Aquella mañana soleada, en la que le tocaría tomar una importante decisión, Luisa se despertó sobresaltada por el repicar
constante de su celular. Aun entre dormida y despierta, atina a contestar fingiendo lo mejor posible su voz de somnolienta. Del otro lado del teléfono le dijeron que se cancelaba su proyecto, al menos hasta nueva orden. Por un momento Luisa se sintió aliviada, pero luego una honda tristeza la embargó a tal punto que todo el sueño pesado que había tenido se esfumó sin que ella pudiera remediarlo. Ahora en la cama, sola, acompañada únicamente por el sutil ruido de su aire acondicionado, Luisa piensa en lo que le tocaría hacer ese día. Intentó hacer una lista rápida en su mente de las actividades de esa jornada, tal como hacía desde que tenía uso de razón. Palideció por unos instantes al darse cuenta que ese día no tenía nada qué hacer… Un profunda depresión de varias semanas con sus días y sus noches la embargó hasta que encontró un último álito de vida para continuar adelante…