«No gerundio, no pretérito, no futuro, siempre presente», he perdido la noción de cuántas veces he dicho esto a mis estudiantes en las clases de Guión. Hoy he hecho las últimas correcciones en la versión 10 del guion de una estudiante de maestría a la que dirijo en su proyecto. Su guion es ya prácticamente la versión final y estoy satisfecho con el resultado obtenido a lo largo de dos años de tutoría. Y justo hoy, en su documento de tesis, me encuentro con el storyline de su guion, escrito en algunas partes en futuro. Inmediatamente vino mi comentario: «Nunca se escribe en futuro, siempre en presente». Miré lo que escribí en la pantalla con el cursor titilante, observando la palabra presente varias veces y cada vez era más grande, como si mis ojos hicieran un zoom in a esa palabra: PRESENTE – PRESENTE – PRESENTE. La importancia del aquí y ahora, donde el pasado no está ni el futuro se conoce. En toda película se vive en un presente eterno. Por más que los personajes tengan traumas del pasado o incluso la película lleve años de estrenada, las escenas suceden aquí y ahora, en el preciso instante en que un espectador mira el hecho y acompaña su alma con la de los personajes. Puede que Marlon Brando esté físicamente en otro plano, pero cada vez que vea Un Tranvía llamado Deseo o El Padrino, Stanley y Vito Corleone estarán ahí. Y el patriarca italiano volverá a vivir una y otra vez en tanto repita la película para mi propio deleite.
A pesar de esta gran enseñanza que da el guion y el cine, resulta difícil enfocarse sólo en el presente. Siempre cargamos con el pasado pesado (¡viva la cacofonía!) y vivimos proyectando un futuro como si quisiéramos ser marionetas de nosotros mismos. Como si predecir los pasos o anticiparse fuera sinónimo de éxito garantizado. A veces el mismo destino tiene preparado algo mejor… o algo peor. Pero claramente, no se puede vivir proyectando porque se pierde la maravilla del ahora y ahí se cae en ese círculo vicioso de saudade. Añorar el pasado porque en realidad fue alguna vez un presente que no se disfrutó plenamente. Así que uno está recriminándose el pasado o resguardándose del futuro. Y del presente nadie se ocupa porque es esa cosa molestosa que tengo adelante y que aparentemente no me da perspectiva. Debería ser una lección fácil de aprender la del vivir en el aquí y ahora, sin embargo es una de las más complejas empresas de lograr.
Y es tan medicinal cuando uno logra por momentos vivir en el ahora, olvidando, dejando la carga del pasado y dejando que el futuro se encargue de sí mismo para recibirlo pleno cuando se vuelva presente. Es hermoso caminar de la mano con quien amas, tomar un café en soledad con libros, viajar, salir con amigos un sábado por la noche, ver una película siendo parte de ella, hacer el amor olvidándolo todo y estar solo ahí con esa persona en ese momento único de conexión. El presente es ese amigo al que nunca se valora, pero al que se extraña cuando está en ausencia (en pasado).
Y volver al guion, siempre me recuerda que debo estar aquí y ahora, preocupado sólo de escribir estas líneas, enfocando mi ser en estas palabras. Lo que haga después ya se verá. Pero ahora escribo y quien me lee está en este momento presente leyendo. Estamos hilados por este presente, como si un guionista escribiera la escena y debiera narrar en tiempo presente la acción de Ud. que lee y yo que escribo.
El presente une lo que el pasado y el futuro separan.


nuevos lugares, nuevas personas y a modo de conclusión de este viaje a New York, puedo decir que los gringos se portaron de diez. Amé la ciudad y siento que ella me amó también. La he conocido a través de la escritura, de la lectura, de amigos latinoamericanos y gringos. Sin duda es una de esas experiencias maravillosas que guardaré por siempre conmigo.Aun es muy pronto para dimensionar lo que ha sido todo este viaje. Tendré que esperar a que las cosas se asienten en el cuerpo, en el corazón para ver en su totalidad lo que ha pasado conmigo. Logré como en muy pocos viajes una desconexión casi total, fue una suerte de retiro espiritual (paradójicamente en New York) y la verdad no me arrepiento. Fueron muchas tareas, muchos recorridos y siento que yo al interior estaba buscando esa conexión con lo ajeno, con lo desconocido. Creo que además he tenido la suerte de estar rodeado de personas maravillosas que han sido como hermanos durante estos quince días en Nueva York.





y West Village con un frío de -7. Hablar en inglés con la gente o escuchar conversaciones me hace pensar que estoy en una película y en ciertas partes siento la falta de los subtítulos. Es como si la recepcionista, el policía, la pareja de novios, la abuelita que cruza la calle fueran personajes y no personas que actúan para mí en inglés. Y yo me siento también un personaje que imita inflexiones de voz como haría Al Pacino, Bryan Cranston o John Hamm.


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