Saudade de Domingo #65: Proyectos que nacen

Como síntoma de estos tiempos agitados, pienso mucho en proyectos a realizar que luego por alguna u otra razón, se transforman, se congelan o se postergan. En cualquiera de los casos aunque me repita que no lo voy a intentar más, que trataré de ser lo más cuadriculado, administrativo posible, nunca lo consigo. Las ideas caen ante mis ojos y me es imposible sacármelas del paso hasta que las escribo (en el formato que sea) o las grabo.

En estas últimas semanas se han modificado ciertos proyectos y también han aparecido otros que me generan expectativa. El nacimiento de un «posible» siempre es motivo de alegría y algunas veces, cuando no se concreta a tiempo, trato de darle una vuelta de tuerca y pensar que cada proyecto tiene su propia maduración y también que las cosas suceden muchas veces sin que uno haga mayor esfuerzo.

Hace unos días se me puso por delante la idea de un proyecto literario. Empecé a organizar algunos asuntos con respecto a este tema y como siempre acelerado quería ya tener un título para ese proyecto. Barajé varios nombres, no me convencía ninguno, taché, hice combinaciones de nombres y terminé por dejar la tarea para no caer en ansiedad. Tampoco tenía mucho tiempo para pensar ya que esta semana tuve tareas importantes en la facultad y teatro leído en la Feria del Libro, actividades que ocuparon la mayor parte de mis horas.

Sin embargo, conversando con mi mejor amiga el viernes por la noche luego de vernos en la feria, el título (o el posible título) cayó sobre la mesa. No fui capaz de darme cuenta en el momento pero algo en mí debió removerse para que hoy a la tarde, mientras descansaba, una frase dicha por mi amiga el viernes me disparara la cabeza. La repetí varias veces hasta que me sonó que podía vincularse al proyecto literario que cocino (que preparo, aun no cocino). No sé si sea el título definitivo pero me gusta cómo suena y el sentido que despierta. Por el momento será el título de este nuevo proyecto, que como muchos otros, no sé dónde ni cuándo terminará.

Así que me lo he tomado como una señal de que debo embarcarme en este nuevo proyecto. Dedicarle horas de trabajo, editar, pulir, reescribir y ver qué pasa. Sin más expectativas por el momento.

Saudade de Domingo #64: Leer y escribir en la universidad

Esta semana estuve en un taller de capacitación docente denominado «Escribir y leer, un asunto de todos». No, no era un taller para aprender a leer o escribir. Era un espacio para enseñar a leer y escribir a los estudiantes universitarios. Esto lo supe ya en el taller, pues fui casi a ojos cerrados al mismo. El título me daba curiosidad pues no tenía muy claro de qué iba a tratar y quedé gratamente sorprendido con todo lo aprendido. Sin duda ha sido una buena instancia para conocer conceptos, confirmar otros y quedarme con muchas interrogantes.

IMG_4674Del martes al jueves de esta semana un buen grupo de docentes de la UCG estuvimos reflexionando junto a la Dra. Paula Carlino sobre los procesos de aprendizaje en las facultades, específicamente en el campo de la lectura y la escritura académica. ¿Cuántos estudiantes leen? ¿Cómo escriben los estudiantes? ¿Cómo califica el profesor un ensayo? ¿Qué dificultades tiene un estudiante al escribir un texto académico argumentativo? Varias de estas interrogantes rondaron los tres días de capacitación. Previamente habíamos leído algunos textos de Carlino y otros autores preocupados por este campo específico de la educación. Descubrí con sorpresa la inversión que hacen las universidades anglosajonas para crear Centers of Writing, departamentos con tutores dedicados a ayudar a los estudiantes para mejorar sus ensayos académicos.

Para universidades como la de Berkeley, la escritura es parte central de todas sus carreras y por ello destinan tiempo, esfuerzo y presupuesto para estos centers of writing, que trabajan bajo el programa denominado Writing Across the Curriculum (WAC). Basta con buscar en Google este programa y se puede ver la cantidad de universidades que lo han implementado en sus universidades.

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De todo lo vivido y aprendido en este taller con la Dra. Carlino, me llevo varios conceptos para trabajar. Algunos ya los conocía de forma intuitiva, otros los aprendí y espero ponerlos en práctica el semestre que viene. Acá van:

