Saudade de Domingo #132: Lo que aprendí de la escritura gracias a los viajes

Viajar no es sólo un deseo, es una necesidad. Puede ser un viaje largo o corto, pero el hecho de trasladarse a un lugar poco o nada conocido nos coloca en estado de aventura. Así, nuestros cinco sentidos se perciben de otra manera, prestan atención a aquellas cosas que los locales consideran cotidianas o sin valor. Nos convertimos en detectives de las pequeñas rutinas ajenas.

Empecé a escribir desde la infancia como una necesidad de contar historias al igual que lo hacían los autores que leía. En esos momentos tenía mucha influencia de Dickens, García Márquez, Balzac. Cuando aparecieron los viajes en mi vida, mi escritura fue tomando otro camino. Uno más libre, errático, de intentos, de textos inacabados en muchos casos. Tenían otra densidad, otro clima y eso de alguna forma, me volvió adicto a los viajes. 

En la Estação do Porto

No me atrevo a decir que soy un viajero (sería un irrespeto para quienes con una mochila han recorrido medio planeta), pero sí me considero un amante de los viajes, como ya lo dije en este otro post. Los disfruto desde la elección del destino, la planificación y por supuesto, a la llegada. Algo en mí se activa una vez que piso el aeropuerto y me vuelvo un ciudadano con maleta, pasaporte y visas. Olga Tokarczuk en Los errantes, dice que el tiempo de los viajeros es insular, conformado por los relojes de las estaciones de tren, por las horas de vuelo en los que el paso del día a la noche se reduce a un instante. Este cambio de tiempo nos coloca en otra sintonía, en una más alta quizás y de allí vienen las lecciones que aprendí sobre la escritura durante los viajes.  

1. La “inspiración” se encuentra caminando. Soy un enamorado de las largas caminatas. Cuando he viajado acompañado he sido la tortura de algunos amigos, pues prefiero caminar todo lo que pueda y dejarme sorprender por lo que me encuentre en el trayecto. Una tienda de antigüedades, la conversación entrecortada a la espera del cambio de color del semáforo, el comerciante que intenta venderme alguna cosa, el olor de pan caliente de una confitería de barrio, la sala de cine que me seduce con películas en una idioma desconocido. Me gusta observarme en esas caminatas como un viajero sin piel que está expuesto a todo lo que ve, escucha, huele o toca. Y ahí aparecen personajes, líneas de diálogos imaginadas, escenarios posibles para un cuento o guion.

Caminando una noche en Oporto

2. Cualquier hallazgo puede transformarse en una historia. En los viajes, como en mi vida, creo en las causalidades y no en las casualidades. Si algo llega hasta mí es una señal del universo, del tiempo insular de Tokarczuk y lo aprovecho. Recuerdo que cuando caminaba por el barrio Gamla Stan en Estocolmo, en un momento me perdí entre los nombres de las calles y el google maps tuvo un ataque de histeria. De paso una lluvia fastidiosa me hacía luchar entre el paraguas, la mochila y el celular. No me quedó más que seguir caminando y a pocos pasos me encontré con una librería hermosa, pequeñita, con fachada de una casa, atendida por una librera de sonrisa amplia con quien me atreví a conversar por casi una hora. Podría haber seguido con los audífonos enchufados pero decidí explorar esa librería y me encontré con esta librera que me enseñó un poco sobre la literatura sueca actual. Ahora ella se ha convertido en un personaje que escribo.

«Mi» librería de Gamla Stan en Estocolmo, Suecia

3. La suspensión de los viajes ayuda a la relajación. Hay que reconocerlo, viajar cansa y mucho. Con una amiga solemos decir que luego de viajar necesitamos al menos una semana en casa para recuperarnos. Por eso es importante aprovechar los momentos de descanso como en las horas de tren, de avión o de bus. No soy de los que suele dormir pero sí intento enchufarme la música que me gusta, cerrar los ojos y repasar lo vivido, respirar y meditar. Algunas veces aparecen imágenes o frases y las anoto en mi libreta o en el procesador de textos de mi celular. 

