Volver siempre es difícil y más cuando sientes que tienes cuentas pendientes con el mundo. Quiero decir cuando crees que afuera de tu perímetro están pasando cosas en las que sientes que deberías estar. Así me siento un poco en Guayaquil. En un lugar estable, mío de cierta manera, pero al mismo tiempo alejado de todo, aun cuando en realidad físicamente estamos en el centro del mundo.
Salir de la ciudad -y del país- se me presenta siempre como una oportunidad de ponerme en contacto con el mundo (hablo en términos físicos no metafísicos). Me sumerjo, exploro, recorro, me despojo de temores, prejuicios y me vuelvo una hormiguita anónima que deambula y a los tumbos aprende algo, aunque sea una nimiedad.
Y luego de esa desconexión con Guayaquil viene el doloroso proceso de reconectar. He hecho un repaso rápido de los pensamientos que se me cruzan cuando llego al aeropuerto de Guayaquil y a pesar de las diferentes épocas, la idea es siempre la misma: Qué pesado regresar, otra vez acá, nuevamente el calor, otra vez la rutina.
Un poema de María Negroni. No se por qué, pero de alguna forma siento que este poema me toca, me afecta en estos momentos.
No le puedo pedir a Guayaquil lo que me pasa con otras ciudades, porque cada una es única y bella desde su lugar, pero con este trópico me llevo a las patadas. Pero son patadas sin dolor. No me maltrato físicamente con Guayaquil, nos violentamos con la indiferencia, dándonos la espalda y en un momento insospechado nos miramos y creemos entender por unos segundos, por qué seguimos acá juntos. No es una respuesta lógica que pueda explicar, quizás la gramática de la poesía me pueda ayudar a entender. Sólo sé que estoy acá en la llamada Perla del Pacífico, en el llamado último puerto del ¿caribe?, viviendo como puedo, agradeciendo lo que la ciudad me ha dado y dejando que sean las letras las que dicten cuánto tiempo debe durar nuestro matrimonio.
Soy masoquista. Viajar es una de las cosas que más me gustan pero que también más me tensiona. Armar maletas, cuidar el peso, recordar qué productos están prohibidos, cómo distribuir las cosas entre las maletas y el equipaje de mano, las escalas, la sala de migración, etc. Todo eso me pone en tensión. Quienes vieron mi obra Pa et Blunk, sabrán bien a qué me refiero. Sin embargo, cualquier sacrificio vale la pena a la hora de conocer nuevos lugares, nuevas personas y a modo de conclusión de este viaje a New York, puedo decir que los gringos se portaron de diez. Amé la ciudad y siento que ella me amó también. La he conocido a través de la escritura, de la lectura, de amigos latinoamericanos y gringos. Sin duda es una de esas experiencias maravillosas que guardaré por siempre conmigo.Aun es muy pronto para dimensionar lo que ha sido todo este viaje. Tendré que esperar a que las cosas se asienten en el cuerpo, en el corazón para ver en su totalidad lo que ha pasado conmigo. Logré como en muy pocos viajes una desconexión casi total, fue una suerte de retiro espiritual (paradójicamente en New York) y la verdad no me arrepiento. Fueron muchas tareas, muchos recorridos y siento que yo al interior estaba buscando esa conexión con lo ajeno, con lo desconocido. Creo que además he tenido la suerte de estar rodeado de personas maravillosas que han sido como hermanos durante estos quince días en Nueva York.
Escribo todo esto desde la sala de espera en el JFK Airport, a pocas horas de volver a Guayaquil, a la rutina. Como ya me ha pasado en otros viajes, mi cuerpo llegará primero y mi cabeza terminará por llegar unos días después. Regreso con ganas de charlar, de contar lo que pueda digerir de la experiencia y leer, escribir, ver todas las películas recomendadas. Mirando hacia atrás, hace apenas dos semanas, puedo sentirme diferente a aquel que llegó un sábado de nevada a NYC. Me voy con más experiencia, con más preguntas, dudas, con ganas de regresar a NYC y perderme nuevamente entre sus calles geométricas abrumadas de rascacielos, de sentarme en el subte entre asiáticos, negros, latinos y gringos, de comer pizza al paso con porciones monumentales, de recorrer una y otra la vez la quinta avenida como si no hubiera remedio, de mirar el Hudson y pensar en Woody Allen, de caminar y respirar el aire del Central Park. Sin duda, es sólo un hasta luego, tengo cuentas pendientes con NYC y es imperativo volver, volver, volver.
