
No es una película reciente, pero es una de esas cintas obligadas del cine europeo que no hay que dejar pasar. Una pequeña joya de Giuseppe Tornatore que, como casi toda su filmografía, transcurre en los hermosos paisajes del sur de Italia. En Malèna, al igual que su tan famosa Cinema Paradiso, Tornatore vuelve a la temática de la familia, los chismeríos entre callejones, las ansias desbordadas de los adolescentes de la zona y la nostalgia de un narrador que recuerda su pasado.
Malèna cuenta la historia de la mujer del mismo nombre, quien vive en el pueblo de Castelcutò, en Sicilia y queda sola luego de que su marido fuera mandado al África Oriental durante la Segunda Guerra Mundial. Malèna es una mujer atractiva que se resiste a ser una más del pueblo y con su libertad para elegir qué vestir y cómo lucir, pronto cae en las lenguas viperinas de las propias mujeres del lugar y en los ojos lujuriosos de los hombres que darían todo por estar con ella. Entre todos, destaca Renato (Giuseppe Sulfaro), un adolescente que desarrolla un amor platónico hacia Malèna y empieza a espiarla, sueña con ella. Su libido sexual gira en torno a la figura de Malèna, quien por su parte ignora todos los deseos que despierta en el chico.

La película está narrada desde el punto de vista de Renato y Tornatore se mantiene fiel a esta elección durante toda la historia. Malèna es vista por los ojos de Renato en planos de generales a medios. Salvo en contadas ocasiones utiliza el primer plano, lo que le da a Malèna ese distanciamiento que es el que vive Renato hacia ella. La cámara se vuelve
también una espía de Malèna, de la mujer sensual, de la «libertina», de la viuda repentina que debía llamarse al recato y no a la exhibición. Mónica Bellucci exhala toda su sensualidad en una Malèna que recuerda a sus antecesoras Sofia Loren, Ana Magnani o Gina Lollobrigida. Mujeres voluptuosas, de sangre latina, seductoras por naturaleza y no por elección. La nostálgica música de Ennio Morricone acompaña la vida de esta mujer encerrada en este pueblo que pese a ser hablador y fiscalizador de la vida ajena, es también un lugar pintoresco, de grandes charlas a pesar de la atmósfera gris en la época de la Italia de Mussolini.
Sin duda alguna, Malèna es una película perfecta para disfrutar un sábado por la noche.




Abrahamson dedica una parte de la película para mostrarnos esa rutina de Joey y de Jack. Entre líneas vamos descubriendo también cómo Joey cayó en las redes de su captor y cómo debe negociar con él para poder conseguir alimentos, ropa, juguetes para Jack. La madre parece resignada a su situación, a los siete años de encierro teniendo sólo un tragaluz como hipotético contacto con el exterior. Hasta que decide hacer algo por ella y por Jack.

todos los obstáculos de la Iglesia para impedir que sus secretos salgan a la luz, se deja claro el trabajo ético de los periodistas en el trato con las víctimas. Escuchan, saben qué y cómo preguntar respetando la sensibilidad. Es una labor delicada en la que sería muy fácil tomar una postura emotiva, sin embargo el grupo periodístico sabe que necesitan de calma y precisión para lograr una investigación mucho más profunda. Vemos a los personajes de Keaton, Ruffalo, McAdams, Slattery en conflicto interno con lo que cada uno debe resolver ante las atrocidades que fueron sucediendo en la ciudad casi ante sus propios ojos, olvidando a las víctimas por años. Como bien dice uno de los personajes, «nunca es tarde» y tomando ello como mantra realizaron una investigación exhaustiva que terminó por destapar en el 2002 todos los abusos cometidos desde la Iglesia de Boston. La repercusión del caso, instó también a que muchas de las víctimas se animaran a hablar y fue así como el diario produjo más de 600 artículos relacionados con el tema.
periodistas todavía cree posible generar cambios en la sociedad a partir de su trabajo. Es una película necesaria, con un guión impecable y que sabe manejar con destreza la tensión a lo largo de toda la trama. El elenco funciona perfecto, nadie destaca por encima de ninguno, por lo que se obtiene una película coral. Ver a Michael Keaton en esta película luego de Birdman el año pasado, sólo confirma lo dúctil y minimalista que es como actor, sin tener que acaparar todas las escenas de la película. Mark Ruffalo, con el physique du rôle de hombre común, encarna a un periodista capaz de todo para avanzar en la investigación. Se lo toma como una misión personal y Ruffalo dota a su personaje de una naturalidad que se evidencia en sus pausas, sus momentos de impulso y en la interacción, a veces conciliadora, a veces conflictiva, con los demás personajes.
Eddie Redmayne hace un trabajo impecable al meterse en la piel de Einar/Lili, debiendo construir dos personajes en uno. En su caracterización se percibe la incomodidad de la dualidad, el duro proceso de enfrentarse a sus propios deseos en la sociedad danesa de los años 20 y 30. Es un trabajo logrado desde la honestidad de Redmayne como actor, sin embargo su actuación no es superior a la que hizo de Stephen Hawkins en La teoría del todo. Alicia Vikander se convierte así en la base de la película al ser la mujer divertida, tenaz del inicio que con la transformación del esposo, saca una fuerza interior que la catapulta en las escenas de confrontación con Einar/Lili. Su personaje es clave para entender a Wegener y Alicia Vikander hace suya a Gerda con una gran destreza, trabajando muy bien los silencios, las miradas y los gestos.

Gwyneth Paltrow construye una Sylvia sobria y desbordada en los momentos álgidos de la historia turbulenta con Ted. Su actuación bien cuidada no cae en la caricatura de lo que debería ser una artista, sino que por el contrario logra balancear sus frustraciones como poetisa y su rol de mujer en los años 50 y 60. Con el recorrido de la trama, vemos a una Sylvia cada vez más nerviosa e insegura, lo que anticipa el final trágico que ya todos conocemos sobre Plath.
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