Escribiendo en el vuelo Madrid-Oporto, en abril de 2019

4. Alternar momentos de compañía y soledad. Por lo general suelo viajar solo pero siempre hago amigos a donde voy. Me gusta eso de visitar lugares con los nativos pero también amo hacer mis propios hallazgos, dejarme sorprender. Cuando viajé a São Paulo el año pasado quería recorrer el centro histórico y varios amigos me dijeron que evitara ir, que era peligroso. No diré que no tuve miedo, pero tampoco estaba dispuesto a perderme la experiencia, luego de haber visto fotos de los edificios hermosos, los viaductos y las calles del centro histórico paulista. Descubrí ese sector de la ciudad denigrado por los propios locales y después tuve que entrar a un café a escribir lo que había vivido. La soledad es una buena compañera pero también cuando se pone aburrida, es importante buscar compañía para nutrirse de otras miradas. Así recargo energías y ese contacto me estimula a seguir escribiendo. 

Edificio Martinelli, en São Paulo

Viajar es una experiencia de extrañamiento. Es una lupa que se acerca y se aleja en un raro vaivén. Es un síndrome, un paréntesis, un desvarío. A la vuelta todo parece apretarse en la memoria y los bocetos se convierten en jeroglíficos que hay que descifrar, imagen por imagen, letra por letra. Aunque los tiempos actuales no son los propicios para emprender vuelo, vendrá el momento en que las fronteras se abran de nuevo, en que los otros cuerpos dejen de ser peligrosos y ahí sí, a cruzar mares otra vez, para escribir, para leer, para contar. 

Escribir

Escribo.

Escribo todo el tiempo. A puño y letra en las agendas, en el tecleo constante de un entrada de blog, en un guion, en un cuento. Escribo mails, mensajes de whatsapp, comentarios de Instagram, repentinos tweets y también en esas fugas literarias que nadie osaría llamar como “verdadera escritura”.

Escribo en las paredes de mi memoria, escribo en las melodías que me levantan cada mañana en una estación de radio jamás sintonizadas. Escribo en el vaivén que provoca la cuchara al revolver el café a las primeras horas del día. Escribo en el caminar insomne que me saca de la casa y me lleva al asfalto, aun tibio, de las once de la mañana.

Escribo la respuesta que no me atreví a mandar, en la carta que dejé de contestar, en el mensaje que me prohibieron enviar. Escribo lo que puedo y lo que creo que debo capturar antes que el tiempo se licúe.

Escribo a la mañana, con el cantar de los pajaritos que nunca veo volar. Escribo por la tarde resguardado del calor que incendia las ventanas y que transforma todo en un blanco de sombras duras. Escribo por la noche en medio de los olores de la cena, con el sabor del té verde que humedece los labios y suaviza las palabras. Escribo cuando duermo y sobresaltado agarro el celular para fijar las frases como códigos cifrados que nunca logro descubrir.

Escribo porque puedo, porque quiero, porque debo. Los verbos me buscan y no siempre yo a ellos. Persigo más bien a los adjetivos, a esos seres extraños que califican o denigran, que construyen o destruyen. Son ellos los seductores, los peligrosos de la lengua, los que cortan el aliento, la envidia de los sustantivos. Los escribo porque me tocan y me explican una partícula del mundo.

Escribo porque soy adicto a la palabra y en ella me arropo, me reconozco, me sustituyo, me rectifico, me sano.

La escritura es un noviciado eterno. 

Saudade de Domingo #117: La escritura en taller

Lo confieso. Soy un fanático de tomar talleres, especialmente aquellos de escritura creativa. Me gusta encontrar nuevos métodos de encarar el proceso de crear historias, conocer personas que están con la misma búsqueda e instructores que me llenan de referentes para seguir explorando.