Hoy volvió el frío. 4 grados, 2 grados, 1 grado. A lo largo del día la temperatura en lugar de subir, seguía bajando, así que otra vez la ropa pesada para aguantar el frío. En la clase de Guillermo, hablamos de los cuentos que nos mandó a leer: La autopista del sur (Cortázar), La aventura de un automovilista (Ítalo Calvino), Los destructores (Graham Green), Una partida de tenis (Daniel Moyano), Un lugar limpio y bien iluminado (Hemingway) y Cuarenta centímetros cuadrados (Samantha Schewblin). Una discusión muy interesante acerca de los mismos y de cómo la ciudad (o la noción de lo urbano) estaban presentes en los cuentos.
Para la siguiente clase que será el martes (el lunes es feriado acá en Estados Unidos) tenemos que llevar como tarea al menos la primera página del cuento que trabajamos esta semana como apunte. Aun no tengo claro cómo arrancar y menos aun cómo terminar. Voy a darle vueltas este fin de semana a eso a ver si se me ocurre algo. Espero que sí y sino trasladaré a la narrativa los consejos de María de dejarse llevar y que la escritura se manifieste.
En la clase de María leímos unos poemas de María Malusardi y uno de Mario Montalbetti, poeta peruano del que había escuchado mucho pero del que nunca había leído nada. El poema que leímos me pareció interesante ya que estaba totalmente despojado de imágenes poética complejas y su estilo llano, concreto, lo pone muy cerca de la narrativa. Sin embargo en su poema igual se producía el efecto poético, la sorpresa, el misterio con el juego de palabras, de conceptos.
Después de la clase fui con unas compañeras del taller a almorzar y a las 13h30 volvimos al City College para ver la película documental Se acabó la épica, que recoge testimonios que vivieron de cerca del escritor argentino Néstor Sánchez, autor prácticamente olvidado y que ahora su hijo está tratando de insertar nuevamente luego de su muerte en el 2003.
El documental es interesante por el personaje -Sánchez- mas no por el producto audiovisual como tal. No hay una propuesta desde lo cinematográfico que pudiera estar a la altura con el personaje de Néstor Sánchez. De todas formas, como contenido, la película es interesante para conocer al escritor.
Hoy debíamos ir al MOMA para hacer la tarea de María de elegir una pintura y a partir de eso escribir un poema pero con unas compañeras decidimos ir a conocer Harlem, un barrio dentro de Manhattan, con un gran población afroamericana y latina, peligroso hace años atrás pero que hoy se siente más seguro. Estuvimos en el Museo del Barrio y en el Museo de Nueva York. Ambos lugares son imperdibles. Para terminar, fuimos a un bar de comida etíope donde además había jazz en vivo. Una experiencia inolvidable.
Mañana sábado iré al MOMA y luego lo que los pies y el destino dicten que deba hacer.
Hoy hizo más «calor». La temperatura llegó a 18 grados y obviamente los abrigos pesados empezaron a molestar más de la cuenta. En la clase de Guillermo leímos los «apuntes» de los cuentos que vamos a escribir (por lo menos una página) la próxima semana. A pedido de él, o mejor dicho, por su sugerencia, casi todos apostamos por el tema fantástico. Guillermo fue leyendo los apuntes de cada uno, haciendo comentarios para encontrarle posibles caminos al desarrollo de cada cuento. De mi apunte, Guillermo dijo: sos novelista. A continuación dijo gustarle el conflicto de la historia y me sugirió hacer algunos ajustes en cuanto al orden los acontecimientos.
Mañana vamos a analizar el cuento urbano y para ello debemos leer siete cuentos en los que la ciudad tiene una presencia importante. Esta noche espero terminar de leer los tres que me faltan.
