Cássia Kiss es de esas actrices brasileñas que se maximiza con cada personaje que hace. Es una gran maestra del matiz, del microgesto, sabe jugar con su rostro, humedeciendo sus ojos, juntando sus labios, usando sus arrugas como marcas de tristeza o de sabiduría según fuera el caso (o ambos casos).
Ahora la veo en Os dias eram assim, una miniserie de Globo en la que interpreta a Vera, la madre de dos chicos que se ven envueltos en problemas con el gobierno militar de los años 70 en Brasil. Un personaje duro que en cada escena refleja la angustia contenida de una madre preocupada y que además, dadas las condiciones de persecución de los años de plomo, debe «fingir» ante el mundo que no pasa nada, que todo está bien. Cássia Kiss deslumbra con su interpretación, su voz arrastra esa callosidad del cansancio, de la impunidad que estaba ya instalada en Brasil desde el 64. Verla en escena duele, estremece y ahí entre estos encuadres que seleccioné, están las miles de madres que perdieron a sus hijos en centros clandestinos, en campos de tortura. La cámara se cierra hacia esa mirada sin brújula mientras ella intenta tocar un piano sordo, en el que busca calmar la agonía de la espera por noticias de sus hijos. Una melodía tenue acompaña la escena hasta el final cuando su rostro cambia a un aire inquisitivo. Como si un reflejo de duda (de más incertidumbre) le apresara el cuerpo. ¿Se preguntaría por ella, por sus hijos, por su país?
La escena se corta y Vera queda atrapada en su melancolía