Doy muchas clases en la universidad y en ese ejercicio constante de impartir conocimiento tengo la necesidad de seguir alimentándome, de volver a ser estudiante para aprender más. A lo largo de todos estos años he tomando múltiples talleres de diferentes actividades pero si debo destacar los que más me han marcado señalaría tres: Escritura en la ciudad que hice en el 2017 con María Negroni y Guillermo Martínez en Nueva York, La voz propia en septiembre de este año en Barcelona con Esmeralda Berbel y Jordi Amenós, Aquí pasan cosas extrañas que hice también recientemente en Guayaquil con la escritora Solange Rodríguez. Fueron espacios donde conocí nuevas formas de entrar a la escritura, nuevos autores que me iluminaron y compañeros con los que sigo en contacto hasta hoy. Los talleres son pretextos para que las personas se junten, discutan, escriban, lean y finalmente aprendan. Llevo las enseñanzas de estos talleres en mi piel y en clases como la de Storytelling o Guion, que empecé esta semana, siento que a través de mí hablan los profesores de estos talleres, los libros que he leído y así me siento acompañado en la tarea de ser profesor de más de veinte estudiantes.

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Durante la lectura de mi cuento en el taller Aquí pasan cosas extrañas.

Ayer sábado tuvimos la presentación final del taller Aquí pasan cosas extrañas y todos los talleristas leímos un trabajo realizado. Fue una energía muy potente leer un cuento que trabajé con mucho cariño y escuchar los de mis compañeros. En todos había una evolución desde la primera lectura hacía varias semanas a lo que escuché el día de ayer. Reconfirmé la importancia de ese trabajo de hormiga pero necesario que es la reescritura. Distanciarse del texto, mirarlo y ser un poco cruel por el mismo bienestar del texto, cortando frases o incluso párrafos enteros. Las palabras del primer borrador, las divagaciones y las redundancias son necesarias para que el texto cobre vida pero luego hay que extraerlas, con precisión quirúrgica.

Silvia Kohan, reconocida escritora e instructora de talleres de escritura, ve a este espacio como una travesía en la que uno acepta el riesgo de encaminarse en una dirección equivocada para encontrar «algo». El taller de escritura es el estadio ideal para indagar, probar, borrar, mutilar, volver a armar y quizás darse cuenta que lo que uno buscaba era «otra cosa». Pienso también en Pérez Andrújar cuando dijo alguna vez: «Sólo sabré lo que pienso cuando lo escriba y lo lea». La claridad que aparece en la escritura a veces se torna evidente con los comentarios del instructor y de los compañeros. A veces esa claridad repentina asusta y ahí también emerge la contención de grupo para ayudar o simplemente acompañar en ese proceso de búsqueda de la propia voz de autor. De modo que quiero seguir buscando mi voz y encontrar las de otros que resuenen o se contrapongan con la mía.

Los talleres de escritura son espacios de magia.

 

 

Saudade de Domingo #116: El aula de clase como una posibilidad

Aunque suena a frase hecha, los estudiantes enseñan también a sus profesores. Con el paso de los años, tengo más diferencia generacional entre mis estudiantes que cuando empecé a los 22. Ahora ellos me ponen al día de lo que está «in», de lo que funciona a nivel social e incluso técnico, pensando en el ámbito audiovisual. Me gusta saberme inexperto también y que sean ellos quienes terminen provocando en mí las ganas de seguir aprendiendo.

En este nuevo ciclo de clases que empieza mañana, vuelvo a tener a cargo la materia de Storytelling. Es una asignatura que armé con amor, pensando en cada clase con su parte teórica y su respectivo taller. Leí mucho para entregar un material que le sirviera al estudiante en su desarrollo profesional. De todas las materias que he tenido, debo decir que Storytelling fue una de las que más disfruté. Pude hablar en ella sobre mi pasión por la escritura, escuchar los relatos de los alumnos y ver en qué funcionaban o en qué no. Pude escuchar los comentarios de otros estudiantes que me hacían ver las historias desde otra perspectiva. Muchas veces armando esta materia, me decía: «me encantaría a mí hacer este taller con ellos». Pero bueno, parafraseando al meme famoso «luego me acuerdo que soy el profesor y se me pasa». También debo decir que en Storytelling conocí a estudiantes brillantes con los que aun hoy tengo contacto. Me encanta cuando una materia propicia luego una amistad que sobrepasa las barreras del campus universitario. No siempre sucede pero cuando pasa, lo agradezco.

