Para calmar el hastío y la desidia de la vida diaria, Mateo se había propuesto como tarea moral llenar de vida aquellas hojas de oficina, mustias, tristes, que por un lado son balances, órdenes, palabras vacías y por el otro tienen la libertad y aspiración de convertirse en poesía. Era su obligación como humano, otorgarle a esa naturaleza muerta un poco de vida y color a través de palabras sangrantes de un corazón que ama la retórica y el arte de las palabras utópicas.