No quiero tus migajas, ni el cansancio de tus caminos fallidos. Ya lo viví, lo digerí, lo escupí y me propuse mil veces no volver a caer.
Quiero otros labios que me seduzcan, otra piel que me erice y una página en blanco para escribir alguna historia.
Duró tan poco nuestra página, como los escasos renglones de una A5. Fue un tiempo fugaz que quisimos estirar, tratando de encontrar un sabor a aquella esencia jugosa que se extinguió en los últimos abrazos.
Hoy no volviste a escribir. Se te olvidó, me dijiste. Tu ausencia sólo precipitó el final de la partida. Nos perdimos, no ganamos. Había que salir sin demora para no provocar algún final lacrimógeno. Te escribí unas cuantas líneas porque sabes que me expreso mejor enterrando la tinta en el papel.
No sé la impresión que te causaron mis palabras porque te bloqueé de todas las redes posibles. No quedó nada de ti, nada de nosotros. Te convertiste en un sueño extraño que pudo haber sido real. Me devoré tus migajas, tus frases dulzonas extraídas de películas melodramáticas y con un aire de recuerdo sentencié el final de esta historia no nacida.
Espero olvidar tu registro.
Conmovedor, me encantó.
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