Han pasado tres años desde que di esa materia, revisé el syllabus, recordé los talleres y la carta que le escribí a cada estudiante al final del curso por haberse dejado «afectar» (en buen sentido) por el trabajo de escritura. Leyendo de nuevo el syllabus me sentí otro. Miré con cariño los contenidos mientras pensaba que este año no quería replicar lo que hice en el 2016. En el transcurso de estos tres años, ha habido nuevas lecturas, nuevos escritos, talleres que cursé en diferentes lugares. De modo que el Storytelling de este año debía estar acorde con el Santiago profesor que soy en el 2019. Ahí comenzaron a emerger un sinnúmero de ejercicios, temas para explorar. La carta abierta del decano para permitirme que los estudiantes exploren su creatividad a través de la escritura, me hizo que pensara en esta materia casi las 24 horas del día. Cualquier conversación, lectura ocasional o video en Facebook era una posibilidad para convertirse en un posible taller o módulo de la materia. Tenía la misma emoción que cuando curso un taller de escritura y me invade la ansiedad por no saber lo que voy a escribir.

Aunque suelo ser bastante digital, cuando tengo proyectos nuevos (sea de clases o de escritura) necesito fijar cosas en papel. Así que cuando empecé el proceso caótico de dar forma a las clases, agarré una hoja y empecé a bocetear, primero temas generales con lecturas y videos, para luego ir depurando hasta llegar al contenido clase a clase. En ese proceso algunas cosas se han quedado afuera. Talleres que me encantaría dar pero que quizás llevarían a la clase por otro camino, lecturas que pueden ser interesantes pero que serían más pertinentes para otra asignatura. Tuve que depurar contenidos para que las clases también fueran más ligeras y permitieran la espontaneidad necesaria en una clase de escritura.

No sé lo que pasará en este ciclo de clases, no sé qué estudiantes tendré ni qué tan  dispuestos estén para arriesgarse en lo difuso que puede ser el camino del escritor. Lo que sí tengo claro es que esta materia habla mucho de mí, de lo que busco, de lo que me conmueve en este 2019. Quizás como en otros años y en otras materias, algunos estudiantes me sirvan como espejo y pueda aprender también qué taller funcionó, qué lectura fue fundamental o qué definitivamente falló. En esta materia por la estructura que tiene, el único error posible es el de no arriesgarse. Todo lo demás es bienvenido, porque afortunadamente, todo suma en el proceso de escritura.

Dulce Sueño

Divago,

muelo las liendres de memorias ácidas

que se reproducían inertes

en los candores de mi boca.

Estoy, no estoy o estuve

en los vericuetos desnudos del Traum.

Y una voz aria de vocales turcas me recordaba

“Schlaf gut, schlaf gut”.

Del Traum al trauma,

la ciénaga incolora de las promesas

se fue sembrando en las costuras de la arena.

Grito, angustia, angustio,

descanso grillado sobre las virutas de la escena.

Escritura y Ciudad: Día 7 (This is The End)

El final llegó. El final de la película, de la temporada de la serie, de la novela, cayó tan rápido cuando parecía lejano. Mirando hacia atrás recuerdo el primer día del seminario, la primera salida para escribir el primer poema y me parece tan lejos, como si hubiera sido hace un mes, cuando en realidad han pasado sólo diez días. Es que acá en Nueva York y con las clases, hemos vivido todo con mucha intensidad. Creo que a todos los que hemos participado, de una u otra manera el seminario nos ha cambiado la forma de pensar y de escribir. La crisis es parte fundamental de la creación y creo que las clases en ciertos momentos lograron eso. No tengo más que agradecimientos para todo lo vivido acá.

En la última clase de hoy, Guillermo leyó los inicios de nuestros cuentos. Sobre el mío, dijo que le gustaba mucho el conflicto de la historia y me hizo sugerencias sobre determinadas frases y el posterior desarrollo de la trama. Me recomendó la lectura de dos libros que voy a tratar de conseguir. Sus comentarios me parecieron acertadísimos, así que estoy muy motivado para llevar adelante el cuento.