  • Dejar de pensar en la escritura como una instancia de evaluación. Es importante reconsiderar la escritura y pensarla más bien como un proceso de aprendizaje.
  • A escribir se aprende escribiendo. Nadie es bueno haciéndolo de forma innata y por ello que hay que practicar. Es un ejercicio constante, de muchas revisiones. Esto se complementa con lo anterior, que la escritura es un proceso de aprendizaje.
  • El ejercicio de escribir no es sólo algo que le compete a los profesores de Lengua. Es una responsabilidad de todos los profesores para que sus estudiantes escriban en sus asignaturas. Esto es así ya que nadie mejor que el profesor de la especialidad para corregir los errores de escritura de sus alumnos. La escritura como proceso, va más allá de la forma (la buena ortografía, sintaxis, uso de signos de puntuación) y es necesario estudiar el contenido, aspecto que sólo los profesores de cada asignatura, y no uno de Lengua, pueden corregir.
  • Es necesario que el proceso de escritura sea acompañado. La escritura de un texto académico no puede ni debe quedarse en una sola entrega sino que el docente (o los tutores) deben ayudar a pulir, mejorar sus escritos.
  • El proceso de lectura debe generar nuevas inquietudes. La lectura debe instar a los estudiantes a hacerse preguntas que surjan a partir de determinado texto. Con esto, es necesario que el docente no caiga en las típicas preguntas de control de lectura, porque así no se fomenta un aprendizaje. Sólo lleva a que el alumno busque en el texto la respuesta a las preguntas. El docente debe generar momentos de discusión en el aula sobre la lectura enviada previamente para aclarar y fijar ciertos contenidos, ya que la lectura de textos académicos implica que el estudiante lector haga una jerarquización de lo que es más importante y en ese proceso muchas veces el alumno no logra distinguir qué es lo realmente importante. Ahí interviene el trabajo del profesor y del resto de compañeros para determinar cuáles son esas ideas principales.
  • Estimular a que los estudiantes se expresen más por escrito. Al escribir se ordenan y se fijan los pensamientos, algo que en el lenguaje oral resulta más caótico. Es por ello que Carlino surgiere instancias de escritura breve que además funcionan para aquellos estudiantes que normalmente no hablan en clase. Es una manera diferente de obtener feedback acerca de los contenidos de la clase.

Lo interesante de todo esto es que la Dra. Carlino puso en práctica estos conceptos con nosotros mismos los docentes. Pasamos por instancias de escritura, reflexión post lectura y en cada dinámica, venían sus preguntas invitándonos a reflexionar para qué sirve esto y aquello. Con el taller pudimos ponernos en la piel de los estudiantes y con ese conocimiento desde la carne, volver a las aulas, al campo de juego, para dar nuevo aire al proceso de enseñanza.

Espero con ansias volver a las clases y poner en marcha todo lo aprendido.

 

Saudade de Domingo #63: Escritura sumergida

Escribir es un acto de valentía. Es poner toda la atención, todas las horas necesarias para crear algo y en ese interín, toca lidiar con la pereza, con la crítica propia, con el tiempo escurridizo, con los fantasmas personales. Y aun así, uno se sienta (con comodidad o no) a dejar sobre la pantalla o el papel un testimonio de algo, una radiografía emocional de lo que se quiere expresar con un cuento, una novela o un guion.

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Hay obras que acompañan a sus autores por años, otras en cambio se concluyen en un breve lapso de tiempo y otras, simplemente quedan olvidadas, guardadas indefinidamente. Estas últimas son las que más pena me dan porque son pequeños abortos, atisbos de historias que pudieron ser y están condenadas al limbo a la espera de un destino que probablemente su autor prefiere ignorar.

Quizás producto de esta pena, cada tanto vuelvo a esas historias que no concluí o que las tengo diseñadas, escaletadas pero no del todo escritas. Me emociono releyéndolas, revivo las sensaciones, la energía que tenía cuando las escribía. Pero cuando me dispongo a trabajar en una formalmente, me absorbe una infinita desidia, un fastidio que me provoca enojo conmigo mismo y que da como resultado que vuelva a alejarme de la historia en cuestión. Así, opto por cargar simbólicamente con el peso de esa y otras historias no concluidas.

Ahora trabajo en un guion que corre (o corría) el sendero hacia el limbo. El modus operandi de las anteriores historia se repite: El tiempo es escaso para dedicarle horas, el cansancio del trabajo cotidiano me deja bajo de energía, mis consumos artísticos corren quizás en sentido contrario al universo que intento establecer en la historia que escribo y finalmente, el peor, imagino otra historia de la que me enamoro y la anterior queda mal parqueada en el limbo de los proyectos no terminados.

En vista de que no quiero que pase lo mismo con este proyecto, a fuerza de perder aprendí algo que me ha venido funcionando estos meses. Lo he denominado «escritura sumergida» por darle algún nombre. En todo caso a mí me sirve para mis propósitos actuales. La escritura sumergida es un proceso que me permite y me obliga a estar inmerso en el universo narrativo de mi historia aun cuando no necesariamente esté escribiendo. Es decir, escucho música que esté a tono con los personajes de la historia, trato de leer lo que pueda sobre el género que escribo, veo películas que tengan algo que ver con el tono de la historia que trabajo, elijo personas a través de fotos para darle cara a los personajes, busco escenas puntuales de películas que guarden relación con momentos especiales de mi trama. De alguna manera, al hacer esto el proceso de escritura se vuelve más generoso, adictivo y placentero. Es como si necesitara alimentarme de recursos para luego vomitarlos sobre el papel o la pantalla. No quiere decir que no consuma otras películas, otros libros ajenos a ese universo, pero sé que si tengo sentarme a escribir mi historia, debo hacer un proceso de inmersión de ir descendiendo (o ascendiendo) al universo en el que viven mis personajes, entrar en su atmósfera, despojándome de mis problemas personajes, de los proyectos laborales académicos y de esa manera llegar más limpio, en este caso, al guion que estoy escribiendo.

Para hacer más interesante este proceso he hecho uso de la tecnología para ayudarme en este proceso. He creado un playlist en Spotify con las canciones que serían como  una especie de banda sonora del guion, un tablero privado en Pinterest donde coloco referencias visuales de cómo quiero se perciba la historia y tengo un proyecto en Scrivener (software que amo y del que hablaré próximamente) que me permite colocar todos los apuntes sueltos que tengo, frases de libros que me gustan, links a páginas que reseñan cosas relacionadas con el guion que escribo, etc.

