Escritura y Ciudad: Día 1

Me propongo escribir a modo de bitácora aquello que encuentre interesante/relevante dentro del Seminario «Escritura y Ciudad», durante las 8 sesiones que tendrá el mismo en el City College de New York.

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El Seminario se toma de 09h00 a 13h00 de lunes a viernes. De 09h00 a 11h00 cursamos con Guillermo Martínez la parte de narrativa (específicamente cuento) y de 11h00 a 13h00 con María Negroni la parte de poesía. Hoy por ser el primer día, el decano del City College nos dio la bienvenida, nos habló un poco de la institución e hicimos un tour por el lugar. Somos alrededor de veinte talleristas, en su mayoría argentinos, aunque también estamos de Ecuador, México, Perú y Brasil. Luego del tour empezamos con la clase con Guillermo Martínez, quien con mucha claridad y sencillez inició los contenidos del curso. Hablamos sobre la importancia de los títulos, ejemplos de buenos inicios de historia, el uso de la primera, segunda o tercera persona para el narrador. Guillermo nos adelantó el trabajo que debemos hacer para el viernes y para mañana quedamos en leer todos los inicios de los cuentos que escribimos como parte de la tarea previa al taller. Siempre leer en voz alta, delante de otros, me provoca cierta ansiedad. Es quizás el miedo a la crítica, a encontrarle defecto a todo lo que escribo, aunque también entiendo que es saludable esa puesta en común. Como escritor, artista la relación con el otro que escucha, que observa, es importante.

A las 11h00 empezamos la clase con María Negroni, quien hizo que colocáramos las mesas en círculo. Ni bien comenzamos, Negroni planteó las visitas a lugares que debíamos realizar diariamente por las tardes para escribir sobre eso. Los sitios que mencionó son maravillosos y ya tenía ansias por recorrer. El primer lugar sería estar a las 17h00 en el Grand Central, durante la rush hour, que es cuando sale todo el mundo de sus trabajos y se dirige a la estación. Luego de esa observación debíamos subir al Shuttle y bajar en la estación de Times Square.

La clase de María estuvo llena de referentes en poesía, narrativa, cine, artes visuales, música. Amé la delicadeza de su voz, la pasión que demuestra por la palabra y su faceta de académica. Aunque no me considero para nada diestro para la poesía, creo que María es una gran entusiasta y la verdad estoy dispuesto a probar en poesía, aunque sea para darme cuenta que no es lo mío. No lo sé.

Por la tarde con unas amigas del seminario fuimos al Grand Central. Me impresionó la belleza del lugar y ya de vuelta, en la tranquilidad de mi habitación, escribí mis primeras líneas poéticas. Veré mañana qué dice María de lo que escribí.

Saudade de Domingo #44: De Buenos Aires a New York con escala en Guayaquil

Ni bien me subí al avión en Buenos Aires (con toda la pena que siempre me embarga cuando salgo de Ezeiza) empecé a sentir un dolor en las amígdalas que luego se se agravó en la escala en Santiago. El trayecto Santiago-Guayaquil fue una tortura, con fiebre, escalofríos, dolor de huesos y dolor de cabeza. Rogaba para que se amainara el dolor, pero nada. En algún momento hasta llegué a tener ganas de vomitar, pero afortunadamente no pasó.

Al llegar a Guayaquil, no daba más. Sentí que me iba a desmayar en cualquier momento y esa misma noche comencé un coctel de pastillas para desinflamar las amígdalas, bajar la fiebre, aliviar la cefalea. Al día siguiente me reintegré al trabajo y las amígdalas seguían igual de inflamadas, tenía fiebre cada seis horas. El malestar se unió a mi desesperación al imaginar mi cuadro al viajar a New York el sábado. ¿Podría viajar? ¿Mi sueño de meses se desvanecería por un trancazo inoportuno? El panorama gélido de temperatura en negativo en la gran manzana me hacía pensar lo peor. Estaba tan angustiado que ni siquiera me atreví a hablar de mi estado con mucha gente. Sólo mi familia lo sabía. Del miércoles al jueves casi no dormí nada por el dolor de amígdalas y la fiebre repentina. Fui con mis papás a visitar a una tía doctora y al ver mis amígdalas dijo: Están enormes, parecen dos limones!”. En ese momento me inyectó penicilina luego de hacerme la prueba cutánea de la misma. Recordé el dolor que causan ciertas inyecciones en las nalgas. Pasé el jueves resolviendo temas bancarios con la nalga izquierda adolorida y con las amígdalas hechas mierda todavía. Hice mi check in con desconfianza. En mi cabeza seguía rondando la pregunta ¿lograré viajar? ¿y si no mejoro? Ante estos momentos el apoyo familiar fue fundamental. Nunca pusieron en duda mi viaje, tenían fe de que yo iba a a mejorar, aun cuando comer o tragar saliva era toda una tortura.