Entre la clase de Guillermo y la de María, llevaron una cámara al aula para grabar de nosotros algunos testimonios sobre el seminario. María me pidió que pasara yo, así que rompí el hielo al ser el primer testimonial. Me gustó hablar sobre lo que para mí significó el seminario, ya que es algo que a través de esta bitácora he venido trabajando todos estos días. Luego pasaron otros compañeros a los que María les fue haciendo preguntas diferentes acerca del seminario.

En la última clase de María trabajamos la traducción de una parte del poemario Gabriel, de Edward Hirsch, quien además de poeta es el Presidente de la Fundación Guggenheim. Nos dividimos por grupo para trabajar el poema y luego fuimos poniendo en común nuestras traducción por estrofas. Sobre el arte de la traducción, María dijo cosas muy lindas. Una de las que más me gustó fue «la traducción es un trabajo generoso». Recomendó que cuando atravesemos algún bloqueo, en el que sintamos que no tengamos nada que escribir, recurramos a la traducción, ya es un trabajo libre en el que hay que llevar las palabras de la lengua original a la que se quiere traducir. Libre en el sentido de que en poesía y narrativa en general, hay que encontrarle la sonoridad a las palabras en el idioma traducido. Como ejemplo nos puso el de una investigadora que se dedicó a recopilar las traducciones existentes de los tres primeros versos de La Divina Comedia, de Dante Alighieri. Escuchamos la grabación de todas las traducciones en diferentes épocas y si bien el sentido era el mismo, las palabras utilizadas variaban. Unas eran más poéticas, otras más concretas.

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Terminada la clase, se entregaron los diplomas de participación en el seminario con la respectiva foto. Un momento emocionante, de cierre de cursada que luego se complementó con un almuerzo en Delmonico’s, un restaurante lindo en el Financial District a pocas cuadras del City College. Pasamos un momento agradable entre los compañeros, los profes, el Decano del City College, Juan Carlos Mercado y Carlos Aguasaco, coordinador del seminario. Aproveché para pedirle a María que me autografiara su libro Elegía Joseph Cornell. La compañera de Brasil me regaló un libro de cuentos de su autoría y le pedí que me lo dedicara.

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En el almuerzo en Delmonico’s.

Luego con unas amigas del mismo seminario fuimos a Ulysses Bar, lugar al que habíamos ido el primer día del curso. Un lindo pub irlandés, tranquilo más tipo un lugar after office. Yo me pedí un Negroni, un trago muy fuerte para mí, que con el vinotinto acumulado del almuerzo, terminó por marearme.

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Con María, una genia, maestra, a la que debo haber encontrado el amor a la poesía.

Desde ya empiezo a extrañar las clases del seminario. No hay nada más lindo que volver a ser alumno, ser errático, intentarlo una y otra vez. Esa es la libertad que da el ser estudiante. En estos años he sido profesor casi todos los días y tomar este seminario me ha colocado en ese lugar hermoso y privilegiado de estudiar, de aprender de grandes maestros, de escuchar, de confundirse, de explotarse la cabeza si es necesario y armarse a pedazos. Me harán falta Guillermo y María como profes, los compañeros a los que espero ver a lo largo de la vida, en otras circunstancias. Me siento privilegiado de haber sido parte de esto, de haber estado rodeado de personas maravillosas. Agradezco por la experiencia, por Nueva York, por la escritura, por los nuevos amigos que tengo.  Termino esta bitácora del seminario con emociones encontradas: Alegría, nostalgia, satisfacción. Fue un hermoso paréntesis y un bello comienzo de año. El domingo por la noche emprendo el viaje de vuelta a Ecuador, así que trataré de aprovechar los días que quedan en esta ciudad a la que he conocido de la mano de la poesía. Yo que siempre quise conocer Nueva York presintiendo que la amaría, he tenido la oportunidad de recorrerla con las mucosas expuestas, con el corazón latiendo a mil, gozando de cada segundo acá, teniendo la certeza de que este es uno de los momentos más hermosos de mi vida.

