Los meses pasan y es fácil caer en la inercia. Intento huir un poco a las reglas, pero mirando hacia atrás me doy cuenta de lo importante que resulta fijarse metas, plazos, deadlines para cumplir algún objetivo. Eso de esperar el momento indicado, que llegue la inspiración, que se unan los astros y demás son sólo pretextos para ponerse a trabajar. Entiendo también que ya en los trabajos convencionales hay tantas reglas y pasos, que lo que uno quisiera es liberarse de ellos en los proyectos personales. Sin embargo, estos también exigen una disciplina, una metodología (más lúdica quizás, dependiendo) y sobre todo una constancia, un compromiso con uno mismo. Y creo que ese es el compromiso más jodido de cumplir. Es más fácil comprometerse por/con otros, pero el compromiso personal, ese que nadie está verificando si cumples o no, es el más difícil de mantener. Por ello la idea de fijarse metas, así sean pequeñas, cortas, insignificantes para otros. No hay nada más lindo cuando se cumple una meta y sentir que uno mismo se hace «check» en la lista de deseos.
Por mi propia experiencia siento que cuando no llevo un calendario de actividades, termino perdiéndome. No sé bien cómo aprovechar el tiempo y tengo la sensación de estar sujeto a los tiempos de otros. Por eso trato de llevar un calendario semanal para ver en macro cómo estará la semana y encontrar esos pequeños intersticios para realizar algo personal, que normalmente se decanta también en varias áreas de mi interés: leer, aprender o repasar un idioma, escribir un cuento, escribir un guión, ver alguna película o serie.
Aprovechando el inicio de mes, decidí desde la semana pasada, que estos últimos meses del año (qué rápido se está yendo el 2016) los dedicaré a escribir un proyecto concreto. Hace años atrás llevo una historia que me ronda la cabeza, que a veces me abandona y otras veces regresa con fuerza, ímpetu, obligándome casi a dejar lo que estuviera haciendo para empezar a escribir. Siempre termino por desplazarla y cae nuevamente en el olvido. Hace unos días vi una película alucinante, muy bien escrita, dirigida e interpretada que se realizaba en una sola locación. Mi historia perfectamente se puede contar también en una sola locación y desde ya empiezo a martillearme la cabeza con empezar a escribir.
Así que desde hoy 2 de octubre hasta el 30 de diciembre, me propongo escribir el guión de esa historia. Tengo varios apuntes, un esbozo de la estructura narrativa, perfil de los personajes principales. Ayer sábado 1 me puse a ordenar un poco todos los apuntes dispersos en un solo documento y en esto como siempre me está ayudando un montón utilizar el Scrivener, software maravilloso que me permite visualizar todo en un documento master.
No sé si será un proceso ordenado ni agradable, veré cómo respondo o cómo me siento ante la incertidumbre pero ponerme nuevamente frente a la página blanco, con personajes que esperan mis directrices. No será un guión perfecto como no lo es ninguno en el primer borrador pero lo importante es sacarlo, dejar que me martillee la cabeza y que al menos descanse agotado sobre el papel. En lo posible iré documentando desde acá los avances que vaya teniendo sobre el guión, para que me sirve como una bitácora del proceso mismo.
Y que sea lo que tenga ser, como decía un personaje en un corto que escribí años atrás.