Quizás en el futuro, cuando haya terminado el guion, vuelva a alguna de las historias en el limbo y aplique algo de esta escritura sumergida para darle forma de una buena vez y así sacarme un poco de peso de encima.

Saudade de Domingo #61: Mudanças

Prefiero la palabra en portugués para los cambios que he venido haciendo en estas últimas semanas que implican movimientos físicos, trasladar cosas, reciclar otras, sacar, desaparecer. Por eso es más apropiado «mudanças», sin pensar en «mudanzas», ya que no me mudo ni me traslado a otro lado o quizás sí, pero en planos más sutiles que el denso plano terrenal.

Me explico: en mi búsqueda por sentirme cómodo para dormir, escribir, ver pelis y más cosas comencé un proceso de cambios radicales en mi propio cuarto. Desde hace años no me sentía a gusto ni con los colores ni con los muebles ni con nada ahí. Luego me fui a vivir a Argentina y las prioridades fueron otras. Al regresar, mi cabeza todavía no terminaba de aterrizar y aunque mi cuarto seguía siendo un lugar incómodo me lo «bancaba», pues me estresaba sólo pensar en remover cosas, carpetas, libros, muebles. Sabía que un caos me vendría encima.

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Nueva biblioteca y nuevo escritorio

Y así fue: desempolvé recuerdos, cartas, tarjetas, camisetas firmadas por amigos del colegio, cuadernos de la universidad, libros viejísimos de aprendizaje de idiomas, papeles, muchos papeles, guiones luego grabados, cuentos a medio a camino, fotos en diferentes momentos de mi vida, casetes, discos, películas que creía perdidas. En medio de todo ese caos que levantó polvo y emociones, pensaba en el gran peso no dimensionado que llevaba sobre los hombros. A nivel energético y emocional me refiero. Ir sacando las repisas, desarmar el armario, vaciar cajones fue un ejercicio de desahogo, de desapego. Porque aun cuando muchas cosas se mantengan, regresarán renovadas, ubicadas en otros lugares, respirando otro ambiente. Y fue así como a lo largo de cinco semanas he logrado con ayuda de mis papás, cambiar radicalmente mi cuarto: cambio de armario, nuevo color de paredes, piso nuevo, techo nuevo, una biblioteca y un escritorio a la medida de mis necesidades, una silla confortable para mi espalda que siempre reclama atención, una mejor iluminación y ventilación para descansar y trabajar. Ahora tengo «un cuarto de hotel» como dice mi mamá. Y a nivel energético empiezan a moverse fichas también: siento que logro dormir mejor, me siento más a gusto en mi espacio y aunque todavía no se termina todo de asentar, sé que todo será para bien.

Junto a estas mudanças, vienen también cambios en mi propio cuerpo. Algunos ya los he venido haciendo de una manera un poco desordenada. Estoy dejando las gaseosas (otra vez), estoy tratando de reducir el azúcar (esto me cuesta un montón) y estoy tratando de ser disciplinado con mi rutina de ejercicios. No es que quiera ser musculoso, pero quiero mantenerme en movimiento, en mi peso adecuado.

Creo que las mudanças vienen bien y no vale la pena recriminarse por no haber hecho cambios antes. Todo tiene su tiempo y espacio para hacerse. También hay que pensar que en algún momento muchas de esas cosas o de esos comportamientos fueron buenos hasta que dejaron de cumplir su función para uno mismo. Es ahí cuando llega el momento de hacer mudanças y si además de ser de objetos son también al interior de uno, mucho mejor.

Las mudanças dan nuevos aires y al hacerlo remueven cosas en todos los sentidos y niveles. Es ahí cuando es importante recordar que todo eso hace parte del proceso de cambio y aunque pueda ser fastidioso en el momento, luego se ven los frutos de la paciencia.

También escribo esto para recordarme que si estoy un poco ansioso, mareado, sensible es por esta fase de cambios y luego todo se irá acomodando a este nuevo estado de las cosas, vértebra por vértebra hasta quedar alineado, alargado y listo para los nuevos proyectos venideros.

Saudade de Domingo #59: Hipotecarse

«En esta casa se hace lo que yo digo», «Cómo me haces esto después de todo lo que he hecho por ti», estas como muchas otras frases plantean de cierta manera, un poder de alguien sobre un otro. En una primera lectura se podría pensar: «Qué hijo/a de puta autoritario, sacando en cara las cosas», pero en realidad más que el soberbio o soberbia enfermo/a de poder, el verdadero problema radica en el otro/a que ha aceptado las reglas del juego, que ha aceptado «hipotecarse».

Hipotecarse, usando la analogía financiera, sería para mí como obtener algo de alguien sea como regalo, préstamo o ayuda y que luego se puede devolver o no. Normalmente ese alguien serían los padres, familiares cercanos o amigos con quienes se siente más confianza para pedir algo y también más confianza para deber si fuera el caso. Y en ese tiempo en medio, mientras saldamos la deuda, quedamos hipotecados a esa otra persona. Si fuera un hijo/a de puta autoritario/a podrá sacar en cara los favores pero aunque no lo fuera, la deuda igual existiría y en retribución tocaría hacer los favores que nuestro acreedor necesite.

