Soy medio nómada, de piso móvil, de músculos inquietos y sufro de síndrome de vuelo constante. Necesito escapar a otros parajes, refugiarme en calles diversas y cafetear sin propósito alguno. Aunque me seduzca elegir una ciudad del mundo por descubrir, hay una casa a la que siempre amo volver, para retomar abrazos, respirar avenidas, hablar en dialecto.
Mi otra casa tiene anfitriones diversos y siempre hay fiestas, asados, charlas eternas, chistes boludos. Siempre tiene nuevos rincones por descubrir. Puedo descansar si quiero, salir, comer hasta reventar, escribir en servilletas, en papeles sueltos…
Puedo recorrer mi otra casa sin temor a perderme y si pasara, sería el mejor pretexto para vivir un personaje lunfardo, ahogándome en el frío polar de julio o en la soledad del verano en enero.
Mi otra casa tiene inviernos melancólicos, otoños románticos, primaveras cinematográficas. Mi otra casa queda al sur del continente, donde el mundo parece terminar y sólo tiene como rival la extensa Patagonia y la gélida Antártida.
Hoy hablamos sobre el cuento fantástico en la clase de Guillermo. Analizamos El Aleph, de Borges. Fue muy interesante leer los análisis de Guillermo y de otros autores acerca del cuento. Algunas apreciaciones me parecieron muy acertadas y sobre todo clarificadoras, otras bastante rebuscadas y que quizás quitan mérito al cuento de Borges. Mañana en clase, se leerán los inicios de cuento de los que faltan, ya que hoy la clase entera se destinó al análisis de El Aleph. Guillermo, que además es Doctor en Matemáticas, nos habló de un libro que escribió en el que relaciona a Borges con las matemáticas. Nos hizo una demostración en clase de una teoría matemática (que no logré entender) sustentando que Borges -intencionalmente o no- tomaba ciertas decisiones en sus obras en función de cálculos matemáticos.
Guillermo en clase explicando la relación que él encontró entre Borges y las matemáticas
Después, en la clase de María, nos hicieron llenar una encuesta de satisfacción del seminario. Obviamente puse todo bien e hice algunas sugerencias para potenciar futuros seminarios (la idea es repetirlo quizás el año que viene o en el 2019). Si se repitiera me encantaría volver, porque la verdad esta experiencia ha movilizado toda mi vida y me ha abierto la cabeza en muchos aspectos. Aun es prematuro para decir de qué manera me ha modificado pero ya puedo percibir lo importante que ha sido venir a New York por primera vez.
Hoy se leyeron en clase los poemas de los compañeros que no habían alcanzado a leer en las sesiones anteriores. Mañana será la última clase y ya todo ha quedado organizado para la despedida. Después de las clases, tendremos almuerzo con el decano y el coordinador, luego salida de pub con María y luego veremos un plantón que hará Michael Moore frente al Trump Tower. Será un día largo, intenso pero sin duda lindo. ¡Qué bello paréntesis de crecimiento ha sido todo esto!
Hoy el día estuvo nublado, húmero y con lluvia. Ya me llevo bien con el subte y recién hoy caí en cuenta de que ya domino los tiempos. Mientras viajaba, pensaba en lo afortunado ue soy de poder conocer Nueva York a través de la escritura, de estar rodeado de un grupo de gente tan chévere en el seminario y tener dos instructores geniales como Guillermo y María. Me sentí tan emocionado de pronto que me faltó poco para llorar en el subte. Ha sido una experiencia superlativa, mayúscula, de mucha generosidad y humildad. Estoy muy feliz de estar rodeado de buenas personas y en una ciudad que me ha abierto las puertas con su gélido abrazo maternal de invierno.
Es loco como en tan pocos días, nos hemos llegado a conocer entre los compañeros. Todos somos «especiales». Es decir, nadie tome un curso, taller, seminario de escritura es muy normal y eso es genial. Somos un grupo diverso con sed de aprender y de pasarla bien. Desde ya siento que voy a extrañar estas clases, a los profes, a los compañeros.
