Saudade de Domingo #52: Siempre en presente

«No gerundio, no pretérito, no futuro, siempre presente», he perdido la noción de cuántas veces he dicho esto a mis estudiantes en las clases de Guión. Hoy he hecho las últimas correcciones en la versión 10 del guion de una estudiante de maestría a la que dirijo en su proyecto. Su guion es ya prácticamente la versión final y estoy satisfecho con el resultado obtenido a lo largo de dos años de tutoría. Y justo hoy, en su documento de tesis, me encuentro con el storyline de su guion, escrito en algunas partes en futuro. Inmediatamente vino mi comentario: «Nunca se escribe en futuro, siempre en presente». Miré lo que escribí en la pantalla con el cursor titilante, observando la palabra presente varias veces y cada vez era más grande, como si mis ojos hicieran un zoom in a esa palabra: PRESENTE – PRESENTE  – PRESENTE. La importancia del aquí y ahora, donde el pasado no está ni el futuro se conoce. En toda película se vive en un presente eterno. Por más que los personajes tengan traumas del pasado o incluso la película lleve años de estrenada, las escenas suceden aquí y ahora, en el preciso instante en que un espectador mira el hecho y acompaña su alma con la de los personajes. Puede que Marlon Brando esté físicamente en otro plano, pero cada vez que vea Un Tranvía llamado Deseo o El Padrino, Stanley y Vito Corleone estarán ahí. Y el patriarca italiano volverá a vivir una y otra vez en tanto repita la película para mi propio deleite.

A pesar de esta gran enseñanza que da el guion y el cine, resulta difícil enfocarse sólo en el presente. Siempre cargamos con el pasado pesado (¡viva la cacofonía!) y vivimos proyectando un futuro como si quisiéramos ser marionetas de nosotros mismos. Como si predecir los pasos o anticiparse fuera sinónimo de éxito garantizado. A veces el mismo destino tiene preparado algo mejor… o algo peor. Pero claramente, no se puede vivir proyectando porque se pierde la maravilla del ahora y ahí se cae en ese círculo vicioso de saudade. Añorar el pasado porque en realidad fue alguna vez un presente que no se disfrutó plenamente. Así que uno está recriminándose el pasado o resguardándose del futuro. Y del presente nadie se ocupa porque es esa cosa molestosa que tengo adelante y que aparentemente no me da perspectiva. Debería ser una lección fácil de aprender la del vivir en el aquí y ahora, sin embargo es una de las más complejas empresas de lograr.

Y es tan medicinal cuando uno logra por momentos vivir en el ahora, olvidando, dejando la carga del pasado y dejando que el futuro se encargue de sí mismo para recibirlo pleno cuando se vuelva presente. Es hermoso caminar de la mano con quien amas, tomar un café en soledad con libros, viajar, salir con amigos un sábado por la noche, ver una película siendo parte de ella, hacer el amor olvidándolo todo y estar solo ahí con esa persona en ese momento único de conexión. El presente es ese amigo al que nunca se valora, pero al que se extraña cuando está en ausencia (en pasado).

Y volver al guion, siempre me recuerda que debo estar aquí y ahora, preocupado sólo de escribir estas líneas, enfocando mi ser en estas palabras. Lo que haga después ya se verá. Pero ahora escribo y quien me lee está en este momento presente leyendo. Estamos hilados por este presente, como si un guionista escribiera la escena y debiera narrar en tiempo presente la acción de Ud. que lee y yo que escribo.

El presente une lo que el pasado y el futuro separan.

Saudade de Domingo #51: Llenar el mapa

Ecuador es un mapa mudo en muchos aspectos. Un mapa mudo en el sentido escolar, como cuando la profe nos entregaba el mapa del país vacío para ubicar las ciudades, los ríos y las provincias. Geografía era mi materia favorita y disfrutaba mucho llenando esos mapas mudos.

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Hace varios años atrás vi un mapa de Estados Unidos y cada estado tenía una película o serie representativa. Todo el mapa estaba lleno y mi pregunta inmediata -e ingenua- fue: ¿El mapa del Ecuador, estaría «lleno»? No me tomó muchos segundos en responderme que no.

En lo audiovisual, así como en otras áreas, hace falta mucho por hacer, se necesitan propuestas diferentes, arriesgadas, que se diversifiquen y no caigan en un intelectualismo asfixiante ni en una comedia comercial mal hecha. En ese sentido el mapa del Ecuador está vacío todavía, sin desconocer que han habido proyectos interesantes pero que no resultan suficientes para llenar el mapa. Estamos apenas colocando cantones, riachuelos dentro del país, algo que podría ser desalentador pero que también tiene otra arista: La de la tierra en la que está todo por hacerse. Pienso en países con industria audiovisual fuerte como España, Francia, Argentina, Brasil, México, en los que aparentemente todo está hecho, sus mapas están saturados sin espacios para más, no obstante surge cada tanto un grupo de artistas que vuelve a reinventarse y renueva los mapas. Acá en Ecuador el terreno está limpio, casi virgen, hay que luchar con la aridez de ciertos sectores que aun no comprenden lo importante que es el audiovisual como herramienta de difusión de nuestra cultura, pero el mismo vacío permite empezar a experimentar, equivocarse en pequeño, dar los primeros pasos.