En la clase de María, leímos algunos poemas de autores argentinos. Me encanta ver lo apasionada que es al «abrir» el poema, como ella misma dice al acto de analizar los versos. Esta parte es muy interesante pero también vuela la cabeza. Los niveles de abstracción que se pueden lograr analizando un poema son infinitos. Esta parte me cuesta un poco ya que hay poema que están prácticamente encriptados, resulta difícil acceder a ellos, sin embargo María ayuda a direccionar el análisis. Dos compañeras leyeron sus poemas y luego del análisis, pedí leer yo (sí, yo pedí, cosa rara, pero cierta). Me había gustado lo que escribí la noche anterior y quería el feedback de María. Le gustó la musicalidad del poema, sugirió cortar unos versos y me pidió que pensara en un título, ya que el le puse era muy largo (lo era en verdad).
Luego con unos amigos fuimos al Central Park como parte de nuestra tarea con María para presentarle un poema mañana. La temperatura agradable hizo también apacible la caminata por Central Park. No se puede creer lo enorme que es, hay muchos mundos dentro del parque. Sin duda una gran epopeya neoyorquina. Inspirado en lo que vi, escribí un poema esta noche que por lo menos a mí me suena bien. Creo que voy entendiendo cómo liberar la mente y dejar que la poesía fluya entre los dedos.
Mañana después de las dos clases vamos a tener la proyección de un documental sobre un escritor argentino y luego deberíamos ir al MOMA a ver la muestra permanente y las temporales. Otra noche más en New York que termina y yo amando cada vez más la ciudad.
Hoy llegué temprano. Calculé mejor mis tiempos y llegué bien. La temperatura subió hoy. Al salir de hotel hacia el subte estaba a 7 grados y aunque parezca mentira empecé a sudar. Después de temperaturas en negativo supongo que ya me había acostumbrado a ese frío extremo.
En la clase de Guillermo, seguimos estudiando los errores comunes que se cometen al escribir en cuanto a la forma. La presencia de gerundios, exceso de adverbios, frases comunes, exceso de lirismo, palabras rebuscadas, etc. Luego cada uno tuvo unos minutos con Guillermo para hablar sobre el cuento que escribimos. Sobre mi cuento, Guillermo me dijo que le parecía más una novela por la forma en la que estaba escrito, que para cuento sería necesario quizás reducir ciertos pasajes. Coincido plenamente y de hecho sé ahora dónde cortar porque de hecho algo en mi interior me molestaba de esas partes. Sin embargo a veces me enamoro de cosas que escribo y termino editando poco. Así que ahora sin dolor, haré una intervención quirúrgica a mi cuento. Por su propio bien.
En la misma clase, se sortearon 5 ejemplares de una antología de cuentos de varios autores, entre ellos Guillermo. Dado que en la clase somos como 20, Guillermo optó por hacer un sorteo. Todos anotamos nuestros nombres y al iniciar el sorteo el primer nombre que salió fue el mío. Luego hice que Guillermo me autografiarla la portada de su cuento dentro del libro (sí, fue mi momento de farándula).
Como consigna para mañana, nos quedó de tarea traer un «apunte» de historia, lo que yo llamaría en audiovisual un storyline. No sé si el que escribí funciona, pero ya veré mañana qué dice Guillermo del «apunte».
La clase con María, como siempre interesante. Me encanta cómo escucha con atención los poemas de los compañeros, buscando la sonoridad, el efecto poético. Hoy trajo a la clase un texto de la filósofa española María Zambrano acerca del oficio de la escritura y fue realmente lindo analizarlo párrafo por párrafo. Me quedaron sonando algunas frases como «escribir viene a ser lo contrario de hablar», «la poesía es secreto hablado. que necesita escribirse para fijarse», «el secreto se revela al escritor mientras lo escribe». Zambrano habla de la escritura como un momento de soledad en la que el escritor se calla para fijar en palabras aquello de lo que nadie habla, que está oculto, en alguna parte y que el escritor lo trae a través de su pluma. María haciéndose eco de Zambrano, dice que la página blanco no es un terror, sino un don, porque es la posibilidad de que algo surja. Esa mirada optimista, entusiasta sobre la angustia de la página en blanco me parece hermosa. Me encanta recibir clases y saber que los profesores tienen nivel. Desde ya, siendo la cuarta sesión, siento que he aprendido muchísimo, confirmándome lo mucho que amo las letras y que este es quizás el oficio principal al que me quiero dedicar (sea en narrativa, poesía, teatro o audiovisual).
