Me ha tomado algún tiempo digerir el fin de la tesis, pero como siempre es más fácil acostumbrarse a lo bueno, me siento despejado, feliz, abierto, con la grata sensación de tarea cumplida y finalizada.
El 2014, como ya lo conté acá fue mi año consagrado a la tesis. Es verdad que no trabajé los 365 días en el proyecto -la procastination es grande-, pero en términos generales mis energías estaban concentradas para concluir mi ciclo de maestría el mismo año pasado.

¿Qué aprendí del proceso? Más de lo que hubiera esperado y no exclusivamente en el ámbito académico. Siempre he pensado que los proyectos más allá del fin en sí mismo que poseen, sirven para unir personas, criterios, propiciar encuentros, discusiones y mi tesis no fue la excepción. Mi serie de TV de proyecto de tesis aborda el tema de la grafología y tuve que que asesorarme con expertos. Así llegué a Mabel Cordasco, una grosa en la materia, que me abrió las puertas de su casa para recibirme y trabajar conmigo muchas horas, compartiendo sus conocimientos y su optimismo, en los momentos que yo parecía desmayar. Siempre que salía de su casa, tenía la sensación de haber sido inyectado de energía. Me invadían las ganas de irme a casa corriendo a escribir apuntes para los guiones, para próximos capítulos o incluso para otros proyectos de series. Una vez que la creatividad emerge dispara por cualquier lado. Por ello jamás abandono mis libretas de apuntes que me salvan de perder esos áureos momentos de iluminación.

No voy a extenderme más sobre el proceso del proyecto pues ya hablé sobre eso acá y acá. Prefiero centrarme ahora en mi sensación acerca del final. El domingo previo al lunes de la defensa, me invadía una extraña zozobra. Un miedo natural ante lo que significaba esa presentación y también la alegría de saber que después de eso, todo habría terminado. Como la sensación de precipicio que se siente antes de salir a escena en el teatro y en donde no queda más que confiar en los ensayos, en tus compañeros, en la energía y lanzarse. Con la defensa era igual. Estaba todo listo, preparado. Como me dijo la coordinadora académica de la maestría: «Ningún jurado por más experto que sea, sabe más de tu tema que vos». Una frase dicha mientras tomábamos una copa en el brindis de fin de año en la UCA, que para mí fue como un baño de tranquilidad. Sin duda, nadie sabe ni sabrá el proceso complejo que significó llegar al 22 de diciembre a las 9 am para hacer la defensa de mi tesis. Y me alegra que no lo sepan. Los procesos son íntimos y se comparte lo que se quiere, sobre todo si pensamos que puede servirle a alguien escuchar nuestra experiencia.

Luego de la presentación de la tesis, un almuerzo improvisado en la Costanera con los compañeros de la maestría que continúan en Buenos Aires. Como de costumbre nuestros temas iban desde los profesores del posgrado hasta el análisis narratológico de películas y series. A momentos parecía olvidar lo que había sucedido horas antes. Seguía siendo yo aunque con una extraña sensación de que algo cambió. Era una etapa que se cerraba y tenía la impresión de estar en las últimas páginas del guión, justo después del último giro del tercer acto. Ya no había más qué decir. La tesis terminada, aprobada y yo alistándome para vivir en suspensión los últimos días del 2014.
Aun me siento un poco en suspensión. Sigo trabajando, saliendo con amigos, viendo series, leyendo, releyendo mis guiones, pero el proyecto de tesis dejó un vacío que me alegra sentir. Trato de disfrutar de esa sensación de alivio hasta cuando dure, hasta la llegada de un nuevo ciclo que me sumerja en autopoiesis. Mientras, a transpirar el verano porteño.