Los que hacemos audiovisual, de una u otra forma y en el área que sea, creo que estamos llamados a crear en chiquito, mediano, grande, desde las posibilidades de cada uno pero con la consigna de no parar, de estar en movimiento, escribiendo, grabando, presentando. Poco a poco se empieza a poblar el mapa, lo cual es estimulante. Es necesario ver(nos), apoyar(nos), porque no se trata únicamente de un desarrollo personal sino de un crecimiento colectivo, de darle el valor que merece el cine, la televisión nacional, con historias de calidad y que tengamos orgullo de exportar como parte de nuestros bienes culturales.

Hay que llenar el mapa del Ecuador con las historias que cada uno ya tiene, ya escuchó, que ya escribió y que deben buscar un sentido en una pantalla. Hay que jugar con el mapa mudo y hacerlo hablar, que le cuente a sus vecinos por qué somos trópico, por qué estamos en el centro del planeta, por qué somos diversos aun cuando sólo somos 14 millones en un territorio pequeño. Hay que jugar con el mapa, llenándolo con los trazos que uno pueda, así como en la secundaria, a veces con seguridad, a veces adivinando.

Saudade de Domingo #50: Cincuenta ediciones

En un abrir y cerrar de ojos. Este espacio se ha convertido en un pozo de emociones contenidas, algo que no imaginé que pasaría, que empezó como un hobbie, un juego que podría morir en cualquier momento, como ya ha pasado con otras iniciativas. Creo que lo que me gusta de este espacio de Saudade de Domingo es poder escribir sobre lo que sea, sin importar el tono que sea. Total, es mi lugar y todo es muy subjetivo acá, no busco ni expongo verdades sino lo que siento en determinado momento y una vez que otra sale algo de lo que me enorgullezco. Tampoco suelo releerme por temor a querer editar. Así que lo que salga por acá queda para quien lea y que vea qué hace con eso.

Desde octubre de 2015 que empecé con esto han pasado tantas cosas. Graduación, viajes, películas, procesos de teatro, escritura. En algunas cosas he avanzado, en otras siento todavía un estancamiento. Son aspectos que toman tiempo ir deshaciendo y que capaz cuando llegue a las 100 ediciones algo hayan cambiado (espero). Una pregunta que suelo hacerme a veces sin esperar una respuesta es «¿qué tanto me parezco a lo que escribo?». Siguiendo una idea lógica se supone que la escritura debería ser una suerte de espejo o radiografía de quien escribe, donde además podría dilucidar qué influencias tenía en determinado momento. Sin embargo no estoy muy seguro de parecerme a lo que escribo o quizás es uno de los tantos yoes que tengo. A lo mejor en mi escritura sucede algún proceso esquizoide en el que soy y no soy lo que escribo. Surge quizás alguna especie de canalización de donde brotan ideas, personajes, situaciones que muchas veces quedan como engendros a medias sin un derrotero concreto. En ese sentido creo que el descubrimiento de la poesía gracias a María Negroni, me ha ayudado a desembocar esas imágenes sin sangre. Son apenas pincelazos que con suerte -o no- terminarán en un collage de algo. Desde hace algunos meses me ronda en la cabeza la idea de hacer algo con proyectos inacabados. Quizás un medio o largometraje de los cortos que quedaron minúsculos y que juntos puedan tomar otro despegue. No lo sé, es sólo una idea que me ronda y que madurará no sé cuándo.

Así que aquí estoy con mis 50 ediciones y mis incertezas. Voy por las 100 a ver qué onda.

Saudade de Domingo #49: Caminando

Es importante cada tanto, ser turista de la propia ciudad. Tratar de mirar con distancia o con ojos de novedad aquellos sitios que resultan familiares. Siempre esa observación traerá  una nueva aproximación, pues en realidad es el ojo el que le da sentido a lo que miramos.

Ayer por la tarde me encontré con una amiga y luego de la despedida, podría haber optado por regresar a mi casa en taxi. Pero no tenía ganas ni de regresar tan pronto ni de subirme a un auto. Tenía ganas de caminar, de tener un tiempo en soledad para mí. Si bien camino bastante diariamente, quería darme esta posibilidad de caminar en otro sentido, tratando de encontrar(me) en la ciudad.

Me olvidé los audífonos en casa así que el único soundtrack que tenía era el sonido del estero, el motor de los autos, alguna estación radial que se escuchaba en último plano, algún fragmento de una conversación por celular. Y ahí estaba caminando, con sol, pensando en mis planes de este año, en lo ya vivido en estas primeras semanas del 2017. Pensar y caminar se dan muy bien de la mano. Mis ideas más interesantes se han dado en esos momentos. Es por ello que no evito caminar, al contrario, lo busco.

