan como la docencia, los idiomas, los viajes, teatro, reflexiones sobre mi familia, mi ciudad. Cada post ha sido escrito con lo mejor que he podido dar y me agrada saber que hay lectores que se toman un momento de sus vida para leerme. Aunque no los conozca, compartimos este espacio y me encanta saber que existe un diálogo a través de estas letras. A quienes me leen esporádicamente, regularmente o cada domingo, gracias por estar y a aquellos que dejan algún comentario, gracias también. Es reconfortante saber que somos varios los que estamos en este mismo barco virtual y que nos nutrimos de experiencias propias y ajenas.

Esta columna ha significado para mí en muchos momentos, como una válvula de escape para expresar lo que siento, lo que pienso sobre algo. También me ha servido para hacer un alto y reflexionar sobre alguna situación. En la escritura se afianzan mejor las cosas y poner en palabras lo que me molesta o lo que me gusta, me ayuda a clarificarme. Como de hecho me pasa ahora reflexionando sobre esta columna. No siempre he querido escribirla cada domingo (de hecho hay varios domingos que no lo hice) pero trato de disciplinarme, de decirme que este es mi espacio personal, mi manera de hablar no con el rótulo de guionista, actor, docente o investigador sino como el de un bloggero que hace todo lo anterior y que comparte sus procesos.

A lo largo de estos cien posts ha quedado plasmada gran parte de mi vida luego de mi regreso a Ecuador. Haber vivido más de tres años en Argentina marcó un antes y un después en mí tanto en lo profesional como en lo laboral. La vuelta a Guayaquil, reencontrarme con mi familia y amigos fue un proceso difícil al inicio porque implicó adaptarme a un entorno que si bien ya conocía, yo lo sentía ajeno. En esta columna ha quedado retratado mi proceso de regreso a Guayaquil, así que procuro no leer posts antiguos para no tener la tentación de editarlos. Cada uno refleja mi estado de ánimo de ese momento y no quisiera traicionarme. En algunos posts fue muy azucarado, en algunos he sido ácido, amargo, soñador. Todas facetas de mi propia saudade.

Por acá les dejo mi primer post de Saudade de Domingo por si les apetece leerlo. Me dio un poco de saudade leerlo de vuelta.

Saudade de Domingo #99: Los vericuetos de la lengua japonesa

Desde hace varios meses me he metido en un nuevo viaje, pero no el de subirse a un avión y llegar a otro lugar, sino en el viaje largo que supone estudiar un idioma. Como ya conté por acá, desde hace algunos meses estoy estudiando japonés. Siendo honesto no le he dedicado todo el tiempo que me gustaría por los múltiples oficios en el trabajo y los viajes que he hecho en estos meses. Me resultó frustrante cuando retomé mis estudios hace como un mes y darme cuenta que me costaba recordar algunas sílabas del Hiragana, uno de los sistemas de escritura del japonés. Pensé en dejar el idioma hasta ahí, probar con uno occidental quizás, pero recordé mi el motor que me hizo mirar hacia Japón y su lengua: conocer sobre un lugar distante, una lengua asiática.

Hice un trabajo de varios días en mi interior, recordando qué era lo que me había funcionado en el aprendizaje de mis otros idiomas. Un gran factor sin duda había sido la cultura de donde se hablaba esa lengua (música, literatura, cine, etc.), también otro factor importante era tener amigos nativos (esto disparó mi francés a mil, ya que para estar a su nivel me esforcé mucho y los «agobiaba» preguntando cómo se decía cualquier cosa en francés). Por último otro aspecto importante era la disciplina. En el colegio italiano donde estaba, tenía clases de idioma dos veces por semana y normalmente siempre tenía tareas por lo que en realidad estaba familiarizado con el idiomas al menos unos tres días. Con el portugués fue igual, tenía un libro pequeño de gramática y frases que me había propuesto terminar lo más pronto que podía. Estudiaba una lección por día (a veces dependiendo de la complejidad estudiaba una lección en dos días) y al cabo de unos meses había terminado el libro y mi conocimiento de portugués ya era intermedio-avanzado.