Ayer no tuvimos clase, ya que fue feriado en Estados Unidos por el nacimiento de Martin Luther King. La verdad ni sentí el feriado porque acá en New York casi todos trabajaron como un día normal. Hoy fue entonces como una especie de lunes. En la clase de narrativa, Guillermo nos habló de las leyes -o preceptos- que Borges consideraban que debían tenerse en cuenta en la novela policial y que algunos se podrían aplicar al cuento en general. Como siempre, en los preceptos hay excepciones y Guillermo fue muy claro en ese punto también, destacando que existen varios cuentos donde no siempre se cumplen todos leyó los inicios de los cuentos de varios compañeros que hicieron la tarea. Yo todavía le sigo dando vueltas al mío, ya que no logro ver cuál sería el final de los personajes. Tengo varios ideas pero no me decanto por ninguna todavía.
Para mañana tenemos que leer El Aleph, ya que la clase será sobre el cuento fantástico. He leído varias veces el cuento y es loco ver que cada vez que lo leo pareciera la primera vez. Me sorprendo siempre en las mismas partes y tengo la sensación de que todo fuera nuevo. Locura mía, claro está, pero es lo que me sucede con El Aleph. Creo que es el único cuento con el que siento esto.
En la clase de María, tuvimos una sesión larga sobre la poesía en el Romanticismo Alemán, para luego llegar al Modernism norteamericano. Durante la clase María contó la historia de amor truculenta entre Ezra Pound y H.D (Hilda Doolittle), las extravagancias del poeta italiano Gabriele D’Annunzio y la vida triste de Karoline Von Günderrode. Es impresionante la cantidad de cosas que sabe María. Es realmente una genia. Por clase tengo por los menos unos diez referentes para leer fuera del material de clase. Creo que ya tengo para leer todo el resto del año.
Luego leímos dos poemas de Huidobro y uno de César Moro llamado Viernes en la noche con el humo fabuloso de tu cabellera. Quedé fascinado con este poema, qué belleza logra el poeta creando imágenes con las palabras justas. Todo engrana en ese poema y leerlo detenidamente verso por verso fue un deleite. Creo que si leyera esto de mí, hace un mes atrás no me lo podría creer. Con María, he aprendido a leer poesía, a disfrutarla y realmente siento que se ha abierto un mundo nuevo para mí.
Después de la clase, fuimos a almorzar con unos compañeros y sin proponérnoslo, terminamos todos los del seminario en Poets House, lugar que María había recomendado que fuéramos. El lugar es lindo, es como una especie de instituto que fue fundado en 1985, donde se realiza eventos de poesía, se dan cursos y la gente puede consultar la biblioteca, trabajar con tranquilidad en sus instalaciones.
Al interior del Poets House, frente al Hudson River
Para mañana toca llevar un poema acerca de la librería Strand y/o del Lower East Side. Mañana leerán los que aun no han leído ningún poema durante el seminario. De todas maneras haré el mío. Al final del seminario hay que enviarle a María todos los poemas producidos y elegirá algunos para ser publicados en la página web de la maestría en Escritura Creativa. Ya se percibe el saborcito de final.
Hoy volvió el frío. 4 grados, 2 grados, 1 grado. A lo largo del día la temperatura en lugar de subir, seguía bajando, así que otra vez la ropa pesada para aguantar el frío. En la clase de Guillermo, hablamos de los cuentos que nos mandó a leer: La autopista del sur (Cortázar), La aventura de un automovilista (Ítalo Calvino), Los destructores (Graham Green), Una partida de tenis (Daniel Moyano), Un lugar limpio y bien iluminado (Hemingway) y Cuarenta centímetros cuadrados (Samantha Schewblin). Una discusión muy interesante acerca de los mismos y de cómo la ciudad (o la noción de lo urbano) estaban presentes en los cuentos.
Para la siguiente clase que será el martes (el lunes es feriado acá en Estados Unidos) tenemos que llevar como tarea al menos la primera página del cuento que trabajamos esta semana como apunte. Aun no tengo claro cómo arrancar y menos aun cómo terminar. Voy a darle vueltas este fin de semana a eso a ver si se me ocurre algo. Espero que sí y sino trasladaré a la narrativa los consejos de María de dejarse llevar y que la escritura se manifieste.