Caminando, organizo mi agenda, tomo decisiones pospuestas, transpiro, recuerdo canciones, olvido malos momentos. Y eventualmente tomo fotos de alguna esquina, de algún lugar que me saque de mí. Ayer mientras caminaba, crucé el puente que va del Policentro a Urdesa. Me gustó tanto el verdor y el color de la luz, que no pude dejar pasar la oportunidad de enmarcar el momento.

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Saudade de Domingo #48: Atesorar

Siempre he sido un obsesivo por la memoria, por congelar el recuerdo, por registrarlo todo. Cada tanto me gusta pasar revista a todos los recuerdos acumulados en diferentes formatos: fotos, vídeos, cartas, diario, tarjetas, etc. No lo hago todo el tiempo pero me hace feliz saber que determinado recuerdo está inventariado en alguna plataforma. El problema surge cuando algo se pierde o se borra.

Esta semana viví un hecho que me desestabilizó mucho pero que pocos supieron. El martes a la mañana mi compu no prendió más, intenté revivirla de todas las formas posibles, busqué tutoriales en el celular a ver qué podía hacer para sacar del coma a mi laptop. Pero nada fue posible. Más allá de la molestia de que no prendiera, se me cruzó por la mente un craso error que había cometido: no había respaldado en varios meses toda la info de la compu. Pensé enseguida en lo que más me importaba de los más de 200 GB ocupados. Mis poemas escritos en Nueva York y la sinopsis larga de la película en la que estoy trabajando.

¿Cómo era posible que si eran trabajos tan importantes para mí, no se me hubiera ocurrido respaldarlos en el Drive, en un disco externo o por último en el mail? Me recriminé durante horas. Era como haber retrocedido un año atrás de trabajo. Era la primera vez que una compu se me dañaba pero no era la primera vez que perdía información valiosa. Un año atrás un disco duro dejó de funcionar de la nada y no se pudo rescatar nada de la info que estaba ahí. No me dolió tanto porque más que todo eran películas que luego pude volver a bajar, pero la sensación de pérdida no me era desconocida. Dos años atrás, en Buenos Aires, otro disco que tenía empezó a dar problemas, lo llevé a varios centros de reparación pero no pudieron hacer nada por salvarlo. ¿El contenido? Un cortometraje que había grabado unos meses antes. Todo el material en bruto, el primer corte al olvido entre los sectores dañados del disco externo. Por suerte esa vez había dejado un respaldo en mi compu en Guayaquil, así que mi hermana pudo mandarme por Dropbox todo el material. Más atrás todavía, cuando tenía como unos 13 o 14 años, un técnico que había venido a casa a actualizar el sistema operativo de la compu, había formateado sin consultarme el disco duro y perdí algunos cuentos. Me tocó escribirlos desde cero.

Así que el martes por la tarde mientras iba con mi papá a la tienda donde había comprado la compu para aplicar la garantía del equipo, me preguntaba -o recriminaba- por qué no había hecho el respaldo de la información. Y no fue por falta de alertas: A una amiga mía le robaron sus dos compus hace unas semanas atrás y no había respaldado nada en la nube, por lo que perdió todo. Yo pensé para mí «hace mucho que no respaldo nada en el Drive». Seguí con mis ocupaciones en el seminario en Nueva York. Al final del mismo, María Negroni nos pidió que le enviáramos todos los poemas escritos. Hubiera podido hacerlo ese mismo día pero pensé que quería tomarme unos días para releerlos y corregirlos. Ya de regreso a Ecuador, una amiga del seminario me pidió leernos los poemas de ambos y darnos feedback mutuamente. Le respondí que me gustaba la idea y quedé enviárselos ese mismo fin de semana. Como estaba por empezar a dar clases nuevamente, tuve que armar una materia de cero y no tuve tiempo de trabajar un poco en los poemas. Todas esas alertas se pasaron por mi cabeza mientras iba a la tienda y estaba tomado por una impotencia tremenda. Dejamos la compu ahí. Esa noche pasé mal pensando en mis archivos.

Al día siguiente llamé y el daño parecía grave por lo que mandaron a pedir una nueva pieza que debía llegar en unos días más. Pregunté por mi información, por el disco y me dijeron «no nos hacemos cargo de eso, era su responsabilidad respaldar todo». Yo ya sabía eso y no necesitaba como cliente el facilismo del técnico. Me dio mucha rabia el quemeimportismo del fulano. Me exalté. Así con todo, tuve que dar clases, haciendo gala de mis dotes de actor y fingir que todo estaba bien. Hice bromas como suelo hacer en clases y creo que fingí tan bien que hasta casi me creo que no me pasaba nada.

