Subirme al escenario me despoja de muchas certezas y me pone en cuerda floja. No es que sea masoquista pero la sensación que produce vivir un personaje, el cambio en el paso del tiempo, la marcación de los movimientos me enamoran desde el proceso de ensayos. Tiene varios puntos en común con el proceso de escritura. Hay que pensar bien en las líneas que se dicen, encontrarles la intención adecuada, zambullirse en la estructura de la obra, discutir sobre los grandes temas que se tocan y cómo eso impacta en el género que se está trabajando. Pero a diferencia de la escritura, la herramienta principal en la actuación, es el cuerpo. Es una obviedad decir esto, pero trabajar el cuerpo para la escena es imprescindible. Hacerte consciente del peso de las piernas, el movimiento áreos de los brazos, de las manos, de conocer las capacidades vocales y sobre todo, estar atento cómo te dejas afectar por el Otro en escena.
Con todas estas ideas rondando en mi cabeza y con muchas ganas de volver al escenario, apareció Los que se quedan, una obra que será estrenada en el festival en homenaje al dramaturgo guayaquileño José Martínez Queirolo a fines de este mes. El proceso de ensayo empezó hace dos semanas y aunque por las múltiples ocupaciones de los involucrados no hemos tenido muchas sesiones de trabajo, a nivel personal me está dando un aprendizaje enorme. Si bien hice teatro durante mis años universitarios y el año pasado estrené mi monólogo Pa et Blunk, este nuevo proceso de personaje donde tengo que trabajar con varios actores en escena, me ha hecho comprender mucho sobre la importancia del trabajo en equipo. Tengo la suerte de trabajar en escena con gente a la que aprecio y contar con la dirección de Marina Salvarezza, amiga entrañable que ha confiado en mí para el papel principal. Curiosamente hace muchos años participé de uno de los montajes que hizo Marina de esta obra con un papel pequeño. Mi comprensión del texto en ese momento era otro y ahora tengo la sensación de que son dos obras diferentes. Claramente cambié yo a lo largo de los años y sobre todo cambié mi forma de aproximarme al teatro. He podido ver en todo este tiempo muchas obras, ver muchos procesos de ensayos, trabajar como asistente de dirección, escribir obras, tener grandes amigos dentro de la escena teatral. Todo ese cúmulo de experiencias se ponen en juego ahora, en pleno proceso de ensayos de esta obra que me tiene en un vaivén constante.
Vivir la escena es un riesgo permanente en el que hay que saber jugar, saber cuándo moverse y saber esperar. En el mismo proceso hay fichas que van cayendo de a poco, a medida que se va entrando en el universo de la obra. Lo importante es no desesperarse y sí estar atento a lo que pueda pasar. Parafraseando a David Lynch sería intentar como atrapar al pez dorado.
Y así estoy, repasando el texto mentalmente mientras hago otras actividades, pensando en lo que moviliza a mi personaje, practicando diferentes formas de intención, sin certezas, apenas haciendo ejercicios, a prueba y error.