En la clase de María leímos unos poemas de María Malusardi y uno de Mario Montalbetti, poeta peruano del que había escuchado mucho pero del que nunca había leído nada. El poema que leímos me pareció interesante ya que estaba totalmente despojado de imágenes poética complejas y su estilo llano, concreto, lo pone muy cerca de la narrativa. Sin embargo en su poema igual se producía el efecto poético, la sorpresa, el misterio con el juego de palabras, de conceptos.
Después de la clase fui con unas compañeras del taller a almorzar y a las 13h30 volvimos al City College para ver la película documental Se acabó la épica, que recoge testimonios que vivieron de cerca del escritor argentino Néstor Sánchez, autor prácticamente olvidado y que ahora su hijo está tratando de insertar nuevamente luego de su muerte en el 2003.
El documental es interesante por el personaje -Sánchez- mas no por el producto audiovisual como tal. No hay una propuesta desde lo cinematográfico que pudiera estar a la altura con el personaje de Néstor Sánchez. De todas formas, como contenido, la película es interesante para conocer al escritor.
Hoy debíamos ir al MOMA para hacer la tarea de María de elegir una pintura y a partir de eso escribir un poema pero con unas compañeras decidimos ir a conocer Harlem, un barrio dentro de Manhattan, con un gran población afroamericana y latina, peligroso hace años atrás pero que hoy se siente más seguro. Estuvimos en el Museo del Barrio y en el Museo de Nueva York. Ambos lugares son imperdibles. Para terminar, fuimos a un bar de comida etíope donde además había jazz en vivo. Una experiencia inolvidable.
Mañana sábado iré al MOMA y luego lo que los pies y el destino dicten que deba hacer.
Hoy hizo más «calor». La temperatura llegó a 18 grados y obviamente los abrigos pesados empezaron a molestar más de la cuenta. En la clase de Guillermo leímos los «apuntes» de los cuentos que vamos a escribir (por lo menos una página) la próxima semana. A pedido de él, o mejor dicho, por su sugerencia, casi todos apostamos por el tema fantástico. Guillermo fue leyendo los apuntes de cada uno, haciendo comentarios para encontrarle posibles caminos al desarrollo de cada cuento. De mi apunte, Guillermo dijo: sos novelista. A continuación dijo gustarle el conflicto de la historia y me sugirió hacer algunos ajustes en cuanto al orden los acontecimientos.
Mañana vamos a analizar el cuento urbano y para ello debemos leer siete cuentos en los que la ciudad tiene una presencia importante. Esta noche espero terminar de leer los tres que me faltan.
En la clase de María, leímos algunos poemas de autores argentinos. Me encanta ver lo apasionada que es al «abrir» el poema, como ella misma dice al acto de analizar los versos. Esta parte es muy interesante pero también vuela la cabeza. Los niveles de abstracción que se pueden lograr analizando un poema son infinitos. Esta parte me cuesta un poco ya que hay poema que están prácticamente encriptados, resulta difícil acceder a ellos, sin embargo María ayuda a direccionar el análisis. Dos compañeras leyeron sus poemas y luego del análisis, pedí leer yo (sí, yo pedí, cosa rara, pero cierta). Me había gustado lo que escribí la noche anterior y quería el feedback de María. Le gustó la musicalidad del poema, sugirió cortar unos versos y me pidió que pensara en un título, ya que el le puse era muy largo (lo era en verdad).
Luego con unos amigos fuimos al Central Park como parte de nuestra tarea con María para presentarle un poema mañana. La temperatura agradable hizo también apacible la caminata por Central Park. No se puede creer lo enorme que es, hay muchos mundos dentro del parque. Sin duda una gran epopeya neoyorquina. Inspirado en lo que vi, escribí un poema esta noche que por lo menos a mí me suena bien. Creo que voy entendiendo cómo liberar la mente y dejar que la poesía fluya entre los dedos.
Mañana después de las dos clases vamos a tener la proyección de un documental sobre un escritor argentino y luego deberíamos ir al MOMA a ver la muestra permanente y las temporales. Otra noche más en New York que termina y yo amando cada vez más la ciudad.
Hoy llegué temprano. Calculé mejor mis tiempos y llegué bien. La temperatura subió hoy. Al salir de hotel hacia el subte estaba a 7 grados y aunque parezca mentira empecé a sudar. Después de temperaturas en negativo supongo que ya me había acostumbrado a ese frío extremo.
