Habían pasado muchos años desde la última vez que la vio. Aun la recordaba con la sonrisa grácil de siempre y su mirada infantil que claramente delataba su inexperiencia en la vida. María Clara la conocía desde pequeña y juntas estudiaron el colegio. Fueron cómplices de muchas aventuras. La vida les sonreía a ambas en aquella época. Terminada la secundaria, Helena se fue de la ciudad, buscando nuevos horizontes. María Clara perdió contacto con ella pero el recuerdo de tan buena amiga siempre siguió vivo.
Verla entrar a aquella librería antigua del centro de la ciudad, la dejó turbada. Sabía que era Helena, su amiga de siempre, pero la veía distinta. No sólo físicamente, pues tenía ahora el cabello negro corto, sino en su espíritu. Su voz no era la misma y su mirada reflejaba confusión, agonía. María Clara llegó incluso a percibir maldad en sus ojos, pensamiento que luego desestimó al verla sonreír tan ampliamente. Helena estaba feliz por volverla a ver. Muchas cosas habían pasado en su vida y siempre había necesitado de María Clara.
Mientras conversaban, María Clara creía que estaba otra vez con su amiga del pasado. Que nuevamente estaban en el colegio, haciéndose confidencias casi en susurro para evitar que las escucharan.
María Clara y Helena caminaron juntas por las calles coloniales del centro. El frío vespertino las acompañaba mientras rememoraban las vivencias del colegio. Luego de caminar por buen rato, entraron a una cafetería, donde María Clara volvió a sentirla diferente. Su mirada, otra vez aquella mirada penetrante que amenazaba con descubrir sus más íntimos secretos. A menudo evitaba mirarla a los ojos. Llegó a sentirse incómoda con ella mientras conversaban. Sin embargo, Helena seguía mirándola como si la estudiara. María Clara, no soportando más la incomodidad, inventó una cita que cumplir y se despidió rápidamente de ella. Era la primera vez que sentía tan incómoda con alguien.
El cielo ya había oscurecido cuando María Clara llegó a su departamento. Aliviada, sintiéndose lejos de Helena, su gran amiga del colegio, se echó sobre su cama exhaustada luego de una larga jornada de trabajo y prendió el equipo de sonido. La música la transportaba a otro mundo, donde podía ser cualquier persona, donde podía hacer lo que quisiera ya que al fin y al cabo, sus pensamientos le pertenecían y nunca nadie los conocería.
Más tarde, María Clara fue a tomar un baño. Se quitó su uniforme de trabajo y la ropa interior. Metió la cabeza en la ducha y recorrió el jabón por todo su cuerpo. Lo restregaba por sus piernas, por sus senos, como si quisiera limpiarse el alma. El agua corría por su cuerpo suavemente y María Clara disfrutaba cada segundo de ese baño. Se acariciaba intentando recordar los cariños que hace mucho ya no recibía. Se había conformado con ella misma, con su propia esencia para darse placer. Era totalmente unitaria aunque no por libre voluntad. Según ella no había nadie que la comprendiera. Se creía una mujer demasiado complicada, con muchos problemas para agradarle a alguien. Estaba muy sola dentro de un mundo al que no quería aceptar. Muchas veces pensaba en el gran vacío de su vida, pero trataba de sublimar esos pensamientos con su trabajo, que para ella era la satisfacción más grande. Ahora, ya no tiene que recurrir a su trabajo para olvidar su vida. Basta que recordara a Helena y su cambio de personalidad para que olvide cualquier detalle de su vida actual.
Salió del baño sintiéndose reconfortada. Se vistió con la ropa más ligera que pudo y fue a la cocina preparar algo de comer. Mientras sazonaba, unos ruidos extraños se hicieron presentes. María Clara no hizo caso en un principio, pero ante la insistencia decidió ver de qué se trataba. Caminó por el largo pasillo dejándose llevar hacia el origen del ruido. Su respiración se dificultaba más a medida que los ruidos aumentaban. El corazón a latir fuertemente, tanto que podía escuchar sus propios latidos. Su cuerpo se aproximaba automáticamente aun cuando su mente ya no quería ir a ver de qué se trataban los ruidos. Abrió la puerta de su habitación. Ya no era su cuarto. Era un bosque frío en el que vio a Helena agitaba tratando de ocultarse en un árbol. Al parecer huía de alguien. Poco a poco se fueron aproximando tres hombres de negro, quienes la encontraron rápidamente. Sus risas ensordecedoras paralizaron a María Clara. Helena fue agarrada por aquellos pérfidos hombres. Rompieron su vestido y la violentaron sin importar sus gritos, sus súplicas. El deseo voraz de estos hombres fue mayor a los desgarradores gritos de Helena, quien lloraba de impotencia, sintiendo las manos asquerosas de esos animales por su cuerpo. Maldiciendo su vida, el hecho de ser mujer y no tener la fuerza para enfrentarse a esos hombres, quien la golpeaban e insultaban sin piedad alguna. Helena dejó de luchar, los veía cada vez más borrosos, mientras los escuchaba gemir y venirse dentro de ella. Tuvo que soportar a cada uno de ellos haciendo sus porquerías y verlos caer uno a uno exhaustos luego de un orgasmo impuro, sucio y desgarrador.
