Repensando el formato

El final de año me ha agarrado replanteándome ciertas cosas. He realizado un proyecto sobre la importancia de la memoria, entendiendo ésta como parte esencial para la construcción del hombre en tiempo y espacio. El proyecto está enfocado básicamente para teatro pero durante el proceso, me obligué a rememorar mi pasado, desde mi infancia hasta ahora. No fue tan caótico como me lo imaginaba, pero me hizo caer en la cuenta de que siempre fui un apasionado por el registro, por congelar momentos ‘memorables’ pensando en un futuro que luego me permitiría evocar ese presente como pasado (Mezcla de tres tiempos). Mucha carga para un niño de escuela. Obvio que en ese momento no era consciente pero había algo que me impulsaba a registrar con cámara, grabando en el Betamax, luego en el VHS, después en DVD, luego con la videograbadora, el Blackberry y demás. Los formatos han ido mutando pero la obsesión es la misma: La preservación de la memoria.
Es un tema que me apasiona y que al investigarlo académicamente, me he topado con grandes pensadores que estudian este tema. Alrededor del mundo hay innumerables proyectos para salvar la memoria ya sea en forma de tradiciones orales, audiovisual, heráldica, entre otras. Creo que en el campo del arte también lo intento cuando ‘reciclo’ historias y personajes.

Días atrás me topé con una fotografía que llamó mi atención. Un pequeño texto escrito en máquina de escribir. Me agradó tanto su contenido como la tipografía que daba forma a ese texto. Hubo algo particular en ese momento que me hizo volver mi mirada a la herramienta (la máquina de escribir). En alguna etapa de mi vida, entre los 14 y 15 años, por libre voluntad decidí no escribir en computadora y sí en máquina de escribir. Llegué a escribir cuentos enteros ahí. La verdad hay una sensación tan placentera en el hundir las toscas teclas y el sonido vibrante que produce al golpear el papel, que quiero volver a ‘rememorar’ ese deleite. No echaré a un lado la compu. Ese teclado también tiene su placer. Pero sí quiero ver qué me produce entrar en contacto nuevamente con la máquina de escribir. Antes que nada debo buscarla primero y ver si la tinta aun está buena. Espero que sí.

Foto: Sabine Menedotti Costa

Me gusta el reciclaje…

…En el arte en general, pero básicamente en la escritura que es de donde luego surge el cine, el teatro, la literatura.

Me gusta reciclar personajes. Tomarlos prestados de otros ‘colegas’ para darles un nuevo giro, moldearlos a mi mirada, hacerlos recorrer por lugares en los que el colega no pudo o no quiso pensar. Cambiar sus decisiones, angustiarlos un poco, brindarles la oportunidad de experimentar a partir de su elixir de vida.

Me gusta reciclar expresiones, frases dichas por personas con las que convivo de una forma u otra. Desde las que podría decir mi padre en un momento de sabia elocuencia o mi abuela con su humor disparatado, hasta aquellas dichas por las recepcionistas de los lugares donde trabajo. Todas aquellas frases, palabras sueltas, de diferentes seres se mezclan, se licúan y dan origen a los diálogos sufridos, alegres o mortíferos de los personajes que pueblan mis líneas.

Me gusta reciclar historias. Estoy atento a aquello que me cuentan, la historia familiar de un amigo o amiga que si bien se ha vuelto casi un mito por las diferentes versiones que tiene, posee una esencia, una dramaturgia popular que es tierra fértil para los caminos que recorrerán los personas.

Escucho con atención la historia del mensajero que debe arriesgarse en lugares peligrosos por el nombre de la empresa, del compañero de trabajo que discutió con su esposa, de la novia que rompe por enésima con su novio, del amigo que está emprendiendo una nueva vida lejos de Ecuador, de los problemas de la amiga que ha dejado a su novia de años por emprender un romance con una mujer de provincia. Escucho, me alimento cada día de historias. Algunas no ‘me tocan’, pasan por el tamiz y se quedan en la nada. Pero en un momento aparece alguna menos elaborada, menos ‘interesante’. Entonces la escribo en mi viejo cuaderno de notas esperando por el momento en que los personajes reclamen espacios, situaciones, frases para empezar a moverse libremente por el papel o en este caso en la blanca pantalla del ordenador.

Sí, me gusta reciclar. Confieso que me gustan los remakes como propuesta de rearmar, de repensar lo ya escrito y vivido. Me gustan los covers, cuando un artista agarra una canción de otro artista y hace una versión a la altura. En contrapartida, me enoja mucho cuando el remake es una vil copia, cuando no pasa por el proceso de reciclaje, cuando no se contextualiza o cuando se ‘manosea’ su valor.

Reciclar es todo un arte dentro del arte.