En la clase de Guillermo, seguimos estudiando los errores comunes que se cometen al escribir en cuanto a la forma. La presencia de gerundios, exceso de adverbios, frases comunes, exceso de lirismo, palabras rebuscadas, etc. Luego cada uno tuvo unos minutos con Guillermo para hablar sobre el cuento que escribimos. Sobre mi cuento, Guillermo me dijo que le parecía más una novela por la forma en la que estaba escrito, que para cuento sería necesario quizás reducir ciertos pasajes. Coincido plenamente y de hecho sé ahora dónde cortar porque de hecho algo en mi interior me molestaba de esas partes. Sin embargo a veces me enamoro de cosas que escribo y termino editando poco. Así que ahora sin dolor, haré una intervención quirúrgica a mi cuento. Por su propio bien.
En la misma clase, se sortearon 5 ejemplares de una antología de cuentos de varios autores, entre ellos Guillermo. Dado que en la clase somos como 20, Guillermo optó por hacer un sorteo. Todos anotamos nuestros nombres y al iniciar el sorteo el primer nombre que salió fue el mío. Luego hice que Guillermo me autografiarla la portada de su cuento dentro del libro (sí, fue mi momento de farándula).
Como consigna para mañana, nos quedó de tarea traer un «apunte» de historia, lo que yo llamaría en audiovisual un storyline. No sé si el que escribí funciona, pero ya veré mañana qué dice Guillermo del «apunte».
La clase con María, como siempre interesante. Me encanta cómo escucha con atención los poemas de los compañeros, buscando la sonoridad, el efecto poético. Hoy trajo a la clase un texto de la filósofa española María Zambrano acerca del oficio de la escritura y fue realmente lindo analizarlo párrafo por párrafo. Me quedaron sonando algunas frases como «escribir viene a ser lo contrario de hablar», «la poesía es secreto hablado. que necesita escribirse para fijarse», «el secreto se revela al escritor mientras lo escribe». Zambrano habla de la escritura como un momento de soledad en la que el escritor se calla para fijar en palabras aquello de lo que nadie habla, que está oculto, en alguna parte y que el escritor lo trae a través de su pluma. María haciéndose eco de Zambrano, dice que la página blanco no es un terror, sino un don, porque es la posibilidad de que algo surja. Esa mirada optimista, entusiasta sobre la angustia de la página en blanco me parece hermosa. Me encanta recibir clases y saber que los profesores tienen nivel. Desde ya, siendo la cuarta sesión, siento que he aprendido muchísimo, confirmándome lo mucho que amo las letras y que este es quizás el oficio principal al que me quiero dedicar (sea en narrativa, poesía, teatro o audiovisual).
La tarea de hoy para mañana fue caminar por el Brooklyn Bridge, visitar el Dumbo y a partir de eso escribir un poema. Estoy más contento con lo que logré con este poema que con los anteriores. Quizás estoy entendiendo mejor «el trip» de la poesía. Hoy no alcancé a leer, así que veré si puedo leer mañana.
Siempre hablar de Borges ha sido hablar de palabras mayores. Es una figura que con el paso del tiempo no ha hecho más que crecer hasta ubicarse entre los dioses del Olimpo de la literatura. Su endiablaba perfección en el uso de cada adjetivo, la composición de sus frases, sus recurrentes referencias a la cábala judía, a las matemáticas, a la mitología, a sus innumerables viajes por el mundo, lo colocan como un autor obligado, el padre indiscutible de las letras latinoamericanas.
Llegué a Borges en la universidad, a través de su cuento La Intrusa. Ya había visto en casa deambular por muchos rincones una edición viejísima del libro Ficciones, pero la verdad nunca me había llamado la atención. Al leer La Intrusa, me quedé con ganas de más y llegué a El Aleph, cuento que me impactó por su construcción, pero que luego cayó en una especie de bruma en mis recuerdos hasta casi olvidarlo por completo.