Esa misma tarde del miércoles, me entregaron el disco y en vista de que es tan «modernísimo» (un chip ultradelgado) no encontré quién pudiera extraer la información así que recurrí el jueves a los servicios de Ondú, que se portaron genial. Un día después tenía toda la información del disco rescatada y mis poemas volvieron a ver la luz, los personajes de la película reaparecieron e inmediatamente comencé a respaldar todo en el Drive.

Más allá de la anécdota tenebrosa que todo esto me provocó pensé nuevamente en mi afán extremo de atesorar recuerdos. ¿Sirve de algo? Es decir creo que sirve pero siempre que se comparta, cuando haya un otro que observe también. Mirar en solitario es aburrido y egoísta. Lo sé. Es algo en lo que quiero/debo trabajar. Siempre por un afán perfeccionista, de siempre pensar que mis proyectos pueden ser mejores y que hasta tanto es mejor que no vean la luz, creo que los proyectos acaban suicidándose. Pensarán: «si no hay alguien más que nos mire, mejor nos matamos. Basta de oscuridad». Algo así debió haber dicho ese corto que casi perdí pero que pude recuperar para que siguiera en otro disco duro…

Atesorar sólo debe servir si es para compartirlo, así gane críticas o elogios. Son la misma cara de una moneda. Esta bitácora cumple un poco esa misma función: congelar, retratar sensaciones mías en determinado momento y compartirlas en la web, así no sea el mejor escritor del mundo. Y con esa misma lógica debería operar con los proyectos que hago. Decir/escribir todo esto, es una forma de catarsis para recordarme que las cosas que suceden a mi alrededor son señales a las que debo prestar más atención. Nada sucede así porque sí y esta semana terrorífica en la que casi pierdo documentos valiosos para mí, me ha hecho dar cuenta de lo responsable que soy por las cosas que creo, en las que invierto tiempo. Así que además de respaldar todo en el Drive, ya envié mis poemas a María, se los envié a mi compañera del seminario y la sinopsis larga de la película se la envié a dos personas que aprecio mucho para que me den feedback. Creo estar retomando bien las cosas por el momento.

Debo seguir recordándome: comparte lo que haces, atesora y comparte.

Saudade de Domingo #46: See you later, NYC

Soy masoquista. Viajar es una de las cosas que más me gustan pero que también más me tensiona. Armar maletas, cuidar el peso, recordar qué productos están prohibidos, cómo distribuir las cosas entre las maletas y el equipaje de mano, las escalas, la sala de migración, etc. Todo eso me pone en tensión. Quienes vieron mi obra Pa et Blunk, sabrán bien a qué me refiero. Sin embargo, cualquier sacrificio vale la pena a la hora de conocer img_0711nuevos lugares, nuevas personas y a modo de conclusión de este viaje a New York, puedo decir que los gringos se portaron de diez. Amé la ciudad y siento que ella me amó también. La he conocido a través de la escritura, de la lectura, de amigos latinoamericanos y gringos. Sin duda es una de esas experiencias maravillosas que guardaré por siempre conmigo.Aun es muy pronto para dimensionar lo que ha sido todo este viaje. Tendré que esperar a que las cosas se asienten en el cuerpo, en el corazón para ver en su totalidad lo que ha pasado conmigo. Logré como en muy pocos viajes una desconexión casi total, fue una suerte de retiro espiritual (paradójicamente en New York) y la verdad no me arrepiento. Fueron muchas tareas, muchos recorridos y siento que yo al interior estaba buscando esa conexión con lo ajeno, con lo desconocido. Creo que además he tenido la suerte de estar rodeado de personas maravillosas que han sido como hermanos durante estos quince días en Nueva York.

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Escribo todo esto desde la sala de espera en el JFK Airport, a pocas horas de volver a Guayaquil, a la rutina. Como ya me ha pasado en otros viajes, mi cuerpo llegará primero y mi cabeza terminará por llegar unos días después. Regreso con ganas de charlar, de contar lo que pueda digerir de la experiencia y leer, escribir, ver todas las películas recomendadas. Mirando hacia atrás, hace apenas dos semanas, puedo sentirme diferente a aquel que llegó un sábado de nevada a NYC. Me voy con más experiencia, con más preguntas, dudas, con ganas de regresar a NYC y perderme nuevamente entre sus calles geométricas abrumadas de rascacielos, de sentarme en el subte entre asiáticos, negros, latinos y gringos, de comer pizza al paso con porciones monumentales,  de recorrer una y otra la vez la quinta avenida como si no hubiera remedio, de mirar el Hudson y pensar en Woody Allen, de caminar y respirar el aire del Central Park. Sin duda, es sólo un hasta luego, tengo cuentas pendientes con NYC y es imperativo volver, volver, volver.

