Humo, de Gabriela Alemán

Con curiosidad me acerqué al último libro de la ecuatoriana Gabriela Alemán, de quien ya había leído Poso Wells y La muerte silba un blues. Como me suele pasar con otros textos, me dejo seducir por las historias detrás de las historias y Humo con sus doce años de escritura, de idas y vueltas me llevaron hasta Mr. Books con la posterior lectura voraz de la novela ambientada en Paraguay.

En Humo se percibe un ambiente de nostalgia cuyo peso va quedando en evidencia con el recorrer de los capítulos. La novela arranca con la lle9789588979403gada de Gabriela (homónima de Alemán) a la casa del fallecido Andrei en Asunción, a quien había conocido años atrás. Gabriela viene a tomar como herencia un sinnúmero de cartas que Andrei le dejó, pero el viaje supone para Gabriela una reconciliación con esa ciudad. Con la misma sutileza y mirada aguda de este primer capítulo, Alemán traslada su acción al pasado, hacia la Europa migrante que veía en el cono sur una tierra de posibilidades. Desde Buenos Aires, Andrei joven emprende camino hacia Paraguay, en donde permanecería el resto de su vida.

Alemán consigue impregnar a su novela de una atmósfera de silencios, de verdades dichas a medias en un castellano licuado con guaraní de donde emerge una nueva lengua: la de los caídos en la guerra del Chaco, la mutilación injusta del quebracho, los años oscuros de la dictadura de Stroessner.

Un gran acierto de Humo, es la proeza con la que Alemán sitúa a los personajes. La casa de Andrei parece un lugar laberíntico, de pasadizos, de puertas que no pueden abrirse, de gritos callados como si se tratara de una partícula representativa de la Paraguay doblegada en los años de Stroessner. Y en medio de ese ambiente gótico guaraní, Gabriela llega para hacer preguntas incómodas, para desempolvar aquello que era mejor mantener en el olvido, en las profundidades del Chaco, lejos de los problemas actuales.

Gabriela Alemán ha construido una novela sólida, de madurez narrativa pero que ante todo mantiene la experimentación como parte de su juego. Su literatura son la cartas, los diálogos entrecortados, los diarios, las fotografías, todo aquello que suponga un encuentro con la memoria, una lucha con el paso del tiempo.

Godfather cumplió 45 años

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El Padrino cumplió 45 años el pasado 14 de marzo. En 1972, New York recibía con gran expectativa la película a la que la crítica ya había catalogado como una obra maestra. A pesar de la nieve de esa noche, el público se agolpó al estreno para ver al gran Marlon Brando convertido en el patriarca Vito Corleone.

45 años después, Vito Corleone sigue siendo grande, el mundo cambió y la película junto a sus dos secuelas grandiosas parecen haberse actualizado también. Al igual que el vino -perdón por la analogía común- se ha añejado y ganado tamaño. Es descomunal.

Desde la Universidad Casa Grande y específicamente desde la Facultad de Comunicación donde trabajo, decidimos rendirle homenaje al Padrino, para que esos 45 años no pasaran desapercibidos. Junto a Diana Pacheco -amiga, colega, partner in crime– con quien llevo adelante el cine club Contraplano, armamos el cronograma y la ambientación del evento en el auditorio de la universidad.

Nuestro invitado de honor fue Jorge Suárez, ya un ícono en el Ecuador en cuanto a la crítica cinematográfica. Al verlo, tan generoso y apasionado por el séptimo arte no pude evitar recordar su programa Noches del Oscar, donde todos los sábado a las 22h00 presentaba las grandes películas ganadoras de todos los tiempos. Sus comentarios acerca de la producción, los entretelones me hacían delirar imaginando ese mundo de actores, actrices, platós. Quién sabe si Jorge es en parte responsable de que haya elegido hacer cine al transmitirme desde la pantalla ese amor por las películas. En todo caso, Jorge es una personalidad obligada en el Ecuador al hablar de crítica cinematográfica y en honor a esa carrera de más de cinco décadas, la universidad le otorgó una placa de reconocimiento por su trayectoria.