Pasaron algunos años hasta que llegó la tesis del máster y me volví a cruzar con Borges. Al escribir una serie policial, apareció ante mí Seis problemas para don Isidro Parodi, escrito por Borges y Bioy Casares bajo el seudónimo de Bustos Domecq. El amor que Borges cultivó por el policial especialmente el inglés, me marcó un recorrido literario que tomaría como referencia durante la escritura de mi proyecto de tesis. También fue importante la lectura de su cuento laberíntico La muerte y la brújula, que lo leí varias veces entre viajes de tren y de subte para saborear la delicia de su prosa. Podría decir que Borges fue como una especie de guía de tesis literario durante ese año de escritura.
Ayer leí nuevamente El Aleph. Es quizás el único cuento que cada vez que lo leo, me parece estar frente a una nueva historia. Como si las frases se reorganizaran aleatoriamente y me encontrara siempre con un texto diferente. A 30 años de su partida, Borges pareciera estar más presente que nunca. Su legado se agiganta con el paso del tiempo, aun cuando muchos autores posteriores a él, han hecho sendos esfuerzos por librarse de su influencia. Es mejor pensar que Borges siempre estará, que Beatriz Viterbo, Daneri, Funes o Lönnrot cambiarán de rostro, de nombre en otros textos, enriquecidos, satirizados quizás, pero con la fatal genialidad borgiana en aquel que escriba.
Para quienes están en Buenos Aires o piensan viajar para allá, desde hoy hasta fines de octubre estará abierta una muestra en honor al Borges matemático, viajero y cineasta, en el Centro Cultural Nestor Kirchner.
Les dejo por acá una entrevista inédita a Borges que ha publicado hoy el diario El País, a propósito de los 30 años de su muerte.
«Empecé a escribir por casualidad, quizás sólo para demostrarle a un amigo que mi generación era capaz de producir escritores. Después caí en la trampa de seguir escribiendo por gusto y luego en la otra trampa de que nada me gustaba más en el mundo que escribir», le confesó García Márquez a su amigo Plinio Apuleyo Mendoza en una de sus tantas charlas que luego se recogieron en el libro El olor de la guayaba (1982). A quienes amamos sus obras, agradecemos que haya caído en esa trampa y haya producido personajes endiablados en la ardiente costa atlántica colombiana.
García Márquez me ha acompañado de forma casi permanente desde los 12 años. Como niño inquieto que era a nivel intelectual, no se me ocurrió nada mejor que empezar a leer a García Márquez que con Cien años de soledad. Recuerdo que su lectura me tomó casi dos meses pero no tengo consciencia de qué tanto entendí del libro en esa ocasión. Lo que sí recuerdo era esa sensación de estar descubriendo un mundo mágico mucho más cercano a mi realidad. Hasta antes de Cien años de soledad, había leído a Dickens, Twain, D’amicis, Stevenson, Lagerlöff, con historias situadas en lugares tan lejanos, de fonéticas extrañas y de pronto con Gabo, me encontraba en Aracataca en el Magdalena, no muy lejos de Santa Marta, la ciudad de mi mamá que siempre está muy presente en nuestras conversaciones familiares.
No tardé mucho en hacer asociaciones entre lo que leía y lo que me contaba mi tía Silvia acerca de ciertas tradiciones en Santa Marta. De pronto comenzaba a encontrar analogías entre los Buendía y los Reyes (mi familia materna). Las tías de mi mamá se convertían entonces en una especie de Amaranta y Rebeca, mientras que la abuela, ese ser que no llegué a conocer pero que mi mamá idolatra hasta hoy por su fortaleza de carácter y sabiduría, se convertía sin lugar a dudas en Úrsula Iguarán. Como alguna vez dijo García Márquez, la cultura caribeña es una sola. Y yo le creo, porque mi familia materna es sin saberlo, muy garciamarquiana.
García Márquez recibiendo el Nobel en Suecia (1982)
Pero no todo fue lindo con Cien años de soledad. Sufrí mucho con el final de la novela. Recuerdo no haber podido sacarme las últimas páginas de mi cabeza en un buen tiempo y me quedé con una sensación de vacío al pensar que todo había terminado. Adicto a su escritura, me encontré luego leyendo Crónica de una muerte anunciada, Doce cuentos peregrinos, La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada, Ojos de perro azul, entre muchos otros. Más adelante volví a leer Cien años de soledad y con mayor edad empecé a hilar mejor los hechos y a entender el laberíntico árbol genealógico de Arcadios, Úrsulas y Aurelianos que se repitían en cada una de las generaciones. Hasta la fecha debo haber leído la novela unas cinco veces. Me viene bien cada cierto tiempo volver al libro para actualizarme en su lectura y también para recordarme a mí mismo mientras lo leía en otras instancias de mi vida.