María Clara tenía los ojos anegados de lágrimas. Vio a Helena bañada en sangre, golpeada, sucia. Intentó correr pero sus piernas no le respondieron. Intentó gritar, reclamarle a Dios por lo que le había sucedido, pero no pudo. Su garganta estaba destrozada. A los pocos segundos cayó al suelo. Sus ojos azules lívidos miraban al cielo oscuro. Una linda muchacha quedó reducida a una escoria humana.
María Clara cerró la puerta de su cuarto asustada. Se estaba ahogando de la impresión. Salió de su casa rápidamente sin un rumbo fijo. Lo único que atinó a hacer fue regresar al centro de la ciudad. En el fondo esperaba encontrar a Helena.
Pasó con su auto por aquellas lúgubres calles pero no la encontró. Cansada, fue a refrescar su mente al mirador de la ciudad. El silbido del viento era su único acompañante. ¿Habría sido verdad todo lo que vio? ¿Qué mensaje oculto tenía aquello? ¿Habría sido producto de su imaginación esa escena para explicarse el cambio de personalidad de Helena? María Clara tenía tantas interrogantes en su cabeza. Era una frustración más en su vida. No tenía motivos para ser feliz. Nada de lo que hacía le satisfacía y tantas desilusiones en el amor, le habían hecho perder la confianza en el mundo. Como resultado tenía una inmensa soledad. Helena quizás fue una de las pocas personas con las que realmente se sintió bien. Verla transformada le chocó mucho y deseaba saber qué pasó con ella. Mientras pensaba, escuchó los pasos de alguien. Era Helena, la misma de aquella tarde. Tenía un aspecto duro, agresivo. Se acercó a ella. María Clara pudo ver ligeras marcas en sus brazos y en los hombros. Helena con la mirada clavada en sus ojos le dijo que no era la misma, que la Helena del colegio murió la misma noche en que fue violada y que ahora quien vive en ella es Daniela, mujer que está dispuesta a vengar a todos los que lastimaron a Helena. María Clara palideció de miedo. Ahora entendía todo. No estaba alucinando cuando creyó que Helena estaba diferente. En realidad era otra persona. Daniela le dijo que estaba dispuesta a todo y nadie se salvaría de ese apocalipsis que estaba por llegar. María Clara le rogó que se fuera, que olvidara todo. Daniela no se inmutó. Le aseguró que ya la cuenta regresiva había empezado y dependiendo de ciertas cosas ella podría ser su primera víctima.
María Clara salió corriendo del mirador. Se subió a su auto asustada. Mientras conducía, la radio se encendió y escuchó la voz de Helena o mejor dicho, Daniela. Le recordaba que nadie tendría paz a partir de ahora. María Clara angustia le pidió que abandonara el cuerpo de su amiga, que no debía justificar su perfidia por lo sucedido a Helena. Daniela rió escandalosamente y le dijo que nada la detendría.
María Clara regresó a su casa muy asustada. El solo pensar en Helena y Daniela le producía horror. Su vida ahora estaba más complicada. Quería morir. Se metió en la cama rápidamente para poder dormir, pero el sueño no apareció. Dio muchas vueltas, pensando que todo lo que había pasado ese día podía haber sido producto de un sueño, pero lamentablemente no era así y no tenía a nadie para hablar de lo que le sucede.
Al día siguiente, un sol radiante la despertó. María Clara llegó a su trabajo extraña, mirando a todos de manera diferente. También percibió que la observaban con rareza. Atormentada con todo lo sucedido, fue un momento al baño a lavarse la cara. Lo que vio frente al espejo fue lo peor: Tenía el físico de Helena. María Clara estaba ahora atrapada en el cuerpo de Helena Daniela!