Fue emocionante poder ver las tres películas de El Padrino el 14 de marzo. Fue extenso también pero con un cierre lindo a través de un conversatorio en el que intervinimos Jorge, Marina Salvarezza y yo, moderados por Diana. Nuestro público fue en su mayoría la comunidad universitaria, que espero haya podido apreciar la belleza de estas películas en sus guiones, en la interpretación, en la dirección.

Es alentador también encontrarse en las páginas de un diario, resaltando la labor que hacemos. Desde el año pasado venimos llevando un cine foro todos los martes con entrada libre. A Diana y a mí nos mueve el deseo de que el cine que no llega a las salas comerciales tenga un espacio en el corazón de nuestra universidad y que el público entre, se conflictúe, se pregunte cosas, se familiarice con realidades distintas e idiomas indescifrables. Al final de las proyecciones, armamos un conversatorio a modo de diálogo con el público. Esto no solo enriquece al público sino a nosotros como organizadores, que nos saca una sonrisa ver a esos espectadores felices de haber conocido a través del cine otro punto geográfico, con rostros de actores más allá del Star System.

Luego de esta función especial de 45 años de El Padrino, nos queda el impulso para seguir con el cine foro que reinicia con fuerza este martes 11 de abril.

 

Saudade de Domingo #51: Llenar el mapa

Ecuador es un mapa mudo en muchos aspectos. Un mapa mudo en el sentido escolar, como cuando la profe nos entregaba el mapa del país vacío para ubicar las ciudades, los ríos y las provincias. Geografía era mi materia favorita y disfrutaba mucho llenando esos mapas mudos.

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Hace varios años atrás vi un mapa de Estados Unidos y cada estado tenía una película o serie representativa. Todo el mapa estaba lleno y mi pregunta inmediata -e ingenua- fue: ¿El mapa del Ecuador, estaría «lleno»? No me tomó muchos segundos en responderme que no.

En lo audiovisual, así como en otras áreas, hace falta mucho por hacer, se necesitan propuestas diferentes, arriesgadas, que se diversifiquen y no caigan en un intelectualismo asfixiante ni en una comedia comercial mal hecha. En ese sentido el mapa del Ecuador está vacío todavía, sin desconocer que han habido proyectos interesantes pero que no resultan suficientes para llenar el mapa. Estamos apenas colocando cantones, riachuelos dentro del país, algo que podría ser desalentador pero que también tiene otra arista: La de la tierra en la que está todo por hacerse. Pienso en países con industria audiovisual fuerte como España, Francia, Argentina, Brasil, México, en los que aparentemente todo está hecho, sus mapas están saturados sin espacios para más, no obstante surge cada tanto un grupo de artistas que vuelve a reinventarse y renueva los mapas. Acá en Ecuador el terreno está limpio, casi virgen, hay que luchar con la aridez de ciertos sectores que aun no comprenden lo importante que es el audiovisual como herramienta de difusión de nuestra cultura, pero el mismo vacío permite empezar a experimentar, equivocarse en pequeño, dar los primeros pasos.

Los que hacemos audiovisual, de una u otra forma y en el área que sea, creo que estamos llamados a crear en chiquito, mediano, grande, desde las posibilidades de cada uno pero con la consigna de no parar, de estar en movimiento, escribiendo, grabando, presentando. Poco a poco se empieza a poblar el mapa, lo cual es estimulante. Es necesario ver(nos), apoyar(nos), porque no se trata únicamente de un desarrollo personal sino de un crecimiento colectivo, de darle el valor que merece el cine, la televisión nacional, con historias de calidad y que tengamos orgullo de exportar como parte de nuestros bienes culturales.

Hay que llenar el mapa del Ecuador con las historias que cada uno ya tiene, ya escuchó, que ya escribió y que deben buscar un sentido en una pantalla. Hay que jugar con el mapa mudo y hacerlo hablar, que le cuente a sus vecinos por qué somos trópico, por qué estamos en el centro del planeta, por qué somos diversos aun cuando sólo somos 14 millones en un territorio pequeño. Hay que jugar con el mapa, llenándolo con los trazos que uno pueda, así como en la secundaria, a veces con seguridad, a veces adivinando.