Llegas a ese momento. Lo has evadido durante mucho tiempo. Has fantaseado con ese espacio, con en esa hora del día (o de la noche, según como te parezca mejor). Ahora no hay cómo escapar. Tratas de pensar en todos los trucos, frases ensayadas para cuando llegara ese momento. Pero todo es confuso, una humareda niebla tu cabeza. Te niegas a improvisar, a dar el primero paso. Danzas sobre tu propio eje. Prestas atención al vaivén de tu sangre que fluye forzada por tus venas. Quieres llorar, lo sé. A mí también me traicionan los lacrimales cuando elevo un poco el corazón. Respiras en cortos intervalos para ahogar el llanto. Te animas a dar la primera señal… Te interrumpe con una frase sin palabras. Entierra sus ojos en los tuyos. También tiene miedo. También ensayó para ese momento. No hay soundtrack que ayude o inspire. Te das cuenta que no hay que decir nada. De repente sientes que la situación parece escrita por Tarkovski o Bergman. Terminas por creer que sería del agrado de Godard. Luego piensas que él preferiría una escena más cortada, más posmoderna… Caminan juntos. El terreno es incómodo. Sólo escuchas tus pasos y los suyos. Y la sangre sigue atropellada en tus venas. Tropiezas. Intenta ayudarte para que no caigas. Se miran otra vez. Sabe bien que no darás el primer paso. Espera el intervalo de silencio que permite el canto entrecortado de los grillos. Te dice, casi en susurro: Escríbeme.
Categoría: noches
Devaneos
Murmullos
Horas Vagas
Apareciste. No te busqué pero estabas ahí y de pronto te dibujaste indispensable cada noche. Explicaciones, ninguna. Era preciso sentir, aun cuando hubiera delante una pantalla fría asexuada, pero que nos permitía conocernos, un poco más.
Me llenaste de ansiedad, agriaste mis horas. No apareciste más y el único extraño vínculo de dependencia fueron tus indescifrables estados de Facebook. Las relaciones no se piensan y se pierden en vericuetos extraños, como en el teatro… El problema es que nunca sé hacer mutis a tiempo y divago aun cuando el show debe terminar.
Nos dijimos adiós sin despedida. Y yo con lo que amo prepararme para el desenlace. Me quedé saboreando un final interrumpido, un orgasmo incompleto, un beso a medias. Las horas se van en imágenes de un futuro difuso, retazos de proyectos, que como jirones van quedando a medio camino. Pienso en Mariana Ximenes, en sus cabellos y en su boca gostosa. Me prometo trabajar con ella y a unir mis escritos momificados. Quiero engendrar un mutante repartido entre varias actrices que exorcicen mi cabeza cada vez más volátil, menos enraizada.
Sueño. Sueño que sueño con una escena recurrente cuyos elementos siempre me remiten a un sueño más antiguo. De vez en cuando aparecías en algunas de esas abstracciones y cuando vuelvo a la superficie me queda la sensación de haber olvidado la pantalla frígida que nos separa. Soy patético, aunque según Schiller también en algún momento podría devenir sublime. ¿Para quién? No para ti, con certeza.
Licuaré mis memorias en almíbar.
Marion
Del teatro y la docencia
Inercia
Inconstante, inflexible, obsesivo, inerte, apasionado esclavo… Debo ordenarme y al mismo tiempo desordenarme, divago en nubes, en personajes, en miradas, sonrisas, en diálogos jamás pronunciados ni escritos… Vivo en un constante letargo, en una fuga perenne, en un afán de pérdida, de pertenencia…
Busco un laberinto sin salida para encontrarme… querré encontrarme…?
Emprendo caminos, me sacrifico, no desfallezco, sostengo estructuras pero al mismo tiempo qué significa todo esto?
No lo sé, pero hay algo que me impide aquietarme, no debo estancarme. Necesito locomoción aunque sea para no ahogarme…
No hay otra salida…
Estoy en inercia…
Vivo en incoherencia..