La tarea de hoy para mañana fue caminar por el Brooklyn Bridge, visitar el Dumbo y a partir de eso escribir un poema. Estoy más contento con lo que logré con este poema que con los anteriores. Quizás estoy entendiendo mejor «el trip» de la poesía. Hoy no alcancé a leer, así que veré si puedo leer mañana.
Hoy llegué a las 09h02 y ante la presencia de la mayoría de mis compañeros en el aula, me sentí fatalmente atrasado. Por más que me levanté temprano, vestirse en invierno neoyorquino toma tiempo: camiseta, camisa, buzo ligero, abrigo pesado y gabardina. Desayuné rápido y me lancé a caminar por la 32nd ST hasta llegar a 7th Av. y de ahí al subway 1 en la 34th ST. Aunque Manhattan parezca «pequeña» en el mapa, es inmensa! Estoy en el Midtown y para llegar al Financial District que está en el sur de la isla, son más de veinte minutos en metro. Espero mañana calcular mejor los tiempos y llegar antes de las 09.
Hoy en la clase de narrativa, Guillermo leyó los inicios de todos nuestros cuentos. Agradezco mucho que los haya leído diciendo el título pero sin decir el nombre del tallerista. Mi cuento fue el segundo en leerlo. Suena tan raro cuando alguien lee un cuento tuyo en voz alta y más si es el profe, que además es un gran escritor. Uno se siente minúsculo y claro, mientras él leía yo criticaba mentalmente hasta las comas de mi texto. Hizo algunas apreciaciones muy válidas que me apresuré en anotar. La clase de hoy transcurrió en leer los inicios de los cuentos, algo que en principio podría parecer tedioso pero fue muy enriquecedor. Cada cuento tiene sus propias leyes y fue muy bueno escuchar los comentarios de Guillermo. Me acordé de mí mismo cuando tengo que dar comentarios sobre los trabajos de mis alumnos.
Hicimos un breve receso en la primera hora para tomar un café y luego de la lectura de los últimos cuentos, Guillermo nos entregó los cuentos con sus observaciones para que las viéramos y nos animáramos a corregir. «Estoy dispuesto a hacer una segunda lectura de sus cuentos», sentenció. Cuando me entregó mi cuento, me preguntó: «¿Sos novelista?» A lo que respondí que había escrito algunas novelas no publicadas y él me dijo: «Tenés tempo de novelista, por la estructura de las frases…». Dijo algo más que no logré registrar, quizás porque enseguida me pregunté mentalmente si eso que me decía Guillermo era a sus ojos bueno o malo.
La clase con María, sigue igual de genial. Hoy hablamos sobre Meschonic y su concepción de poesía. Luego leímos algunos poemas cortos de Louise Gluck para encontrar en ellos cuál era «el efecto poético». Este concepto es algo difícil de comprender ya que las leyes de la poesía son muy diferentes a las de la narrativa. La poesía no puede explicarse como se puede sintetizar una idea en narrativa a modo de storyline. Es necesario leer el poema y que él mismo se explique. «La poesía por definición, es oposición», nos dijo María. No busca la coherencia del lenguaje, lo modifica en conceptos, reinventa palabras, todo en función de crear imágenes que expresen mejor aquello que el poeta necesita sacar. Escuchar a María, aprender de ella, me ha hecho «descubrir» la poesía, un campo al que siempre le tuve miedo y respeto por no comprenderlo.
Luego leímos algunos poemas de los compañeros. No hubo tiempo para leerlos así que el mío no se leyó, algo que no lamento pues me siento un párvulo en poesía. Sin embargo en el fondo quisiera algún poema de los ocho textos poéticos que debemos producir.
La misión de hoy fue ir al ferry y cruzar de Manhattan a Staten Island para escribir un poema como tarea. Ya escribí el mío y la verdad que me extraña. No sé bien de qué hablo pero trato de recordarme que no es narrativa. Veré si mañana en clase logro leer mi poema y si no, seguro leeré el tercero.