Saudade de Domingo #45: New York I love you

«Te va a volar la cabeza», me dijeron algunos amigos antes de venir a New York. En realidad me la ha reventado. Todo es superlativo en esta ciudad, no hay lugar para términos medios. Las distancias son enormes y realmente uno puede llegar a sentirse una hormiga entre tantos rascacielos y personas tan diferentes. Negros, latinos, asiáticos, rubios, musulmanes, mezclados de todas las maneras posibles. Como me dijo una pareja norteamericana: «Todos en Estados Unidos, especialmente en New York somos de cualquier otra parte, descendientes de italianos, mexicanos, irlandeses, etc. Solemos decir que alguien es New Yorker, cuando vivimos mucho tiempo acá sin importar el origen».

Me contaron que cuando entre norteamericanos se preguntan «Where are you from», la respuesta normalmente suele ser: «I’m italian, I’m irish, I’m mexican, I’m chinese» incluso cuando sean la tercera o cuarta generación nacida en Estados Unidos. Es posible que ni hablen la lengua de sus ancestros, pero mantienen la costumbre de responder al «where are you from» con la nacionalidad de los abuelos.

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Algo que me ha llamado mucho la atención es el subte de acá. Acostumbrado al de Buenos Aires, el subway me resulta complicado de entender. Una misma estación funciona para varias líneas y no siempre hay cómo saber cuál es la estación final o de cabecera. Ya me he perdido algunas veces pero voy aprendiendo.

No todas las estaciones de subte tienen rampa o ascensores para personas con capacidades especiales. Las escaleras para bajar normalmente son metálicas y en época de lluvias son un verdadero peligro. Ya vi algunas personas mayores bajas con sufrimiento por las escaleras ante la indiferencia de la gente. Dentro de las estaciones también algunas tienen desniveles y no hay ninguna preparación para que las personas mayores puedan transitar.

A diferencia de lo que había escuchado, la gente en New York me ha parecido muy amable. Hay un trato excelente para el turista y tienen mucha paciencia. Me he quedado gratamente sorprendido, quizás porque en Guayaquil y en Buenos Aires, la gente que atiende al público no es precisamente amable. Hasta me incomoda por vergüenza ajena cuando alguien acá me pregunta si está todo bien, si necesito algo, porque en realidad veo en los ojos de las personas que están realmente prestos a ayudar.

Aunque no he podido experimentar mucho, hay demasiada variedad de comida en New York. Restaurantes de todos los precios (aunque parezca mentira he encontrado incluso restaurantes más baratos que en Guayaquil) y de todas las gastronomías posibles. Estoy alojado en el midtwon, específicamente en Korea Town y es impresionante la cantidad de restaurantes con diferentes clases de comida. El viernes en Harlem fui con unas amigas a un bar de jazz de origen etíope, así que aproveché la oportunidad para probar algo del país africano. Fue interesante comer con las manos, con una masa similar a la de los tacos y un pollo picante en finas hierbas.

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Hace unos días me llevé una gran sorpresa con la pizza. Acostumbrado a las porciones de Buenos Aires, pedí tres slices para almorzar y me sorprendí al ver lo enormes que son los pedazos acá. Con esfuerzo me comí dos porciones y media (Bueno, casi que lo logro eh!).

Quedé extasiado con Strand Book Store, una librería enorme en el East Village. Son tres pisos de toda clase de libros, desde los comerciales hasta los clásicos, pasando por una infinidad de ediciones de colección, rarísimas, que pueden llegar a costar mucho dinero. Uno podría pasarse horas en aquel lugar recorriendo los pasillos a modo de biblioteca, leyendo, eligiendo qué comprar porque la tentación es siempre quererlo todo.

El MOMA fue otro lugar maravilloso. Poder ver de cerca todas las pinturas que había estudiando tanto en Historia del Arte, ahí, frente a mí. Ver Picaso, Monet, Mondrian, Matisse, Dalí fue impresionante. Llegué a quedarme sin aire delante de Las señoritas de Avignon o Estudio en Rojo. Y horas después a la salida del MOMA, la ciudad regala una nevada deliciosa.

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Nevada en Chinatown

Otra cosa loca de New York es el clima. De tener números negativos durante mis primeros días, el jueves llegamos a tener un día soleado de 18 grados, para luego tener un viernes frío y un sábado de nieve. Fue mi primera viendo nevar. Emocionante, con el corazón a mil como si fuera una criatura. Hice varios vídeos intentando registrar el momento a pesar de la incomodidad que entrañaba llevar el paraguas en una mano y en la otra el celular con el libro de viajes de New York. Aun así, logré sacar varias fotos y vídeos de Chinatown que fue donde estuve en el momento de la nevada.

