Miércoles 05h00. El volumen y el brillo del televisor terminaron por despertarme luego de haber caído en un sueño repentino unas horas antes. Como suele pasar en el umbral del sueño y la vigilia, el cerebro recibe e interpreta las imágenes a piacere. Normalmente no le doy mucha bola a lo que pueda ver en esos momentos, pues el sueño me mata y regreso a él casi enseguida. Sin embargo ese madrugada del miércoles me sorprendí con una escena digna de serie inglesa (a lo Inspector Morse o Prime Suspect), aunque hablada en portugués. Una fotografía magistral que jugaba con el contraluz producto de un gran ventanal en una habitación donde dos personajes se disponían a brindar. En un descuido del personaje femenino, el masculino coloca unas gotas de un frasco en su trago. Inmediatamente pensé en Agatha Christie y en su preciso manejo del veneno, pero no iba por ahí. En realidad sólo buscaba dormirla para escapar (esto de escapar lo intuí luego por las escenas que vi después). Una música tenue, un piano, una actuación sobria terminaron por decorar la escena que termina con la mujer desmayada luego de sentir mareos y falta de aire. El personaje masculino con todo el cuidado del mundo, la acuesta en su cama para luego escaparse.

A estas alturas, el sueño se había marchado por completo y era consciente de qué estaba viendo: La novela Verdades Secretas, de la Red Globo, que ya se encontraba en su última semana. Desde que empezó en junio había visto sólo escenas sueltas y aunque me parecía una muy buena historia, no la había seguido en su totalidad. Quizás la curiosidad de saber que ya estaba tan cerca del final me hizo quedarme atrapado en esa escena muy bien interpretada por Marieta Severo y Reynaldo Gianecchini. En otra parte de ese capítulo, me encontré con Grazi Massafera destruída por el crack en una caracterización capaz de parar los pelos. Su actuación duele, arrebata el aire, desgarra. Había visto en internet los miles de comentarios felicitando el brillante desempeño de Massafera pero ser testigo en ese momento de su interpretación me dejó mudo. La dirección general hizo un trabajo magistral cuando Massafera es violada por cinco traficantes. Los planos no cayeron en un morbo gratuito. Por el contrario, hubo un excelente juego de luz y sombra, mientras la cámara se alejaba convirtiendo al espectador en un voyeurista. Los gritos de Massafera se confunden entre las risotadas de los adictos que uno a uno fueron pasando por su cuerpo. La sensación de hastío fue la misma que en la escena donde Mónica Bellucci es violada en Irreversible (2002).
En otro momento, ya casi al final del capítulo, una modelo hace su último desfile y a la salida del mismo un admirador (creo yo) le deja su tarjeta para salir. Otro personaje sale de un auto enfurecido creyendo que la modelo lo engañaba y la apuñala ahí mismo delante de todos, muriendo más tarde en un hospital.
Al final del capítulo, no sólo ya estaba despierto sino que no podía volver a dormir. Empecé entonces a imaginar cómo todos esos personajes llegaron a esas escenas que vi. Intenté pensar en una secuencia de momentos y sobre todo me intrigaba saber que pasaría en los últimos tres capítulos que le faltaban a la historia. Una novela ambientada en un mundo de modelaje decadente. En esta historia las modelos hermosas brillan por sus vicios y miserias. Reinan las antiheroínas y los hombres se vuelven objetos calculadores que no dudan en hacer abuso de su poder por encima de quien sea. Walcyr Carrasco, autor de la trama, se atrevió a mostrar y contar en una novela más corta, lo que el Brasil conservador (sí, esa es la otra cara del gigante de Sudámerica) no quiere ver. Ya siendo las seis de la mañana, decidí que tenía que ver sí o sí, Verdades Secretas desde el comienzo. Cuando una historia en la recta final o en la misma escena final me atrapa, se vuelve imperativo que la vea desde el inicio. Eso de que “se dañó la película” porque sé el final no me molesta, al contrario me encanta.
Muchas fueron las películas, series, novelas que comencé a ver luego haber visto el final. En la mayoría de los casos pasó de forma “casual”. Me quedaba atrapado viendo la escena de clímax de alguna película que veía alguien en mi casa o haciendo zapping me encontraba con algún personaje con expresión de terror y me quedaba enganchado hasta que los créditos aparecían a los pocos minutos. También me pasó de no engancharme justamente porque en algunas historias los finales son flojos. En ese caso la curiosidad del inicio es menor, pero aun así, a veces me propongo ver esas historias aunque sea como ejercicio para estudiar la estructura dramática de esa historia. Sí, mi espíritu de guionista me asalta cada tanto…
- Glenn Close como Alex en Atracción Fatal (1987)
Una de las películas que empecé por el final fue Atracción Fatal (1987). En una época de finales de los 90, era la cinta comodín para Cinecanal, pues la pasaban un montón de veces, normalmente en horario nocturno por su contenido. La primera vez no tenía idea de su carga erótica, pues la vi justamente cuando Alex (Glenn Close) muere en una bañera por un impacto de bala en el pecho. Hacia el final me pregunté, ¿qué diablos habrá hecho esta mujer para llegar a ese punto de locura que otro personaje tuvo que asesinarla? Luego en otra de las incontables repeticiones en Cinecanal, pude entender por qué.
Con la literatura me pasa algo similar. Cuando tengo un nuevo libro entre manos, empiezo a leer las últimas líneas de la página final. Virgen de esa historia, me dejo impregnar por el sonido de las palabras, el ritmo de la puntuación y por esa última frase como remate que cierra la trama. Si me atrapa, me desboco hacia el inicio con frenesí.
- Mis finales favoritos de películas
Unos días después de la experiencia con Verdades Secretas, una amiga por Twitter me desafió a elegir mis cuatro finales favoritos. Me gustó la casualidad (o causalidad) del asunto. Inmediatamente vinieron a mí los finales de Lost in Translation (2003), Amistades Peligrosas (1988), El Secreto de sus ojos (2009) y Babel (2006). De las cuatro, las dos primeras llegaron a mí a través del final y claramente sus inicios no me decepcionaron. En una buena historia o al menos en la estructura clásica, el final tiene que cerrar lo planteado al inicio, consiguiendo una historia circular. Quizás sea mi manía de guionista la que me haga pensar en estructura y personajes la mayor parte del tiempo. En la vida real lo más próximo a la experiencia del final me sucede cuando llego a una conversación empezada. Por no interrumpir para ponerme al tanto de todo, empiezo a construir el inicio de la conversación a partir de lo que cada interlocutor va diciendo. Algo parecido me pasa cuando veo alguna situación en la calle, en un café o en una fiesta. Me pregunto cómo llegó esa persona a ese momento, así sea la situación más trivial del mundo. En ocasiones cuando me pongo existencial, me pregunto lo mismo. ¿Cómo llegué a este momento? ¿Qué hechos pasaron para que hoy esté acá? En este mismo instante me lo pregunto también como final de este artículo. ¿Cómo llegué a escribir esto? ¿Habrá sido Verdades Secretas el inicio? ¿O el inicio se remonta aun más atrás con la primera vez que vi Atracción Fatal? ¿O será el inicio cuando tomé conciencia que quería dedicarme a contar historias? A diferencia de las películas, en la vida uno planta el inicio donde quiere o le conviene. Podemos editar los recuerdos o reescribirlos. Pero también somos ficción, somos Atracción Fatal, somos Amistades Peligrosas o Verdades Secretas. Lo interesante y mágico está en cómo llegamos al final así lo veamos cronológicamente o empezando por él.
Probablemente descubra otra historia cuando empiece a ver Verdades secretas desde el inicio.