På et Blunk significa «en un parpadeo» en noruego. El título en esa lengua nórdica apareció como una urgencia, una necesidad por tener un nombre, ya que desde la primera versión del texto no había un título. Me suele pasar cuando escribo que, o bien ya tengo el título que de alguna manera direcciona toda la obra en cuestión o empiezo a escribir sin título y a medida que avanzo me resulta cada vez más difícil decidirme por un nombre. Esta obra se encuentra en el segundo caso. Comencé a escribir el texto como parte de una tarea dentro del taller de entrenamiento para actores que tomaba con Itzel Cuevas. La idea era tener un texto para trabajar. Aun no estaba claro si se iba a hacer un montaje o no pero al menos queríamos hacer el ejercicio.
Luego de buscar entre varios textos ya escritos, decidí que debía escribir algo nuevo. Recuerdo que en alguna de las sesiones con Itzel, nos mencionó que el trabajo del actor consiste en revisarse, mirarse por dentro y luego exponer todo eso en escena. «De que es un proceso que puede ser doloroso, claro que sí, y mostrarlo también puede ser sanador», nos dijo con la convicción de alguien que tiene más de 35 años en escena, enfrentando personajes, estudiando textos, construyendo y rearmando montajes completos.
La sexta versión del texto, con la que ya empezamos a armar el montaje, en agosto.
Recordando sus palabras, me vino a la memoria el ejercicio final que había hecho durante un taller con Leo Van Cleynenbreugel, donde a modo de improvisación trabajé mi fobia a los controles de migración en los aeropuertos. Para sorpresa mía, toda esa improvisación causó mucha risa en Leo y en los compañeros talleristas. Había algo -o mucho- de chistoso en esa drama mío con los aeropuertos. Eran además situaciones fácilmente identificables y por las que todos, sin excepción, hemos pasado. Decidí entonces escribir un texto alrededor de ese tema, a mediados de junio de este año. Era totalmente literario, narrado más bien a modo de diario, en el que todo se concentraba en mi proceso mental frente a las situaciones de filtro en el aeropuerto (detector de metales, sellado del pasaporte, filas de espera, etc.). La primera observación de Itzel ante ese texto fue: «Está narrado todo desde la mente, el texto necesita tener acciones -físicas- para que lo puedas transitar». Vino una segunda corrección, en el que ese aspecto mejoró pero seguía sonando muy narrativo. Como nuevo ejercicio, Itzel me mandó a escribir el texto ahora enfocándome en las emociones. Era como la versión visceral de la segunda corrección, que debía escribirlo apenas para tener conciencia de qué me pasaba corporalmente con cada momento dentro del aeropuerto. En medio de cada revisión transcurría el tiempo ya que yo estaba a full con el trabajo en la facultad e Itzel estaba con el montaje de Romeo y Julieta. Así que el texto tenía ciertos lapsos de reposo, que ahora viendo en retrospectiva, fueron necesarios para que la historia se fuera gestando. Cada texto tiene su propio ritmo y modo de crecer.
Vino después una nueva versión en la que decidimos que había que involucrar al público, reescribiendo textos que debían ser dirigidos para los asistentes. En esa reescritura, ciertas momentos se borraron para siempre, otros se extendieron. Había que llevar la historia a un cuento y yo me volvería una especie de cuentacuentos en escena. Itzel me había dicho durante alguna sesión que yo tenía vis cómica, que era cómico por naturaleza y que podíamos utilizar eso en la escena.
Con esta nueva versión, el texto se potenció y mientras se trabajaba la escenografía, empezaron los primeros ensayos. Ya a esas alturas, el texto había pasado por varios nombres: Paranoia, En un parpadeo, La sala de migración, pero ninguno terminaba de convencerme, sin embargo había que elegir uno ya que teníamos fecha de estreno en el Microteatro GYE. Dado que la historia es el recorrido de un personaje que viaja a Noruega con su respectivo vía crucis, Itzel me dijo que quizás el título En un Parpadeo podría funcionar en noruego. Busqué en google translator, consulté con algunos conocidos noruegos y la traducción era Pa et Blunk. Sonaba bien y con la estética cómic, diseñada por Valeria Galarza, el título adquiría una apariencia pop art, retro, que me gustaba.
Las primeras versiones del texto de Pa et Blunk, cuando aun no se llamaba así.