Escritura y Ciudad: Día 7

Hoy hablamos sobre el cuento fantástico en la clase de Guillermo. Analizamos El Aleph, de Borges. Fue muy interesante leer los análisis de Guillermo y de otros autores acerca del cuento. Algunas apreciaciones me parecieron muy acertadas y sobre todo clarificadoras, otras bastante rebuscadas y que quizás quitan mérito al cuento de Borges. Mañana en clase, se leerán los inicios de cuento de los que faltan, ya que hoy la clase entera se destinó al análisis de El Aleph. Guillermo, que además es Doctor en Matemáticas, nos habló de un libro que escribió en el que relaciona a Borges con las matemáticas. Nos hizo una demostración en clase de una teoría matemática (que no logré entender) sustentando que Borges -intencionalmente o no- tomaba ciertas decisiones en sus obras en función de cálculos matemáticos.

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Guillermo en clase explicando la relación que él encontró entre Borges y las matemáticas

Después, en la clase de María, nos hicieron llenar una encuesta de satisfacción del seminario. Obviamente puse todo bien e hice algunas sugerencias para potenciar futuros seminarios (la idea es repetirlo quizás el año que viene o en el 2019). Si se repitiera me encantaría volver, porque la verdad esta experiencia ha movilizado toda mi vida y me ha abierto la cabeza en muchos aspectos. Aun es prematuro para decir de qué manera me ha modificado pero ya puedo percibir lo importante que ha sido venir a New York por primera vez.

Hoy se leyeron en clase los poemas de los compañeros que no habían alcanzado a leer en las sesiones anteriores. Mañana será la última clase y ya todo ha quedado organizado para la despedida. Después de las clases, tendremos almuerzo con el decano y el coordinador, luego salida de pub con María y luego veremos un plantón que hará Michael Moore frente al Trump Tower. Será un día largo, intenso pero sin duda lindo. ¡Qué bello paréntesis de crecimiento ha sido todo esto!

Escritura y Ciudad: Día 6

Hoy el día estuvo nublado, húmero y con lluvia. Ya me llevo bien con el subte y recién hoy caí en cuenta de que ya domino los tiempos. Mientras viajaba, pensaba en lo afortunado ue soy de poder conocer Nueva York a través de la escritura, de estar rodeado de un grupo de gente tan chévere en el seminario y tener dos instructores geniales como Guillermo y María. Me sentí tan emocionado de pronto que me faltó poco para llorar en el subte. Ha sido una experiencia superlativa, mayúscula, de mucha generosidad y humildad. Estoy muy feliz de estar rodeado de buenas personas y en una ciudad que me ha abierto las puertas con su gélido abrazo maternal de invierno.

Es loco como en tan pocos días, nos hemos llegado a conocer entre los compañeros. Todos somos «especiales». Es decir, nadie tome un curso, taller, seminario de escritura es muy normal y eso es genial. Somos un grupo diverso con sed de aprender y de pasarla bien. Desde ya siento que voy a extrañar estas clases, a los profes, a los compañeros.

Ayer no tuvimos clase, ya que fue feriado en Estados Unidos por el nacimiento de Martin Luther King. La verdad ni sentí el feriado porque acá en New York casi todos trabajaron como un día normal. Hoy fue entonces como una especie de lunes. En la clase de narrativa, Guillermo nos habló de las leyes -o preceptos- que Borges consideraban que debían tenerse en cuenta en la novela policial y que algunos se podrían aplicar al cuento en general. Como siempre, en los preceptos hay excepciones y Guillermo fue muy claro en ese punto también, destacando que existen varios cuentos donde no siempre se cumplen todos  leyó los inicios de los cuentos de varios compañeros que hicieron la tarea. Yo todavía le sigo dando vueltas al mío, ya que no logro ver cuál sería el final de los personajes. Tengo varios ideas pero no me decanto por ninguna todavía.

Para mañana tenemos que leer El Aleph, ya que la clase será sobre el cuento fantástico. He leído varias veces el cuento y es loco ver que cada vez que lo leo pareciera la primera vez. Me sorprendo siempre en las mismas partes y tengo la sensación de que todo fuera nuevo. Locura mía, claro está, pero es lo que me sucede con El Aleph. Creo que es el único cuento con el que siento esto.