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A medida que se acerca el cambio de mando, los ánimos empiezan a caldearse acá. Hoy caminando por la quinta avenida para llegar al Central Park, pasé por el Trump Tower que estaba totalmente cercado por policías como medida de protección ante posibles disturbios. A las 14h00 de hoy domingo, frente a The New York Public Library, un grupo grande de escritores de la ciudad unidos bajo el nombre Writers Resist, hicieron una manifestación pacífica en contra de las medidas que pretende imponer Trump en su gobierno. Al podio iban pasando poetas, narradores que leían algún fragmento de otro autor relacionado con la libertad y alguno se atrevió a leer algo escrito específicamente por la coyuntura. Hoy mismo bajo la misma organización se realizaron eventos similares en Los Angeles, Phoenix, Denver, Orlando, Chicago, entre otras ciudades.

En New York me siento tranquilo. Me habían dicho que era estresante, que la gente corre de un lado a otro, pero la verdad me siento muy bien con el ritmo acelerado de la ciudad. A lo mejor yo soy igual de acelerado y estoy en sintonía, pero no me he sentido abrumado para nada con respecto a la gente.

Aun me queda una semana más por acá para seguir conociendo. Hay muchos lugares por visitar y sé que no podré conocerlo todo. Una excusa más para volver, en otra estación quizás y recorrer la ciudad con otro color. Definitivamente NYC entra a mi lista de ciudades favoritas. Siento desde ya un enorme cariño por ella.

Saudade de Domingo #44: De Buenos Aires a New York con escala en Guayaquil

Ni bien me subí al avión en Buenos Aires (con toda la pena que siempre me embarga cuando salgo de Ezeiza) empecé a sentir un dolor en las amígdalas que luego se se agravó en la escala en Santiago. El trayecto Santiago-Guayaquil fue una tortura, con fiebre, escalofríos, dolor de huesos y dolor de cabeza. Rogaba para que se amainara el dolor, pero nada. En algún momento hasta llegué a tener ganas de vomitar, pero afortunadamente no pasó.

Al llegar a Guayaquil, no daba más. Sentí que me iba a desmayar en cualquier momento y esa misma noche comencé un coctel de pastillas para desinflamar las amígdalas, bajar la fiebre, aliviar la cefalea. Al día siguiente me reintegré al trabajo y las amígdalas seguían igual de inflamadas, tenía fiebre cada seis horas. El malestar se unió a mi desesperación al imaginar mi cuadro al viajar a New York el sábado. ¿Podría viajar? ¿Mi sueño de meses se desvanecería por un trancazo inoportuno? El panorama gélido de temperatura en negativo en la gran manzana me hacía pensar lo peor. Estaba tan angustiado que ni siquiera me atreví a hablar de mi estado con mucha gente. Sólo mi familia lo sabía. Del miércoles al jueves casi no dormí nada por el dolor de amígdalas y la fiebre repentina. Fui con mis papás a visitar a una tía doctora y al ver mis amígdalas dijo: Están enormes, parecen dos limones!”. En ese momento me inyectó penicilina luego de hacerme la prueba cutánea de la misma. Recordé el dolor que causan ciertas inyecciones en las nalgas. Pasé el jueves resolviendo temas bancarios con la nalga izquierda adolorida y con las amígdalas hechas mierda todavía. Hice mi check in con desconfianza. En mi cabeza seguía rondando la pregunta ¿lograré viajar? ¿y si no mejoro? Ante estos momentos el apoyo familiar fue fundamental. Nunca pusieron en duda mi viaje, tenían fe de que yo iba a a mejorar, aun cuando comer o tragar saliva era toda una tortura.

El jueves por la tarde visitamos a mi tía en su consultorio y me puso la segunda inyección, luego de haber tenido un largo día de fiebres recurrentes y pocas horas de sueño. Ahora el dolor estaba pareja en las dos nalgas, así que sentarme o subir escalera era toda una proeza. Solo pensaba en New York, en el taller de escritura, en los textos que leeré, en lo que escribiré. Sólo ahí caí en la cuenta que por todo esa infección en la garganta no había podido disfrutar de la previa de mi viaje a New York. Las amígdalas se habían tomado el centro de atención y desplazaron a New York dentro de mis prioridades de pensamiento.

Mi mayor alegría fue despertar el sábado y sentir que mis amígdalas se habían desinflamado bastante. Todavía dolían pero estaba bien. Me bañé, me vestí, cerré la maleta y con todo fui con mis papás a visitar a mi tía a su casa para que me pusiera la tercera inyección.

Ya en la sala de espera del aeropuerto, recién pude descansar y sentir que lo había logrado, que a pesar de todo, estaba ahí, a las puertas de cumplir mi sueño. quizás uno de las más hermosos que tenga este año. Me volví a sentir feliz como no me sentía desde hacía varios días. Era como estar al final de la primera parte de una saga de películas. Pensaba en mi primera vez en Estados Unidos y de paso en New York, en ese monstruo de ciudad a la que solo he visto en el cine. No tengo familia ni amigos en esa ciudad y eso en lugar de desanimarme me alegra. Voy a conocer New York por mí mismo como hice con Buenos Aires en el 2011, cuando llegué una mañana de mayo y la última capital de Sudamérica me era completamente desconocida. Quiero trazar mi propia cartografía en New York, caminar mucho, tocar sus calles, respirar su gélido aliento de invierno, conocerla a solas, sin disputarla con nadie como buen Aries posesivo que soy.