Ahora ya en la última semana de På et Blunk, mirando hacia atrás y revisando las versiones, me doy cuenta del recorrido que ha llevado el texto. Lo que más me gusta es darme cuenta que la esencia, esa locura, ese frenesí por el viaje estaba presente desde el primer borrador. Aun el personaje estaba en embrión para ese momento, pero se fue fortaleciendo a lo largo de las reescrituras. Hoy en día es un tierno paranoico que vuela a Oslo a visitar a su tío y que trata de mantener íntegro su amor por los viajes, pese a los filtros en los aeropuertos. Esta semana que viene På et Blunk terminará sus funciones en el Microteatro GYE, con un personaje fortalecido, sorprendente y que ha crecido frente a mí.
Para quienes quieran ver På et Blunk en su última semana, estará de miércoles a sábado a las 20h15 y 21h55, en el Microteatro GYE (Av. Las Palmas #307, diagonal a la entrada de Miraflores de la Universidad Casa Grande).
En los ambientes laborales, pausa activa se refiere a aquellos breves momentos en medio de la jornada de trabajo, destinados a realizar alguna clase de ejercicio físico con el objetivo de distender el estrés que suele producir la cantidad de horas sentado frente a una pantalla.
Dado que estoy haciendo natación por las mañanas, siento que cumplo con mi parte corporal del día (sí, soy medio vago con ese tema), así que la pausa activa la tomo más para tres cosas: interactuar con mis compañeros, refrescar los idiomas que conozco y leer algún articulo/vídeo interesante relacionado a lo audiovisual.
Conversar con mis compañeros es muy importante. Fuera de las actividades laborales en las que siempre hablamos, me parece indispensable hacer una pausa y hablar de otra cosa, creo que en esos lapsos breves es cuando realmente aprendes a conocer con quiénes trabajas. Hace años atrás trabajaba en un lugar donde no me sentía a gusto y cuando salí de allí, me sentí un poco mal porque en realidad no había llegado a conocer a mis compañeros. Cumplía con mi trabajo, daba lo mejor de mí, charlaba con mis colegas, pero nunca me di la oportunidad de conocerlos más allá de los temas laborales. Me dejó un mal sabor de boca que me propuse no repetir en ningún otro trabajo.
Así que en los siguientes trabajos que he tenido siempre busco un momento aunque sea minúsculo, para hablar con mis compañeros. No concibo la idea de estar tantas horas con un grupo de personas y no saber nada de sus vida, de lo que hacen fuera del trabajo y de sus aspiraciones. Quizás veo a mis compañeros como personajes. Cuando estoy en un proceso creativo, me tomo un tiempo para escribir primer sobre mis personajes. Qué hacen, cómo piensan, cómo viven, cuál ha sido su pasado. Me es indispensable saber de ellos antes de escribir una sinopsis. Y cuando conozco a alguien me intrigan las mismas cosas que cuando comienzo a pensar un personaje. Muchas veces no sé cuánto mis personajes se nutren de las personas que voy conociendo. Lo cierto es que charlar aunque sea de una banalidad es necesario dentro de mi pausa activa.
También dentro de la pausa doy espacio a refrescar los idiomas que conozco. Siempre tengo el oculto temor de olvidar palabras de alguna lengua, sobre todo cuando caigo en la cuenta de que llevo algún tiempo sin leer o hablar nada en ese idioma. Así que cuando detecto eso, empiezo a leer algún artículo o veo algo en youtube en esa lengua. También escribir es buen ejercicio. Esta mañana por ejemplo, mientras escribía algo sobre el personaje de la película que estoy escribiendo, comencé a hacerlo en inglés, al inicio para practicar y luego sentía que a nivel creativo, ese personaje necesitaba de esa gramática, de esos fonemas para expresarse. Es algo loco que a veces sucede y que no lo corto cuando me doy cuenta que aparece. Creo que al menos en las historias que escribo, los idiomas tienen mucha importancia. A veces hay frases en francés o en portugués que describen mejor a un personaje. Así fue como una vez decidí grabar un corto entero en italiano, pues sentía que el personaje principal debía pensar y actuar en ese idioma.
Y como tercera cosa dentro de la pausa activa, está la exhaustiva consulta de artículos o vídeos relacionados a lo audiovisual. Me encanta estar al día de todo lo que sucede en cine o televisión de cualquier parte del mundo. A momentos por alguna situación, viene a mi cabeza alguna imagen o frase de película, novela o serie. Y para capturar ese frame de mi memoria, suelo postearla en FB. En ese sentido mi muro funciona como un pastiche de recordatorios de películas y series norteamericanas, europeas, latinoamericanas.