Pensando en esto, miré mis herramientas de aprendizaje de japonés y encontré el posible error: Tenía mucho material y era difícil establecer una disciplina: Varias aplicaciones en el celular, un libro de gramática, un libro de frases, un libro de poesía bilingüe (japonés e inglés), tres pdfs de japonés básico, un diccionario y seguía varias cuentas de youtube de aprendizaje de japonés. En resumen tenía mucho pero nada al mismo tiempo. Pasaba de un material a otro sin mucha conciencia. Aprendí cosas, obvio, pero hasta ese momento el aprendizaje fue muy lento. También es cierto que nunca me propuse aprender japonés rápido sino a mi ritmo, que en estos meses fue muy lento por mis trabajos profesionales.

img_9449.jpgDe modo que decidí sacar del juego algunas de esas herramientas para retomarlas más adelante. Así como en portugués, quería un libro de gramática con frases y algo de cultura para poder avanzar y tener un orden, una disciplina. Buscando en Youtube, llegué a la cuenta de una youtuber que contaba su experiencia aprendiendo japonés y recomendaba Genki 1 para empezar a nivel básico. Lo busqué en Amazon, leí reviews y decidí comprarlo. Ahora lo tengo y la verdad me resulta muy llevadero, fácil de comprender. Complemento las lecciones con los video tutoriales de Yuta Aoki, que me llegan al correo. Para quien esté interesado/a en aprender japonés recomiendo los videos de Yuta, son muy claros y sobre todo breves (algo importante para no agobiarse con la gramática nipona).

En el análisis que hice hace algunas semanas sobre por qué quiero aprender japonés, puedo sacar en limpio algunas cosas:

Encuentro desafiante aprender una lengua asiática. Siempre vi a Asia como un continente enigmático, distante y con lenguas completamente diferentes a la mía. Me parece un desafío obligarme a escribir otros signos, aprender a dibujarlos y a familiarizarme con ellos.

Me permite someter a mi cabeza en nuevas estructuras gramaticales. Me gusta ver las posibilidades que tiene la gramática en las lenguas que estudio. De alguna forma, la

lamp band
Portada del álbum Yume, de la banda Lamp (amo este disco).

 estructura de un idioma moldea el pensamiento de quienes lo hablan y me gusta forzarme a conocer reglas gramaticales diferentes, con excepciones y así tratar de incorporar esa gramática en lo que aprendo del idioma.

Aprender palabras nuevas y una nueva fonética. Me gusta jugar con las palabras, repetirlas, asociarlas con imágenes. Es un poco volver a ser niño y estar constantemente escribiendo palabras, intentando imitar el acento correcto de ellas. Cuando tengo algún tiempo muerto, por más breve que sea, termino sacando mi libreta y «dibujo» palabras.

Acceder a una cultura nueva. El idioma me resulta un pretexto para poder rodearme de la cultura. Es así como ahora estoy viendo algunas series japonesas, anime, películas (me encanta el cine de Hirokazu Koraeeda), música (soy fan de la banda Lamp) y programas de tv (estoy viendo The Japanese Style Generator en Netflix).

Me gusta el proceso de estudiar, de aprender. Por último, a modo de conclusión, puedo decir que me gusta el proceso. El aprendizaje tiene su mística, su ritual y me encanta darme cuenta que de a poco, una lengua tan distante como el japonés empieza a sonarme familiar.

Si alguien quiere seguir mis «avances» en el aprendizaje de japonés, tengo una cuenta en Instagram @saudadeinjapanese que funciona como una especie de bitácora de lo que voy consumiendo en productos culturales y de lo que voy estudiando.

Saudade de Domingo #98: Regresar al alma mater

El 16 de abril de 2004, marcó sin saberlo, un antes y después en mi «formación» de personalidad. Fue mi primer día de clases en la universidad y aunque estaba consciente a mis 18 años de la nueva vida que empezaría, no sabía en ese momento lo importante que sería para mí iniciar mis estudios de Comunicación Audiovisual en Casa Grande.

Como ya conté por acá, la escuela y el colegio no fueron etapas muy agradables. Siempre me sentí muy ajeno, diferente a mis compañeros. Al entrar a la universidad conocí a mucha gente con mis propios intereses y obviamente gente muy diversa pero con la que podía establecer comunicación a otros niveles. Aprendí en la universidad el respeto a la diferencia, aceptar a los otros y lo más importante, aceptarse a uno mismo con ese puñado de virtudes y defectos que cada uno carga a cuestas.