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Luego de una escala calurosa en Panamá, llegué al John F. Kennedy Airport. Dos horas y media en la sala de migración para atender a 500 pasajeros frente a 5 oficiales…! Fue desesperante, pero la espera valió la pena al recorrer parte de la ciudad desde el aeropuerto hasta el hotel. El recorrido me pareció muy similar al de Ezeiza a Buenos Aires. En algún momento, confundido entre el inglés y el español sentí nostalgia por Buenos Aires y por Guayaquil. Tonterías mías, pues no es que me voy a quedar mucho en New York, pero de alguna forma, siento que este viaje me dará un gratísimo aprendizaje y sólo pensarlo me emociona. Quizás mi forma de mirar, de escribir, de encarar un proceso creativo sea un poco diferente a mi regreso a Guayaquil o Buenos Aires. Y eso estaría muy bien. En abril cumplo 31 y quiero seguir creciendo, reinventándome, de lo contrario no tendría sentido cumplir años.

Hoy caminé por Highline, Chelsea img_9654y West Village con un frío de -7. Hablar en inglés con la gente o escuchar conversaciones me hace pensar que estoy en una película y en ciertas partes siento la falta de los subtítulos. Es como si la recepcionista, el policía, la pareja de novios, la abuelita que cruza la calle fueran personajes y no personas que actúan para mí en inglés. Y yo me siento también un personaje que imita inflexiones de voz como haría Al Pacino, Bryan Cranston o John Hamm.

Mañana empieza el seminario de escritura por el que he venido a New York. Tengo muchas expectativas con los contenidos, con los profes y los compañeros que tendré. Me siento como el día previo al empezar la universidad o el día anterior al iniciar la maestría. Me gusta esa sensación de incertidumbre, de vacío que me invita a lanzarme y ver qué pasa. Qué lindo que además sea en New York, una ciudad con la que sentía una deuda pendiente al no haberle dado espacio entre mi lista de destinos.

Saudade de Domingo #43: Navidad argentina

Desde el jueves 22 estoy en modo vacaciones. Como de costumbre, me desconecto del trabajo, de la ciudad y trato de vivir en una especie de dimensión paralela, saliendo de la rutina, enfocándome en otras cosas, viendo amigos, poniendo las charlas al día.

He vuelto a pasar navidad en Buenos Aires. La última vez fue en el 2014, a pocos días de haber presentado mi proyecto de tesis de maestría. Mi situación anímica, financiera era muy diferente en ese momento. Recuerdo esa navidad del 2014 con alegría pero también con angustia, sin saber qué me depararía el destino al año siguiente. Hubiera querido estar con mi familia por la escasez de dinero hacía difícil emprender un viaje. además de que existía «la amenaza» de no volver a Argentina. Me encontraba muy frágil en esa navidad y en vista de lo incierto del futuro, trataba de vivir el presente, disfrutando de la familia argentina que me adoptó como uno más desde la navidad del 2013.

Volver a pasar acá las fiestas tiene un nuevo encanto. He venido a Buenos Aires varias veces desde el año pasado, pero venir en diciembre es reencontrarme a lo Dickens, con el fantasma de las navidades pasadas. Me he visto a mí mismo y trato de no compadecerme de ese yo sino de sentirlo como parte del proceso para llegar a donde me encuentro ahora.

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Navidad con mi hermana y mi familia argentina

También esta navidad es especial porque estoy pasando las fiestas con mi hermana, quien vino a estudiar una maestría. La vida de estudiante full time no permite ciertas comedidas y la de viajar en Ecuador en el medio de la cursada resultaba difícil para ella así que decidí venir a acompañarla. Está siendo lindo compartir estos momentos. Sin duda serán momentos que guardaremos siempre con nosotros.

Y después está el clima, caliente en esta época, con un sol brillante de cielo despejado y atardeceres a las 20h00. El verano porteño puede ser asfixiante pero es también una fiesta, época de buenas vibras, de planificación, de viajes. Extrañaba también ese verdor en las calles y sol calcinándolo todo. Estoy muy feliz de re-vivir Buenos Aires en fiestas navideñas.

Saudade de Domingo #42: På et Blunk o cómo construir un texto dramático

På et Blunk significa «en un parpadeo» en noruego. El título en esa lengua nórdica apareció como una urgencia, una necesidad por tener un nombre, ya que desde la primera versión del texto no había un título. Me suele pasar cuando escribo que, o bien ya tengo el título que de alguna manera direcciona toda la obra en cuestión o empiezo a escribir sin título y a medida que avanzo me resulta cada vez más difícil decidirme por un nombre. Esta obra se encuentra en el segundo caso. Comencé a escribir el texto como parte de una tarea dentro del taller de entrenamiento para actores que tomaba con Itzel Cuevas. La idea era tener un texto para trabajar. Aun no estaba claro si se iba a hacer un montaje o no pero al menos queríamos hacer el ejercicio.