Por mis propias experiencias y la de allegados, siempre en algún momento estamos hipotecados a alguien. En primera instancia lo estamos a nuestros padres hasta cierto momento (o toda la vida algunos). Vivir con ellos, tener los beneficios de un hogar, hace que también se te planteen obligaciones más o menos justas. Y a la menor sublevación, el latigazo hipotecario surge como una suerte de knock out definitivo y de ahí, luego el silencio (o la emancipación).

Con las parejas y las amistades pasa también. En situaciones de escasez monetaria, la pareja resulta el primer gran apoyo cuando no se quiere deber a los padres. La pareja ayudará de forma desinteresada y aunque haya mucho amor (como con los padres) en algún momento quedarán a la vista las costuras de la hipoteca. Tocará hacer cosas que no se quieren hacer debido a la hipoteca existente y es mejor no quejarse para no evidenciar más la deuda.

Hasta acá, todos hemos pasado por situaciones así. El gran problema es cuando estamos hipotecados a muchas personas: Padres, amigos cercanos, parejas, ex parejas, compañeros de trabajo, etc. En los años que viví en Argentina hice terapia de PNL y con mi coach (al que considero mi papá argentino) me di cuenta de lo hipotecado que estaba a muchos personas. Y no todo era de índole monetaria. Había hipotecado afectos, recuerdos, llamadas, encuentros. Lo más evidente era la plata, pero lo más duro era ver que también había hipotecado cosas intangibles. Amor por ejemplo. Hacemos ciertos sacrificios por la pareja en espera de que ella o él haga lo mismo por nosotros y también cuando exigimos ciertos sacrificios estamos queriendo establecer una hipoteca mutua. tuile_20_tuile_gestion_photoQueremos estar embarcados ambos en la deuda, ser deudores y acreedores al mismo tiempo. Con los años de sesiones de PNL aprendí a identificar las situaciones hipotecarias y también a desplazar «la culpa» o mejor dicho «la responsabilidad». El responsable aunque cueste admitirlo, sería aquel que solicita el favor/servicio/afecto/dinero, etc. Hay situaciones de vida o muerte en la que no queda otro remedio, pero cuando a la más mínima dificultad buscamos hipotecarnos como medida de salvación, estamos cayendo en un craso error. Porque más allá de la forma física en la que se presente la carencia, el gran problema está en que inconscientemente no nos sentimos capaces de solucionar nuestros propios problemas. Nos hemos acostumbrado tanto a la hipoteca, que no creemos que podemos solventar nuestros problemas o aflicciones por nosotros mismos. La hipoteca resulta una tabla de salvación, un oasis en el desierto que en realidad sólo funciona a corto plazo, es un paliativo breve, porque luego viene la verdadera deuda: le entregamos a la otra persona las llaves de nuestra libertad y en esa óptica, el acreedor puede usar las llaves como pueda y quiera.

Siendo consciente de eso trato de ser más cauto a la hora de pedir favores como también a la hora de hacerlos. Como ley metafísica (y cristiana también) hay que dar para recibir y creo que ambas condiciones deben darse por igual. El problema de todo esto, que en palabras se oye lindo, es que tenemos en el medio a un gran villano que es el Ego que todo lo filtra y usa a su conveniencia. Entonces con el Ego en medio, la mano que da es la misma que en algún momento va a cobrar con algún favor y la mano que recibe se acostumbra a obtener perdiendo su propia libertad, precio que al momento de pedir puede parecer poco pero que luego irá creciendo. Acá surge entonces una pregunta: ¿Hasta cuándo estamos hipotecados a alguien?

Para eso no hay respuesta exacta. Lo recomendable sería saldar lo que se deba en el plano que sea conveniente y empezar a asentarse en uno mismo. Creerse capaz y convencerse de que cada uno de nosotros tiene la autonomía suficiente para generar sus propios beneficios sin depender de otro. Es necesario empoderarse, estar seguros de las capacidades que se tienen y si acaso toca hipotecarse alguna vez, saber de antemano de qué manera puedo liberarme de esa deuda.

Que no se entienda que no hay que ayudar. Claro que hay que hacerlo y desde el lado de acreedor hay que tratar de olvidarse de la hipoteca que hay en medio. Quizás lo mejor para no crearse ninguna expectativa es establecer las condiciones de retribución de la hipoteca, para no dejar una deuda tácita, ambigua en el aire que pueda llevar a intereses permanentes sin una fecha de caducidad determinada.

Y bueno, acá termina mi cuarto de hora de autoayuda. A veces es necesario para aclararme ciertas cosas que no logro digerir.