Quizás mi pausa activa pueda parecer demasiado mental y de hecho lo es. Pero se trata de un ejercicio cerebral diferente al de mi trabajo diario. Sin esos pequeños escapes creo que colapsaría. Necesito levantarme, hablar, moverme, leer cosas alejadas de mi trabajo para luego volver nutrido y de alguna manera esos consumos se ven plasmados luego en mis tareas laborales. A veces y sólo a veces, suelo identificar en qué parte del trabajo están esas conversaciones, esas frases en otras lenguas o el frame alguna película.
Siempre me resulta difícil entrar en el universo narrativo de mi historia. Siempre me olvido que es más cuestión de sentarse, ver qué se hace y dejar que las ideas vayan bajando, asentándose, que los personajes ayuden a marcar el camino también.
El domingo pasado preparé en Excel un cronograma de escritura con el que pretendo, si todo sale bien, tener el primer borrador de la película en diciembre. Luego dejar descansar la historia en enero y retomar el segundo borrador en febrero.
Esta primera semana el objetivo era definir bien la estructura que llevaría la historia. Cuáles serían los puntos de giro, la necesidad de los personajes y sobre todo el desenlace. La trama más o menos la tenía clara, pues se trata de una historia que ya me venía dando vueltas desde hacía varios años, pero siempre surgieron otros proyectos en el medio y siempre este quedaba para más adelante.
Las clases de Guión que doy en la universidad me han ayudado mucho a tener fresca la estructura y en estos últimos días ha sido fundamental utilizar la técnica de las 8 secuencias para construir la estructura clásica de tres actos. De alguna forma ayuda a no sentirse tan asfixiado en la mitad del segundo acto. La verdad nunca había probado esta técnica y ha sido muy útil para detectar los puntos débiles de la estructura. Así no hay que esperar a la escaleta o al guion para encontrar los huecos de la trama. Ya desde la secuencia uno se puede dar cuenta por dónde va la historia, su ritmo, su tono. Para clarificarme aun más desempolvé una pizarra vieja que tenía y sobre ella dibujé la estructura y coloqué los momentos importantes de la historia. Es impresionante lo mucho que ayuda “ver” en grande la estructura. Se trata de un primer acercamiento a la historia desde la base, viendo las primeras acciones de los personajes, sus consecuencias y el aumento de la tensión hacia el clímax del conflicto.
He cumplido con la misión de esta primera semana. Puedo irme a ver una peli antes de dormir.
Hace una semana terminé el desafío de 21 de postear en Instagram una foto mía con un texto original inspirado en cada imagen. Como lo había dicho por acá, se trataba de una especie de prueba o de intento por adquirir un hábito. Ahora que ha pasado una semana del fin de los 21 días, aun siento embrionario poder hablar de haber adquirido un hábito, pero definitivamente fue un lindo proceso dedicarle un tiempo diario a la elección de cada foto y escribir un texto a partir de eso.
Foto del día #16
Me dejé sorprender por los personajes y las situaciones que iban surgiendo. Dentro de esa mecánica en la que había una mezcla de alquimia, alegría, incertidumbre y dependiendo del día, falta de ánimo, empecé a sentir más o menos por el día 12 -no lo recuerdo con precisión-, que había personajes que volvían a aparecer. Se disfrazaban en otras situaciones, bajo diferentes atmósferas pero al final del texto ahí estaban como si quisieran decirme algo. Suelo dejarme afectar -en un buen sentido- por esas causalidades (sí, causalidades, no escribí mal) y decidí jugar conscientemente con esos personajes, que se fueron uniendo y saltaban de una foto a otra. Al final del desafío, en la foto 21, teniendo como imagen el bello prado santafesino capturado durante un viaje en bus que hice a Rosario en el 2011, dos personajes importantes se encargan de cerrar la historia. Una historia que surgió espontánea, sin sinopsis ni escaleta previa. Se fue haciendo con cada foto, que ya parecía condenada a quedarse aletargada en una carpeta imposible del disco duro. Con este desafío de 21 días, esas fotos resucitaron y en los recovecos de los pixeles, se desplegaron personajes variados.
Debe estar conectado para enviar un comentario.