Le debo a García Márquez el amor a la literatura, a la escritura, al observar con milimétrica precisión, a la búsqueda constante de un adjetivo distante que sirva para crear una metáfora. Al leer mis primeros textos de la adolescencia puedo detectar la gran influencia que la escritura de García Márquez tuvo en mí. Cuando los leo, sonrío porque puedo incluso recordar qué libro o cuento de García Márquez estaba leyendo por esa época. Sin duda alguna no habría entrado a la literatura sin García Márquez y tampoco hubiera entrado a lo audiovisual por consiguiente. Sus historias me mostraron un mundo diferente y en la identificación me hizo preguntarme por mi propia voz, qué es lo que busco narrar y cómo hacerlo.
Hoy Gabo habría cumplido 89 años y aunque desapareció de este plano hace dos, sus obras siguen tan vivas como siempre. En cualquier libro de su autoría Gabo estará vivo cuando un lector recorra sus líneas. Establecerá un diálogo con el colombiano más caribeño del mundo y será como tomar una cerveza con un amigo en una tarde de sol brillante. Una conversación de esas que uno recuerda toda la vida. Así que hoy sacaré del estante algún libro de Gabo al azar, el primero que vea y charlaré por unas horas con mi querido amigo y mentor para celebrar su cumpleaños.
Sí, mis autores. Aquellos que escribieron obras que han terminado siendo del mundo. En tal caso sería mejor decir “mis obras” pero prefiero el sentido más humanista de apropiarse de los autores, con quienes dialogo y discuto en sus novelas, cuentos; quienes me recuerdan con la elección quirúrgica de sus palabras exactas, que es ahí donde reside la grandeza de una buena historia, sea en el género que sea.
¿Quiénes son mis autores? Suelo ser un lector voraz pero si tuviera que elegir con cuáles viajar a una isla desierta serían: Charles Dickens, Gabriel García Márquez y Roberto Bolaño. Muchos grandes quedan fuera de la lista pero elijo estos tres porque cada vez que me siento un poco perdido en el marasmo de personajes e historias, termino recurriendo a algunos de sus relatos. El paso del tiempo se encargó de demostrarme que a pesar de las nuevas lecturas y el descubrimiento de nuevos autores, había una conexión especial con la relectura de Grandes esperanzasCien años de soledad o Los detectives salvajes. En estas obras así como en sus otras mal llamadas obras menores, Dickens, García Márquez y Bolaño convierten historias cotidianas en grandes argumentos, dando una gran lección de escritura para todo aquel que busque dedicar sus días a la construcción de relatos.
(1812-1870)
Charles Dickens, ya convertido con el tiempo, en un autor clásico e indispensable de las letras inglesas. Sus novelas cubrieron gran parte de mi adolescencia, llevándome a conocer a Oliver Twist, David Copperfield, Ebenezer Scrooge. Dueño de un estilo directo, llano pero cargado de magia, incluso para describir a la durísima Londres victoriana, Dickens termina sometiendo a sus personajes a toda clase de situaciones donde se evidencian sus miserias tanto físicas como de espíritu. Coincido plenamente con el creador de Mad Men, Matthew Weiner, al decir que si Dickens hubiera vivido en nuestro tiempos, sería un showrunner (el sumo creador de una serie de TV).
(1927-2014)
Hace pocas semanas, agobiado por las presiones que me impongo para terminar proyectos de escritura, me sorprendí agarrando el libro Doce cuentos peregrinos, de García Márquez. Necesitaba de forma inconsciente, nutrirme de una lectura fresca, breve, para sopesar el proyecto grande de escritura en el que me metí por motus propio. Devoré la antología de cuentos un fin de semana con los breves paréntesis para retomar la escritura de mi proyecto. Las historias de esos migrantes en Europa contadas por la pluma caribeña de Gabo, me hicieron reflexionar sobre la propia estructura en sí. La manera en que el colombiano presenta a sus personajes y los introduce en situaciones muchas veces surreales hablando un francés masticado o en un italiano doliente, me lleva como lector a un universo donde lo más natural sería cargar con el cadáver de una niña a la espera de una audiencia con el Papa para demostrar que es santa, que una mexicana termine en un psiquiátrico sólo por querer hablar por teléfono o que dos niños latinos elaboren un plan macabro para deshacerse de su institutriz en el mediterráneo italiano.
