Saudade de Domingo #16: ¡Feliz cumple, Françoise!

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Hoy está de cumpleaños una de las cantantes pop más reconocidas de la música francesa. Con 72 años, es difícil pretender resumir toda la carrera de Françoise Hardy en unas breves líneas. Desde 1962 cuando salió su primer éxito Tous les garçons et les filles, no paró más de trabajar, seduciendo al mundo con su voz dulzona, de letras melancólicas y de belleza serena. No tenía las curvas de Brigitte Bardot que ponían a toda Francia de rodillas. Era más bien de un tipo andrógino, como ella misma ha mencionado en varias ocasiones. Con su estilo enmarcado a la época de la onda ye-yé, conquistó a Bob Dylan, Mick Jagger, David Bowie, Eric Clapton, entre otros. Se declaraban fanáticos de sus canciones que ella misma componía.  Su explosión musical llegó a tal punto que Woody Allen en 1965, la invitó a grabar una breve participación especial en su película What’s New Pussycat. También el diseñador Paco Rabanne caería bajo su magia y la convocó para que junto con otras celebridades francesas, modelaran una colección inspirada en el futurismo. Es que Françoise Hardy con su estilo susurrado y de apariencia ingenua, no era solo una cara linda. Siempre buscó reinventarse como artista y fue así como se posicionó como una de las cantantes francesas con mayor proyección internacional gracias a Comment te dire adieu y Ma jeunesse fout le campe (1968), La question (1971), Message Personnel (1973), Quelqu’un qui s’en va (1982), Décalage (1988). Ha cantado varios de sus éxitos en inglés, alemán e italiano. En el 2006 fue condecorada con la Gran Medalla de la canción francesa y ese mismo año cantó con Julio Iglesias y Alain Delon en su álbum Parenthèses.

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Desde hace diez años lucha contra un cáncer en el sistema linfático y una fuerte recaída la tuvo en coma durante tres semanas en marzo del 2015. La francesa también ha hecho escuchar su voz a través de dos libros: La desesperanza del mono y otras bagatelas (2008) y Opiniones no autorizadas (2015). En este último habla de forma descarnada sobre el aborto, la eutanasia, el sistema político francés actual, la vejez. Sabe que su pensamiento puede llegar a incomodar, que hay quienes no entienden por ejemplo su relación de amor con 032-francoise-hardy-and-jacques-dutronc-theredlist.jpegJacques Dutronc con quien estuvo casada desde 1981 y que pese a estar ya legalmente divorciados, asegura que él siempre será el amor de su vida. Quizás tampoco puedan muchos entender su claro fastidio hacia la izquierda a la que cataloga de creerse dueña de la verdad. La vejez, confiesa, le resulta un proceso humillante y doloroso, sobre todo porque limita su capacidad de movimiento en determinados momentos. Sin embargo Françoise continúa estando entera, exhibiendo su gracia y belleza a la tercera edad. Se rehúsa a teñirse el pelo, acepta las marcas de sus arrugas y aunque su voz ha ido cambiando ligeramente por el paso de los años, sigue cantándole al amor, sigue siendo en sus melodías la chica yé-yé romántica y melancólica de los 60 que marcó a toda una generación. Envejecer duele pero a sus 72 años goza de la admiración y el respeto de sus pares, de las generaciones posteriores y su voz seguirá viva en aquel o aquella que sienta conexión con la poesía que ha sabido plasmar en música.

¡Salud, Françoise!

Peli de Sábado por la noche #6: Melancolía (2011)

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No es una película reciente pero se convertirá sin duda en un clásico dentro de las próximas décadas. Y no lo será por efectos especiales, ni por tener una trama llena de giros dramáticos, sino por la armonía que se logra en música, fotografía, guión, arte y montaje para contar una historia de ciencia ficción al estilo del siempre polémico Lars Von Trier. Melancolía fiel al universo del cineasta danés, está llena de personajes reflexivos, escenas cargadas con tiempos dilatados, diálogos precisos y una excepcional fotografía.

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Melancolía abre con la fiesta de matrimonio de Justine (Kirsten Dunst) y Michael (Alexander Skarsgård) que organizada bajo precisión geométrica por su hermana Claire (Charlotte Gainsbourg). Con el correr de la trama, nos vamos dando cuenta que la pareja perfecta que parecían ser al inicio, empieza a mostrar sus bemoles, sobre todo por Justin. Durante la fiesta, que ocupará casi la mitad de la película y lleva por nombre Justine, merece mención especial Charlotte Rampling, quien interpreta a la madre de Justine y Claire. La actriz inglesa es  dueña de una gran escena en la que ironiza delante de todos los invitados, la importancia del amor y el matrimonio. Con su sobriedad característica a la hora de encarar un personaje, Rampling es capaz de decir las frases más atroces con una suavidad que termina por estremecer.

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La segunda parte denominada Claire, se centra en la visita de Justine a casa de su hermana mientras se acerca la venida del planeta Melancolía que tendría que impactar a la Tierra en los siguientes días. En esta parte vemos cómo el rol aparentemente fuerte de Claire empieza a desplomarse ante la llegada inexorable de Melancolía y cómo Justine asume el rol de hermana más fuerte.