Saudade de domingo #58: Mi mami

No soy el hijo modelo, como tampoco el hombre ideal ni el perfecto profesional. Pero si algo he aprendido gracias a mi mamá, es a no bajar los brazos y arriesgarme, teniendo la seguridad de que todo saldrá bien (ella es muy optimista). Muchos son mis momentos de duda pero ahí está mi mami dándome fuerza, recordándome la importancia del verbo, del peso que tienen las palabras y de estar siempre en movimiento. «El que no arriesga no gana», una de sus frases típicas cuando flaqueo. El año pasado mientras trabajaba en mi monólogo Pa et Blunk, muchos fueron los momentos en los que pensé dejar el proyecto y ahí aparecía mi mamá diciéndome: «…qué aburrida sería la vida si siempre hiciéramos lo que sabemos hacer bien, ¿no? Cuando no sabes algo y lo aprendes, ahí la vida es interesante». No son las palabras exactas de mi mamá, pero sí que estoy bastante cerca a como lo dijo algunas veces. Luego recordé que a pesar de lo menudita y frágil que se pueda ver, mi mamá es el gran soporte emocional de mi familia, el equilibrio, la mujer que en sus veinte dejó su país para vivir su propia historia de amor. Quizás ella misma no se vea como una guerrera, pero lo es. Muchos paralizados de miedo ante la incertidumbre, habrían dejado el amor pasar, se habrían afincado en la seguridad que da la propia tierra y nunca habrían aprendido algo nuevo. Ahí, según la filosofía de mi mamá, la vida sería aburrida.

De mi mamá creo tener muchas cosas (al igual de mi papá), pero no estoy muy seguro de 15589887_10153888398356486_5805331276277806586_ncuántas y cuáles serían a ciencia cierta. Seguro que la búsqueda espiritual viene por ella y por mi abuela (su madre). Y no hablo de esa búsqueda espiritual necesariamente cristiana ni de iglesias. Es la de buscar más allá, de encontrar una metafísica en lo que nos rodea. Le agradezco por nunca haberme inculcado la idea de un Dios castigador, le agradezco por no haberme obligado a ir misa si no lo sentía, le agradezco por respetar que en mi adolescencia y en mis primeros veinte me hubiera autodenominado ateo, le agradezco por enseñarme a no juzgar a nadie que profesara un credo diferente. Mi mamá, quien nunca fue profesora, ha sido mi mejor maestra de las cosas sutiles, de los valores que no se pueden intercambiar.

Como decía no soy el hijo modelo y en eso ella no tiene la culpa. Cada quien es como es, pero en lo que sí tiene culpa (si cabe) es en la honestidad y en la pasión que le pongo a las cosas. Si no me doy entero prefiero no estar, si no me gusta algo prefiero decirlo y borrarme, si no estoy de acuerdo con algo, respeto a los involucrados pero me retiro. Esa transparencia la tengo de ella y también su carácter obstinado. Cuando nos metemos algo en la cabeza, trabajamos en todo para conseguirlo. Y para los momentos de flaqueza, aparece ella como couch, recordando todo lo que hemos leído y las experiencias previas en las que hemos salido exitosos.

Feliz día mami, de tu hijo no modelo.

Saudade de Domingo #56: Los años teen

Ayer terminé de ver la serie del momento 13 reasons why. La verdad comencé a verla  para saber qué era lo que enganchaba a tanta gente. No le tenía mucha fe. Nunca me han gustado las tramas adolescentes, pero acá es donde la serie da un giro: No es sólo para adolescentes. Me atrevería incluso a decir que no es para teenagers, pues encuentro la trama bastante compleja, con muchos matices y un nivel de reflexión orientado a un público más maduro, para aquellos profesores, padres, hermanos que tienen contacto con adolescentes y que muchas veces no toman en cuenta las señales de que un chico o chica está sufriendo de acoso en el colegio.

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La serie me ha hecho recordar mis propios años teen. Ya con 31 años tengo cierta distancia de aquella época y confieso que me hubiera gustado ser quizás más «adolescente», en el sentido estricto de la palabra. Adolecer, haberme equivocado más, haber sido mucho más inconsciente, más visceral, más parecido a mis compañeros. Tuve mis crisis, mis ataques de histeria juvenil pero en general fui mucho más contenido. Muy estudioso, muy lector, enfocado en mis clases y soñando todas las tardes en la novela de turno que escribía. Me admiro de la férrea disciplina con la que escribía por esos años. Llegaba del colegio tipo 14h30, almorzaba, veía algo de tele y ya a las 16h00 estaba frente a la compu escribiendo durante dos o tres horas. Nunca más de eso, pero sí todos los días. Vivía mi mundo paralelo con los personajes que creaba porque en la vida real, en el colegio, nunca me sentí cómodo.

Tengo buenos recuerdos del colegio, amigos a los que evoco en mis pensamientos con cariño, a veces hasta me río de ciertas situaciones vividas en los recreos, en las horas libres cuando un profesor faltaba o en la incertidumbre de los exámenes finales. Sin embargo, debo confesar que no fue una linda época y en la actualidad no la extraño para nada. Tengo amigos que añoran sus años de colegio, a sus amigos de la época, que se reúnen cada tanto. Yo nunca sentí nada de eso. De hecho al graduarme y al empezar la universidad, me sentí aliviado. En la secundaria siempre me sentí un pez fuera del agua. Mis intereses por el cine, la literatura, el teatro eran quizás muy exquisitos para el resto de mis compañeros. Ya en esa época hablaba varios idiomas, escuchaba música brasileña, francesa, italiana. No me sentía afín con los gustos musicales de mis compañeros ni tampoco con las películas que veían. Confieso también que hice muchos esfuerzos para encajar, traté de escuchar la música que a ellos les gustaba, traté de consumir la televisión que veían, pero siempre terminaba aburrido y a mi corta edad, me preguntaba «¿por qué hago esto? «. Ser estudioso me trajo admiración por parte de mis profes y de muchos amigos, pero también me alejó de muchos de ellos. Nunca supe bien si se alejaban de mí por no saber qué hablar conmigo o porque les resultaba extraño, demasiado «nerd». Por aquellos años ser llamado «nerd» no era bonito y sí bastante peyorativo, sinónimo de inteligente, pero también de ingenuo, estúpido y tímido. Muchas veces escuché ser llamado así, pero como tenía tres o cuatro amigos con los que me llevaba bien, los comentarios de los demás poco me importaban o quizás dolían menos.

