Nada más triste que un escenario sin personajes, como una biblioteca vacía, un jardín sin flores… Los escenarios resultan ser sólo una representación, un medio que permite la perpetuación de un personaje. ¿Y cuándo éste se va? El escenario deviene una suerte de caja vacía en la que aun se pueden encontrar vestigios de lo que alguna vez albergó.

Así me he sentido hoy al ver un aula vacía, que hasta hace poco estuvo abarrotada de jóvenes inquietos que se debaten entre sus obligaciones estudiantiles y sus verdaderas aspiraciones de vida. Hoy también vi una oficina, en la que ya no estaba su protagonista. Una semana atrás ese escenario rebosaba de vida con la fuerte presencia de su personaje principal y de toda su utilería. Ahora ya no queda nada de eso… Sólo una caja vacía, mustia, plúmbica, con un sabor salobre…
Son escenarios que no albergan más que recuerdos de lo que alguna vez fueron… Es así como se van llenando de energías y su existencia se limita a las evocaciones de quien se sumerge en ellos con intención o por accidente.
Lo reconozco, amo los escenarios, pero le temo a la soledad a la que inexorablemente está condenados cuando sus personajes hacen mutis y deciden que la función debe terminar.