Luego de buscar entre varios textos ya escritos, decidí que debía escribir algo nuevo. Recuerdo que en alguna de las sesiones con Itzel, nos mencionó que el trabajo del actor consiste en revisarse, mirarse por dentro y luego exponer todo eso en escena. «De que es un proceso que puede ser doloroso, claro que sí, y mostrarlo también puede ser sanador», nos dijo con la convicción de alguien que tiene más de 35 años en escena, enfrentando personajes, estudiando textos, construyendo y rearmando montajes completos.

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La sexta versión del texto, con la que ya empezamos a armar el montaje, en agosto.

Recordando sus palabras, me vino a la memoria el ejercicio final que había hecho durante un taller con Leo Van Cleynenbreugel, donde a modo de improvisación trabajé mi fobia a los controles de migración en los aeropuertos. Para sorpresa mía, toda esa improvisación causó mucha risa en Leo y en los compañeros talleristas. Había algo -o mucho- de chistoso en esa drama mío con los aeropuertos. Eran además situaciones fácilmente identificables y por las que todos, sin excepción, hemos pasado. Decidí entonces escribir un texto alrededor de ese tema, a mediados de junio de este año. Era totalmente literario, narrado más bien a modo de diario, en el que todo se concentraba en mi proceso mental frente a las situaciones de filtro en el aeropuerto (detector de metales, sellado del pasaporte, filas de espera, etc.). La primera observación de Itzel ante ese texto fue: «Está narrado todo desde la mente, el texto necesita tener acciones -físicas- para que lo puedas transitar». Vino una segunda corrección, en el que ese aspecto mejoró pero seguía sonando muy narrativo. Como nuevo ejercicio, Itzel me mandó a escribir el texto ahora enfocándome en las emociones. Era como la versión visceral de la segunda corrección, que debía escribirlo apenas para tener conciencia de qué me pasaba corporalmente con cada momento dentro del aeropuerto. En medio de cada revisión transcurría el tiempo ya que yo estaba a full con el trabajo en la facultad e Itzel estaba con el montaje de Romeo y Julieta. Así que el texto tenía ciertos lapsos de reposo, que ahora viendo en retrospectiva, fueron necesarios para que la historia se fuera gestando. Cada texto tiene su propio ritmo y modo de crecer.

Vino después una nueva versión en la que decidimos que había que involucrar al público, reescribiendo textos que debían ser dirigidos para los asistentes. En esa reescritura, ciertas momentos se borraron para siempre, otros se extendieron. Había que llevar la historia a un cuento y yo me volvería una especie de cuentacuentos en escena. Itzel me había dicho durante alguna sesión que yo tenía vis cómica, que era cómico por naturaleza y que podíamos utilizar eso en la escena.

Con esta nueva versión, el texto se potenció y mientras se trabajaba la escenografía, empezaron los primeros ensayos. Ya a esas alturas, el texto había pasado por varios nombres: Paranoia, En un parpadeo, La sala de migración, pero ninguno terminaba de convencerme, sin embargo había que elegir uno ya que teníamos fecha de estreno en el Microteatro GYE. Dado que la historia es el recorrido de un personaje que viaja a Noruega con su respectivo vía crucis, Itzel me dijo que quizás el título En un Parpadeo podría funcionar en noruego. Busqué en google translator, consulté con algunos conocidos noruegos  y la traducción era Pa et Blunk. Sonaba bien y con la estética cómic, diseñada por Valeria Galarza, el título adquiría una apariencia pop art, retro, que me gustaba.

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Las primeras versiones del texto de Pa et Blunk, cuando aun no se llamaba así.

Ahora ya en la última semana de På et Blunk, mirando hacia atrás y revisando las versiones, me doy cuenta del recorrido que ha llevado el texto. Lo que más me gusta es darme cuenta que la esencia, esa locura, ese frenesí por el viaje estaba presente desde el primer borrador. Aun el personaje estaba en embrión para ese momento, pero se fue fortaleciendo a lo largo de las reescrituras. Hoy en día es un tierno paranoico que vuela a Oslo a visitar a su tío y que trata de mantener íntegro su amor por los viajes, pese a los filtros en los aeropuertos. Esta semana que viene På et Blunk terminará sus funciones en el Microteatro GYE, con un personaje fortalecido, sorprendente y que ha crecido frente a mí.

Para quienes quieran ver På et Blunk en su última semana, estará de miércoles a sábado a las 20h15 y 21h55, en el Microteatro GYE (Av. Las Palmas #307, diagonal a la entrada de Miraflores de la Universidad Casa Grande).