En las épocas que quizás resultaba «popular» era en las semanas de exámenes. Ahí sí era el centro de atención, me buscaban, me llamaban, charlaban conmigo, todo para que los ayudara a estudiar. Ya desde esos años tenía ese instinto de enseñar y lo hacía con gusto, aun cuando sabía también que era puro interés, que pasado ese período todo volvería a ser como antes. Me saludarían nada más, sonreirían también como para tenerme de su lado, pero no compartirían más momentos conmigo. Lo sabía bien. Jamás me acosarían o me atacarían frontalmente porque podrían necesitarme en el futuro. Era como si entre ellos y yo hubiéramos pactado una especie de acuerdo. No se meterían conmigo frontalmente a menos que los ayudara. Uno de los grandes aprendizajes de esos años teen fue distinguir a los amigos circunstanciales de los verdaderos.

Viendo 13 reasons why pienso en los otros compañeros del colegio que sí sufrieron un acoso fuerte. En aquellos años no lo llamábamos bullying, éramos inconscientes de lo que pasaba entre nosotros. También es verdad que no todo debe llamarse bullying, pero sí creo hay que estar atento cuando un niño o adolescente presenta ciertas señales de acoso. En los años teen por la corta vida que se tiene, tendemos a creer que el mundo es el colegio, que el universo son tus compañeros y profes, que jugarse la vida es hacer bien un examen, levantarse a la chica guapa del curso o emborracharse en una fiesta. Pero no, el colegio es apenas una micropartícula, una etapa que esfuma y que años después uno mira con cariño, indiferencia, nostalgia o lo que fuera. Probablemente el chico o chica popular sea cualquier cosa años más adelante y quizás el acosado, el calladito sea una persona de éxito. Todo da vueltas y nada es seguro. Quizás en 13 reason why si Hannah no hubiera optado por el suicidio, hubiera sido en sus años posteriores una chica de éxito que recordaría sus años de colegio como un periodo de inmadurez, de desilusiones que fueron tierra fértil para fortalecerse en el presente. Los años teen pueden ser crueles pero a veces son necesarios en el tránsito. Y lo más importante (o más triste para algunos): No vuelven nunca más.

Saudade de Domingo #55: Mi hermana

Hace 27 años dejé de ser hijo único para convertirme en hermano. Seguramente en ese momento no entendía bien lo que eso significaba y lo fui asimilando con los años. Aun hasta ahora sigo aprendiendo de ese vínculo con mi hermana. Es una relación que no se agota, que crece, se transforma y se va actualizando. Ya no somos los niños que jugaban pero cada tanto peleamos por nimiedades, nos reconciliamos y estamos ahí siempre para ayudarnos. También nos reímos mucho y compartimos muchas cosas.

Hoy, en Buenos Aires hemos pasado un lindo día (desde ayer en celebraciones). Me da gusto verla transformarse en una mujer independiente, que se levanta, que afronta desafíos, que tiene miedos como todos pero que se sobrepone a las pruebas. Con ella me pasa algo muy curioso: la sigo viendo como mi hermanita, la pequeña, la bebé, aun 17952731_10154203941566486_8310883875220191745_ncuando todos sus logros me muestren a una mujer emprendedora delante. Siento que nunca crecerá para mí, que será siempre la niña churrona que cantaba villancicos con mi papá en navidad, que en algún momento quiso ser cantante y que era una fanática acérrima de la serie Expedientes X.

Con esa imagen de niña que tengo a veces quisiera poder aliviar el peso de sus responsabilidades, evitarle penurias, acortarle el camino de sinsabores al haber vivido yo experiencias similares. Pero me repito que ella tiene su propio camino, que sólo puedo estar ahí para aconsejar, para dar un abrazo pero que no puedo intervenir, por su propio bien y su propio crecimiento.

Estoy muy feliz de haber pasado este día con ella, rodeado de amigos que como yo la  aprecian y la quieren por su sensibilidad, su humildad y sentido del humor. Aun se me hace raro pensar que ya tenga 27 años, que haya salido del país y se esté abriendo paso en una nueva tierra. Estoy seguro que como en otros retos, saldrá triunfadora.

Te quiero bebé.

Saudade de Domingo #54: Otra alternativa

Ecuador tiene fractura múltiple. Por un lado, hay quienes están por la continuidad del oficialismo, otros a favor de un cambio por la Derecha y un sector (más pequeño) que no se siente representado en ninguna de las dos posturas anteriores. Este tercer grupo es más difuso, dubitativo y por múltiples razones decidieron anular su voto o dejarlo en blanco.