IMG_9324

Ayer sábado se celebró en la universidad una jornada de integración de ex alumnos, llamada Puerto Toronja, a modo de continuación de Puerto Limón y Puerto Naranja. Son actividades lúdico-pegagógicas que todos los estudiantes de la Universidad Casa Grande realizan en diferentes momentos de su carrera. Son actividades que buscan durante un día o dos colocar a los estudiantes en escenarios profesionales que simulan la vida real a través pedidos de clientes reales o ficticios. Aunque son actividades «serias», llevan el distintivo lúdico que caracteriza a Casa Grande. Cada Puerto viene acompañado de una temática, que es un pretexto para transformar físicamente la universidad y una excusa para disfrazarnos todos (y cuando digo todos, va desde la cúpula directiva hasta los estudiantes, pasando por el personal administrativo y docente). Así, a lo largo de ya 25 años, la universidad ha tenido puertos con temáticas como Star Wars, los Aztecas, Juego de Tronos, los Vikingos, entre otros.

IMG_9325

IMG_9347Puerto Toronja surge como un proyecto final de alumnos de tesis con la idea de reunir a los ex alumnos, a aquellos que hoy son ya profesionales y que muy en el fondo de sus corazones recuerdan con cariño a la universidad y a las actividades que en ella realizaron. Ayer se vivió una jornada interesante de muchos ex alumnos, de diferentes generaciones pero teniendo en común ese espíritu casagrandino: descontracturado, divertido, creativo, sagaz, investigador.

IMG_9366
Souvenir de Puerto Toronja. El relojito de abajo era el «terror» de las presentaciones que hacíamos cada semestre en la instancia de Casos, una actividad en la que se suspendían las clases durante dos semanas para realizar un proyecto en grupo.

No pude participar del puerto porque tuve que dar clases durante la mañana ahí mismo en Casa Grande, pero sí pude ver las últimas actividades y la fiesta posterior. Fue lindo reencontrarse con amigos de otras épocas, con profesores que ahora son colegas, ex alumnos que ahora son profesionales también. Tuve saudade de mis tiempos de estudiante, de pelo largo, de jeans rotos, barba tupida y de grandes sueños. En medio de la música, de las charlas de recuerdo, de las cervezas, pensé en todos los años que llevo en la universidad desde que empecé en ese 2004. Le debo mucho de lo que soy a Casa Grande. Puedo ser serio y cómico a la vez, estricto y permisivo, investigador y creativo, paradojas habituales con las que convivimos profesores y estudiantes en la universidad. Casa Grande es una universidad pequeña, de corazones grandes y cabezas brillantes (sorry la poca modestia). Tratamos de hacer posible lo imposible en una ciudad tropical como Guayaquil y siempre buscamos generar algún cambio, que es algo que todos aprendemos desde nuestro primer día de clases. Lo viví desde mi primer día de clases como estudiante y es lo que intento hacer ahora desde la docencia.

No exagero cuando digo que debo mucho a Casa Grande en cuanto a mi personalidad. Hice muchos cortos escritos y dirigidos por mí, pasé muchas horas en su biblioteca, me enamoré varias veces en sus pasillos, pasé madrugadas haciendo proyectos, ensayando obras de teatro. Terminada la carrera a fines del 2008, mientras trabajaba en un canal de TV empecé a dar clases y como pocas veces en la vida, fui firme con ese canal al decirle que no pensaba quedarme nunca horas extras, porque tenía mi compromiso como profesor con Casa Grande. Luego en el 2012 me fui a hacer mi maestría a Argentina y tres años después regresé a Ecuador, gracias a Casa Grande, que confío a ciegas en mí para abrazarme nuevamente.

No sé si estaré toda la vida en Casa Grande pero claramente es esa madre académica, que  cobija, protege, que sabe soltar y que siempre estará feliz de recibir de vuelta a sus hijos. Pensar en la universidad siempre me hace sonreír y vivir jornadas como la de ayer ma despertaron una oleada de recuerdos.

Fue una sobredosis de saudade, de la buena.