En la clase de María, tuvimos una sesión larga sobre la poesía en el Romanticismo Alemán, para luego llegar al Modernism  norteamericano. Durante la clase María contó la historia de amor truculenta entre Ezra Pound y H.D (Hilda Doolittle), las extravagancias del poeta italiano Gabriele D’Annunzio y la vida triste de Karoline Von Günderrode. Es impresionante la cantidad de cosas que sabe María. Es realmente una genia. Por clase tengo por los menos unos diez referentes para leer fuera del material de clase. Creo que ya tengo para leer todo el resto del año.

Luego leímos dos poemas de Huidobro y uno de César Moro llamado Viernes en la noche con el humo fabuloso de tu cabellera. Quedé fascinado con este poema, qué belleza logra el poeta creando imágenes con las palabras justas. Todo engrana en ese poema y leerlo detenidamente verso por verso fue un deleite. Creo que si leyera esto de mí, hace un mes atrás no me lo podría creer. Con María, he aprendido a leer poesía, a disfrutarla y realmente siento que se ha abierto un mundo nuevo para mí.

Después de la clase, fuimos a almorzar con unos compañeros y sin proponérnoslo, terminamos todos los del seminario en Poets House, lugar que María había recomendado que fuéramos. El lugar es lindo, es como una especie de instituto que fue fundado en 1985, donde se realiza eventos de poesía, se dan cursos y la gente puede consultar la biblioteca, trabajar con tranquilidad en sus instalaciones.

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Al interior del Poets House, frente al Hudson River

Para mañana toca llevar un poema acerca de la librería Strand y/o del Lower East Side. Mañana leerán los que aun no han leído ningún poema durante el seminario. De todas maneras haré el mío. Al final del seminario hay que enviarle a María todos los poemas producidos y elegirá algunos para ser publicados en la página web de la maestría en Escritura Creativa. Ya se percibe el saborcito de final.

Escritura y Ciudad: Día 5

Hoy volvió el frío. 4 grados, 2 grados, 1 grado. A lo largo del día la temperatura en lugar de subir, seguía bajando, así que otra vez la ropa pesada para aguantar el frío. En la clase de Guillermo, hablamos de los cuentos que nos mandó a leer: La autopista del sur (Cortázar), La aventura de un automovilista (Ítalo Calvino), Los destructores (Graham Green), Una partida de tenis (Daniel Moyano), Un lugar limpio y bien iluminado (Hemingway) y Cuarenta centímetros cuadrados (Samantha Schewblin). Una discusión muy interesante acerca de los mismos y de cómo la ciudad (o la noción de lo urbano) estaban presentes en los cuentos.

Para la siguiente clase que será el martes (el lunes es feriado acá en Estados Unidos) tenemos que llevar como tarea al menos la primera página del cuento que trabajamos esta semana como apunte. Aun no tengo claro cómo arrancar y menos aun cómo terminar. Voy a darle vueltas este fin de semana a eso a ver si se me ocurre algo. Espero que sí y sino trasladaré a la narrativa los consejos de María de dejarse llevar y que la escritura se manifieste.

En la clase de María leímos unos poemas de María Malusardi y uno de Mario Montalbetti, poeta peruano del que había escuchado mucho pero del que nunca había leído nada. El poema que leímos me pareció interesante ya que estaba totalmente despojado de imágenes poética complejas y su estilo llano, concreto, lo pone muy cerca de la narrativa. Sin embargo en su poema igual se producía el efecto poético, la sorpresa, el misterio con el juego de palabras, de conceptos.

Después de la clase fui con unas compañeras del taller a almorzar y a las 13h30 volvimos al City College para ver la película documental Se acabó la épica, que recoge testimonios que vivieron de cerca del escritor argentino Néstor Sánchez, autor prácticamente olvidado y que ahora su hijo está tratando de insertar nuevamente luego de su muerte en el 2003.

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El documental es interesante por el personaje -Sánchez- mas no por el producto audiovisual como tal. No hay una propuesta desde lo cinematográfico que pudiera estar a la altura con el personaje de Néstor Sánchez. De todas formas, como contenido, la película es interesante para conocer al escritor.