En cualquier caso, está claro que dentro de un territorio pequeño como el del Ecuador, queremos quizás lo mismo (el bienestar, igualdad, etc. ) pero por vías diferentes, aceptando los pros y contras de cada propuesta ideológica. Prueba de ello fueron las elecciones del domingo pasado. Más allá de que exista o no fraude electoral, está claro que dos grandes porciones de la población se debaten entre la continuidad y el cambio. No hubo una victoria arrolladora para ningún partido y sí una gran división, maltrato, protestas en las calles, en redes sociales y de parte del mismo gobierno (cosa que no es de asombrarse).

El panorama  mundial es un poco (bastante) desalentador. Estados Unidos con Trump, Venezuela enardecida por Maduro, México y su narcopolítica, Paraguay en una crisis política sin resolver, Siria despedazada por el gobierno oxidado de la familia Al Asad, ISIS y Estados Unidos; Argentina dividida entre el pasado kirchnerismo y el actual macrismo que no termina de entenderse; Francia, de cara a las elecciones y con una altísima intención de voto para la candidata de derecha Marine Le Pen, mientras que en Guayana Francesa, la gente protesta ante la inseguridad y hace un llamado urgente a Francia en busca de ayuda. Son tiempos convulsionados y más que nunca, todos esos conflictos aparentemente lejanos tienen cierta repercusión en nosotros. A nivel mental, emocional estamos cansados de tanta impunidad, de atentados, de genocidios en nombre de una bandera en el mundo entero. Y es que parece que como humanidad no hemos aprendido nada porque insistimos en la dominación por la fuerza, en la sed de poder que termina destruyendo cualquier buen ideal.

La Historia demuestra que ni la Derecha ni la Izquierda han solucionado nada en su totalidad. El ego se disfraza con una ideología, cambia nombres, enaltece otros valores pero al final del día el odio hacia el sector opositor es igual, destruir aquello diferente porque me puede tumbar, porque me da miedo. Hace mucho tiempo dejamos de escuchar(nos) y solo escuchamos nuestro propio casete y con ese mismo casete, sin filtrar, inundamos las redes sociales de mensajes que promueven odio. ¿No se supone que tanto Derecha como Izquierda buscan el bienestar social (cada una a su manera)?

Así las cartas están echadas y trato de preguntarme como ciudadano común, que paga sus impuestos y trabaja como cualquier otro ecuatoriano: ¿Existirá alguna otra alternativa que no sea la Derecha o la Izquierda? Porque la verdad esos antagonismos, esas polaridades me molestan muchísimo. Si consumo ciertas cosas, eso ya me haría de determinado bando. ¿Por qué ponernos etiquetas? ¿Por qué prohibirnos de expresarnos para después no ser señalados bajo una etiqueta? Los nuevos grupos que han llegado al poder en los diferentes países prometiendo un cambio, terminan al final reproduciendo odio, sembrando discordias de la misma forma que los grupos anteriores a ellos. Entonces, ¿de qué hablamos?

Creo que debería existir otra alternativa, alguna que sea abarcadora, que no se agote en discursos lindos que se leen bien como literatura pero que en el lado práctico no solucionan nada. Y lo digo yo que no me considero de ninguna bandera política y por ello no me siento representado por nadie. Sueño con un mundo en que sin importar en quien creas, cómo luzcas o con quién te acuestes, todos trabajemos juntos para tener esa sociedad más equitativa de la que tanto hablamos, colocando a la filosofía, a las humanidades con el mismo peso que tienen las ciencias exactas. Quizás si supiéramos más de política, de historia, de filosofía, elegiríamos mejor y no comeríamos carreta fácil. Pero eso obligaría a tener políticos más preparados y no, no los hay.

Ante este panorama nacional de protestas, leo estados de Facebook de conocidos que piden calma, que cada uno vuelva a su trabajo, que trabajen desde la micropolítica, laborando honestamente, respetando las normas de convivencia, sin joder a nadie, cuidando el medio ambiente, estudiando, etc. Pero tenemos que ser honestos, la macropolítica también nos jode y mucho, como bien dicen Guattari y Rolnik cuando señalan que ambos aspectos se nutren el uno del otro y que si uno de los dos prevaleciera, cualquier causa o lucha quedaría coja. Porque puedes hacer muy bien tu trabajo pero si a tu empresa le ponen trabas de impuestos y más burocracia, va a afectar, quieras o no, en tu micropolítica. Si quieres que tus hijos estudien pero la educación secundaria es paupérrima por la limitación de los programas de un ministerio, va a afectar en tu micropolítica. Si los precios suben sin control y resulta cada vez más caro hacer tu compra de supermercado semanal o mensual, eso va a afectar a tu micropolítica y también a tu cabeza, porque mentalmente toca vivir preocupado si llegarás con las cuentas al siguiente mes. Así que lo de la micropolítica es genial, me encanta, me pongo la camiseta con eso, pero no podemos eludir que la política a nivel de gobierno nos afecta y por tanto tal o cual candidato debe ser elegido con transparencia y sobre todo haciendo un voto consciente. No pensando únicamente en mi beneficio inmediato, que ha sido el mayor cáncer de nuestros países. Siempre pensamos en nuestro propio beneficio aun cuando sepamos que el de al lado se jode a base de nuestra felicidad.

Pensando en todo esto los últimos días, me encuentro con algo lindo en el muro de Facebook de una amiga. El mensaje del filósofo Bertrand Russell hablándole a las futuras generaciones, a las que les pide amar sin distinción, tolerando a quien piensa diferente, trabajando con él. De lo sencillo que resulta, es difícil de lograr. Pero habría que intentarlo, buscando esa otra alternativa que supere cualquier brecha política. Una utopía, quizás.