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Uno de los momentos más hermosos de la película es la secuencia a modo de prólogo con el que se abre la cinta. Orquestada con el preludio de la ópera Tristán e Isolda, Von Trier va mostrando momentos claves de la película con una maestría en fotografía, que convierte a esta secuencia como una de las más hermosas de los últimos años.

Una película que vale la pena ver no sólo una vez sino varias veces, pues Von Trier coloca un sinnúmero de elementos claves en la trama que servirán para entender el universo narrativo que plantea en esta película. Como un buen libro o un buen vino, Melancolía  se disfruta mejor con el paso del tiempo y con el mayor número de visualizaciones posibles.

 

 

Saudade de domingo #15: Novela a la vista

Cada año suelo fijarme metas. Que no las cumpla todas también suele pasarme cuando hago el repaso rápido al final del año. Una de esas en el 2015, fue escribir una novela de cero que recogiera ciertas vivencias mías de los últimos tres años. La empecé, la avancé pero todavía hay un trayecto por recorrer para terminarla. Son ya siete meses de trabajo en los que me he sumergido nuevamente en las calles de Buenos Aires, en sus bares, en charlas de vino y café que tuvieron otro derrotero en las páginas que escribo.

Aunque la novela surgió como un proyecto casi autobiográfico, las primeras semanas se encargaron de mostrarme que el calco de mis vivencias no era lo que esa historia necesitaba. Esa novela embrionaria precisaba de más aciertos, más fracasos, más calle y por supuesto, más tiempo de distancia entre todo lo vivido en Argentina y lo que vivo actualmente en Guayaquil. Como resultado tengo entre manos una novela que no sabría bien cómo definirla en este momento que me encuentro más a o menos a mitad de camino. No se casa con ningún género específico y la influencia cinematográfica y musical son indiscutibles. Concibo esta novela con una mirada desde el cine europeo, de personajes latinoamericanos con ritmos sureños y tropicales. Es todavía prematuro hablar de certezas, pero me gusta el trayecto que van marcando los personajes en el compás dictado por la misma historia. Tiendo a enamorarme de determinadas situaciones o personajes que ya tienen un tiempo de caducidad y me debato entre darles una segunda oportunidad o cumplir con el esquema planteado. En esos momentos dejo que sea el corazón quien indique qué hacer. Ya luego vendrá una etapa de corrección, de reescritura que afinará las locuras sanguíneas. Por ahora me dejo llevar principalmente por una pulsión que me indica seguir, seguir, seguir.

Sin embargo no todo fluye siempre como me gustaría. Hay días que escribo de manera automática, en un intento desesperado por cumplir con todos los acontecimientos planeados en una escaleta, que además se ha ido modificando con el paso de los meses. Hay otros días en cambio que estoy tan sumergido en la escritura que al igual que el David Bourne de Hemingway en El Jardín del Edén, me cuesta lidiar luego con el “mundo real”. Mientras camino, veo una película o incluso dando una clase, me asalta algún pensamiento sobre la novela o pesco alguna frase que me parece que se ajusta con la escena que debo escribir. Para esos momentos ya suelo estar preparado con una libreta a la mano para no dejar escapar ese “pez dorado” del que habla David Lynch al referirse a atrapar las ideas. A veces sirve, otras veces funciona mejor para otros proyectos, pero el asunto es estar conectado el mayor tiempo posible. Es un desafío, por supuesto.

No sé todavía en qué decantará la novela finalmente, por el momento me gusta tener el deseo y la obligación de escribirla, de diseñar las escenas, de elegir los verbos apropiados para conducir la narración. Puede que en los próximos meses la termine y la condene en un cajón para siempre, la reestructure para otro formato o se cambien sustancialmente ciertos momentos de la trama. Será el mismo universo narrativo quien decida y me imponga el cumplimiento de las leyes que yo mismo le he creado.

Peli de sábado por la noche #5: Sylvia (2003)

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No soy muy dado a los films biográficos pero la película de esta ocasión resulta una grata excepción. Basada en la vida de la poetisa americana Sylvia Plath, esta película hace un abordaje interesante, alejado del juicio hacia las acciones a veces erráticas de su personaje-protagonista. La directora neozelandesa Christine Jeffs juega con la gama del ámbar para mostrarnos la poesía de Plath en medio de los vaivenes propios de su inestabilidad emocional.

La película arranca en 1956, durante el año en que Sylvia (Gwyneth Paltrow) se encuentra en Inglaterra por una beca Fullbright. Es acá donde conoce al que luego sería su esposo, el poeta Ted Hughes (Daniel Craig) con quien finalmente termina casándose y trasladándose a Estados Unidos.

134272_originalGwyneth Paltrow construye una Sylvia sobria y desbordada en los momentos álgidos de la historia turbulenta con Ted. Su actuación bien cuidada no cae en la caricatura de lo que debería ser una artista, sino que por el contrario logra balancear sus frustraciones como poetisa y su rol de mujer en los años 50 y 60. Con el recorrido de la trama, vemos a una Sylvia cada vez más nerviosa e insegura, lo que anticipa el final trágico que ya todos conocemos sobre Plath.

Una película que a pesar de tener varios años, vale la pena ver para quienes  desean adentrarse en la poética de Plath o simplemente para ver otro trabajo impecable de Gwyneth Paltrow.