(1953-2003)
Otro gran maestro, el señor Roberto Bolaño. Los detectives salvajes es una clase magistral de escritura, en términos de estructura, ritmo, diálogo, construcción de personajes y ambientes. Desde las primeras páginas nos sumerge en la sociedad de poetas infrarrealistas en el México de los 70. Su destreza en el uso de los diálogos, siempre exactos y la construcción musical de su fabular, resulta un oasis para quien está sediento de una buena narrativa. Recuerdo todavía la mezcla tristeza y nostalgia que me produjo leer las últimas páginas de la novela. Casi un cineasta a la hora de escribir, a veces tenía la impresión de estar viendo y no leyendo los capítulos del libro. Cada tanto releo fragmentos de Los detectives salvajes, no sólo por el mero placer de la narración o por la búsqueda de la técnica literaria, sino para recordar las sensaciones que me producía evocar los diferentes estadios de la obra.
Los autores son como esos amigos que aunque no veamos con frecuencia, siempre están ahí cuando los necesitamos y el lazo fraterno permanece intacto. Las coincidencias y las discrepancias son bienvenidas en la misma proporción, podemos festejar, reír o llorar a su lado con una taza de café o una copa de vino. Pueden soportar noches de desvelo o días soleados en la playa y siempre van a recordarnos con sus palabras por qué los hemos elegido como amigos.
…En el arte en general, pero básicamente en la escritura que es de donde luego surge el cine, el teatro, la literatura.
Me gusta reciclar personajes. Tomarlos prestados de otros ‘colegas’ para darles un nuevo giro, moldearlos a mi mirada, hacerlos recorrer por lugares en los que el colega no pudo o no quiso pensar. Cambiar sus decisiones, angustiarlos un poco, brindarles la oportunidad de experimentar a partir de su elixir de vida.
Me gusta reciclar expresiones, frases dichas por personas con las que convivo de una forma u otra. Desde las que podría decir mi padre en un momento de sabia elocuencia o mi abuela con su humor disparatado, hasta aquellas dichas por las recepcionistas de los lugares donde trabajo. Todas aquellas frases, palabras sueltas, de diferentes seres se mezclan, se licúan y dan origen a los diálogos sufridos, alegres o mortíferos de los personajes que pueblan mis líneas.
Me gusta reciclar historias. Estoy atento a aquello que me cuentan, la historia familiar de un amigo o amiga que si bien se ha vuelto casi un mito por las diferentes versiones que tiene, posee una esencia, una dramaturgia popular que es tierra fértil para los caminos que recorrerán los personas.
Escucho con atención la historia del mensajero que debe arriesgarse en lugares peligrosos por el nombre de la empresa, del compañero de trabajo que discutió con su esposa, de la novia que rompe por enésima con su novio, del amigo que está emprendiendo una nueva vida lejos de Ecuador, de los problemas de la amiga que ha dejado a su novia de años por emprender un romance con una mujer de provincia. Escucho, me alimento cada día de historias. Algunas no ‘me tocan’, pasan por el tamiz y se quedan en la nada. Pero en un momento aparece alguna menos elaborada, menos ‘interesante’. Entonces la escribo en mi viejo cuaderno de notas esperando por el momento en que los personajes reclamen espacios, situaciones, frases para empezar a moverse libremente por el papel o en este caso en la blanca pantalla del ordenador.
Sí, me gusta reciclar. Confieso que me gustan los remakes como propuesta de rearmar, de repensar lo ya escrito y vivido. Me gustan los covers, cuando un artista agarra una canción de otro artista y hace una versión a la altura. En contrapartida, me enoja mucho cuando el remake es una vil copia, cuando no pasa por el proceso de reciclaje, cuando no se contextualiza o cuando se ‘manosea’ su valor.
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