Saudade de Domingo #53: Retomando proyecto

Con el fin de este ciclo intensivo de clases (realmente fue agotador), puedo volver a mirar a la masa informe de guion que tengo entre manos. Digo masa informe porque ni siquiera es un guion como tal, es apenas un embrión en el que consigo vislumbrar un esqueleto y algunos cuantos órganos. No tiene rostro todavía, palabras sí, muchas, acciones también y desde ya empiezo a temer cómo será grabar todo ese embrujo de escenas bocetadas que son muy diferentes a todo lo que ya escribí anteriormente. Es una comedia negra, es lo único que tengo claro, un humor algo mordaz (es lo que supongo, capaz no llega ni a humor de Walt Disney), que debe ir in crescendo hasta llegar a algo.

Normalmente no suelo hablar de mis proyectos hasta que llegan a una instancia de maduración que me permite mostrarlos. Muchos de ellos nunca vieron la luz por desestimarlos o porque no alcanzar el nivel de madurez que yo les exigí. Todos fueron procesos diferentes y una vez más en este guion, quiero llevar a cabo un desarrollo diferente.

La idea de este guion surgió hace unos siete años, según afirman mis libretas de anotaciones. La primera imagen que surgió fue la de la protagonista, que además estaba inspirada físicamente en la actriz que protagonizó un cortometraje que grabé en el 2009. De hecho llegué a comentárselo y se entusiasmó con la idea, que para ese entonces sería sólo un cortometraje, con una sola locación y dos personajes. Me cerraba además en cuanto a producción ya que podía hacerse con un presupuesto moderado.

El tiempo fue pasando, en aquel entonces trabajaba en Ecuavisa y ya empezaba a dar clases en Casa Grande, por lo que mi tiempo era realmente escaso. Recuerdo también haberme propuesto mejorar mi nivel de francés así que en las noches libres tomaba clases de conversación en la Alianza Francesa de Urdesa. Para completar estaba en etapa de post-producción de otro corto y estaba además remontando el documental sobre el teatro que había hecho como tesis de grado. Resultado: menos tiempo para escribir y la historia se fue quedando archivada. Según mi libretas, en esa época llegué a escribir una especie de monólogo del personaje principal, unas cuantas anotaciones sobre su relación con su pareja y ciertas directrices en cuanto a la estética.

Realicé otros cortos, luego fui a Argentina a estudiar el master y allá con el estímulo creativo que tuve por la misma Buenos Aires, los compañeros y las materias, volví a retomar esa historia. La miré ya con otros ojos y vi que tenía potencial para largometraje. Fui pensando en más situaciones que debían suceder entre la pareja en su departamento, afiné el conflicto central, anoté varias referencias que necesitaba ver y leer para meterme más en la historia, pero luego tal historia volvió a caer en el olvido. La sensación que tengo de ese entonces era de una emoción tal, que poco me faltaba para sentarme escribir las primeras escenas ya en formato guion. Pero la vocecita crítica -paralizadora y castradora- me decía: No es el momento, te falta investigar más, conocer más a tus personajes. Lo único que conseguí fue volver a archivar a esa historia, mientras otras venían a tomar posesión de mi cabeza.

Siguió pasando el tiempo y la idea de esta historia siguió flotando por mis pensamientos cada tanto. Alguna que otra vez cuando pensaba en una situación que creía interesante, la anotaba para al menos fijarla en el papel. Luego volvía la historia al olvido con la tranquilidad de que todo reposaba en las notas de mis libretas.

El año pasado empecé a bocetar dos historias en diferentes meses con la idea de que una se volviera la película que finalmente querría grabar y que se convirtiera en mi ópera prima. Las dos llegaron a desarrollarse hasta una escaleta básica. Sin embargo, en ambas algo no me convencía. Las sentía quizás muy inmaduras todavía y no me sentía preparado para llevarlas más adelante. En medio de esa insatisfacción la misma vocecita crítica -a veces sanadora- me recordó esa historia anterior que con el paso del tiempo quizás podría haber mejorado.

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Evidencia del trabajo de ayer sábado. Revisando libretas, releyendo sinopsis, corrigiendo escaleta.

La retomé, puse en práctica mis nuevos conocimientos y experiencia acerca del guión y me di a la tarea de reescribir el storyline, redactar la sinopsis y entre idas y venidas, de fiestas navideñas, mi curso en New York y el intensivo de clases que di, he podido ir perfilando una escaleta modesta. Aun falta que gane ritmo, la verosimilitud se cae a momentos, pero tengo identificados los puntos en los que debo trabajar. Ayer sábado tuve una jornada fructífera de corregir escaleta, de escuchar música inspiradora, de cambiar situaciones y en unos cuantos días de trabajo más, empezaré a escribir las primeras escenas. No será un proceso rápido pero sí quiero que sea divertido para mí, de lo contrario no tendría sentido hacerlo.

El guion se aproxima y con él se cristalizará o encontrarán un cauce, las decenas de páginas sueltas escritas a lo largo de todos estos años. Escribir este guión es por esto también una cuestión de honor en nombre de la vorágine de papeles sin destino.