Hoy debíamos ir al MOMA para hacer la tarea de María de elegir una pintura y a partir de eso escribir un poema pero con unas compañeras decidimos ir a conocer Harlem, un barrio dentro de Manhattan, con un gran población afroamericana y latina, peligroso hace años atrás pero que hoy se siente más seguro. Estuvimos en el Museo del Barrio y en el Museo de Nueva York. Ambos lugares son imperdibles. Para terminar, fuimos a un bar de comida etíope donde además había jazz en vivo. Una experiencia inolvidable.

Mañana sábado iré al MOMA y luego lo que los pies y el destino dicten que deba hacer.

Escritura y Ciudad: Día 3

Hoy llegué temprano. Calculé mejor mis tiempos y llegué bien. La temperatura subió hoy. Al salir de hotel hacia el subte estaba a 7 grados y aunque parezca mentira empecé a sudar. Después de temperaturas en negativo supongo que ya me había acostumbrado a ese frío extremo.

En la clase de Guillermo, seguimos estudiando los errores comunes que se cometen al escribir en cuanto a la forma. La presencia de gerundios, exceso de adverbios, frases comunes, exceso de lirismo, palabras rebuscadas, etc. Luego cada uno tuvo unos minutos con Guillermo para hablar sobre el cuento que escribimos. Sobre mi cuento, Guillermo me dijo que le parecía más una novela por la forma en la que estaba escrito, que para cuento sería necesario quizás reducir ciertos pasajes. Coincido plenamente y de hecho sé ahora dónde cortar porque de hecho algo en mi interior me molestaba de esas partes. Sin embargo a veces me enamoro de cosas que escribo y termino editando poco. Así que ahora sin dolor, haré una intervención quirúrgica a mi cuento. Por su propio bien.

En la misma clase, se sortearon 5 ejemplares de una antología de cuentos de varios autores, entre ellos Guillermo. Dado que en la clase somos como 20, Guillermo optó por hacer un sorteo. Todos anotamos nuestros nombres y al iniciar el sorteo el primer nombre que salió fue el mío. Luego hice que Guillermo me autografiarla la portada de su cuento dentro del libro (sí, fue mi momento de farándula).

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Como consigna para mañana, nos quedó de tarea traer un «apunte» de historia, lo que yo llamaría en audiovisual un storyline. No sé si el que escribí funciona, pero ya veré mañana qué dice Guillermo del «apunte».

La clase con María, como siempre interesante. Me encanta cómo escucha con atención los poemas de los compañeros, buscando la sonoridad, el efecto poético. Hoy trajo a la clase un texto de la filósofa española María Zambrano acerca del oficio de la escritura y fue img_9868realmente lindo analizarlo párrafo por párrafo. Me quedaron sonando algunas frases como «escribir viene a ser lo contrario de hablar», «la poesía es secreto hablado. que necesita escribirse para fijarse», «el secreto se revela al escritor mientras lo escribe». Zambrano habla de la escritura como un momento de soledad en la que el escritor se calla para fijar en palabras aquello de lo que nadie habla, que está oculto, en alguna parte y que el escritor lo trae a través de su pluma. María haciéndose eco de Zambrano, dice que la página blanco no es un terror, sino un don, porque es la posibilidad de que algo surja. Esa mirada optimista, entusiasta sobre la angustia de la página en blanco me parece hermosa. Me encanta recibir clases y saber que los profesores tienen nivel. Desde ya, siendo la cuarta sesión, siento que he aprendido muchísimo, confirmándome lo mucho que amo las letras y  que este es quizás el oficio principal al que me quiero dedicar (sea en narrativa, poesía, teatro o audiovisual).

La tarea de hoy para mañana fue caminar por el Brooklyn Bridge, visitar el Dumbo y a partir de eso escribir un poema. Estoy más contento con lo que logré con este poema que con los anteriores. Quizás estoy entendiendo mejor «el trip» de la poesía. Hoy no alcancé a leer, así que veré si puedo leer mañana.