El jueves por la tarde visitamos a mi tía en su consultorio y me puso la segunda inyección, luego de haber tenido un largo día de fiebres recurrentes y pocas horas de sueño. Ahora el dolor estaba pareja en las dos nalgas, así que sentarme o subir escalera era toda una proeza. Solo pensaba en New York, en el taller de escritura, en los textos que leeré, en lo que escribiré. Sólo ahí caí en la cuenta que por todo esa infección en la garganta no había podido disfrutar de la previa de mi viaje a New York. Las amígdalas se habían tomado el centro de atención y desplazaron a New York dentro de mis prioridades de pensamiento.

Mi mayor alegría fue despertar el sábado y sentir que mis amígdalas se habían desinflamado bastante. Todavía dolían pero estaba bien. Me bañé, me vestí, cerré la maleta y con todo fui con mis papás a visitar a mi tía a su casa para que me pusiera la tercera inyección.

Ya en la sala de espera del aeropuerto, recién pude descansar y sentir que lo había logrado, que a pesar de todo, estaba ahí, a las puertas de cumplir mi sueño. quizás uno de las más hermosos que tenga este año. Me volví a sentir feliz como no me sentía desde hacía varios días. Era como estar al final de la primera parte de una saga de películas. Pensaba en mi primera vez en Estados Unidos y de paso en New York, en ese monstruo de ciudad a la que solo he visto en el cine. No tengo familia ni amigos en esa ciudad y eso en lugar de desanimarme me alegra. Voy a conocer New York por mí mismo como hice con Buenos Aires en el 2011, cuando llegué una mañana de mayo y la última capital de Sudamérica me era completamente desconocida. Quiero trazar mi propia cartografía en New York, caminar mucho, tocar sus calles, respirar su gélido aliento de invierno, conocerla a solas, sin disputarla con nadie como buen Aries posesivo que soy.

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Luego de una escala calurosa en Panamá, llegué al John F. Kennedy Airport. Dos horas y media en la sala de migración para atender a 500 pasajeros frente a 5 oficiales…! Fue desesperante, pero la espera valió la pena al recorrer parte de la ciudad desde el aeropuerto hasta el hotel. El recorrido me pareció muy similar al de Ezeiza a Buenos Aires. En algún momento, confundido entre el inglés y el español sentí nostalgia por Buenos Aires y por Guayaquil. Tonterías mías, pues no es que me voy a quedar mucho en New York, pero de alguna forma, siento que este viaje me dará un gratísimo aprendizaje y sólo pensarlo me emociona. Quizás mi forma de mirar, de escribir, de encarar un proceso creativo sea un poco diferente a mi regreso a Guayaquil o Buenos Aires. Y eso estaría muy bien. En abril cumplo 31 y quiero seguir creciendo, reinventándome, de lo contrario no tendría sentido cumplir años.

Hoy caminé por Highline, Chelsea img_9654y West Village con un frío de -7. Hablar en inglés con la gente o escuchar conversaciones me hace pensar que estoy en una película y en ciertas partes siento la falta de los subtítulos. Es como si la recepcionista, el policía, la pareja de novios, la abuelita que cruza la calle fueran personajes y no personas que actúan para mí en inglés. Y yo me siento también un personaje que imita inflexiones de voz como haría Al Pacino, Bryan Cranston o John Hamm.

Mañana empieza el seminario de escritura por el que he venido a New York. Tengo muchas expectativas con los contenidos, con los profes y los compañeros que tendré. Me siento como el día previo al empezar la universidad o el día anterior al iniciar la maestría. Me gusta esa sensación de incertidumbre, de vacío que me invita a lanzarme y ver qué pasa. Qué lindo que además sea en New York, una ciudad con la que sentía una deuda pendiente al no haberle dado espacio entre mi lista de destinos.