Confieso que me costó un poco ver esta película. Tengo cierta resistencia a las películas de espionaje, pero al tercer intento le encontré el gusto a la historia. La cinta, dirigida por Steven Spielberg, con guión de Matt Charman y los hermanos Coen, cuenta la historia del espía Rudolf Abel (Mark Rylance), soviético infiltrado en Estados Unidos que luego de ser detenido es defendido por el abogado James Donovan (Tom Hanks). Aunque al inicio éste se resiste a la idea de defender a un espía, termina por aceptar el desafío y establece empatía con Abel. Luego de que el espía soviético cae en manos del gobierno norteamericano, la Unión Soviética encarcela a Francis Gary Powers (Austin Stowell) un piloto estadounidense. En este momento, a Donovan se le encarga la misión de negociar el intercambio de Abel por Powers, lo que obviamente no será nada fácil.
La película, basada en hechos reales, tiene un inicio un poco lento que se justifica para ir mostrando el universo en el que se desarrollará la historia. Una vez establecidos todos los códigos, lo que sigue es suspenso, un ambiente opresor propio de la Guerra Fría y un Tom Hanks padre de familia, odiado por defender al enemigo, deshonroso papel que bajo el ojo de Spielberg se humaniza. Las escenas entre Tom Hanks y Mark Rylance se llevan los mejores momentos de la película. Entre ellos se entabla una química en donde ya no vemos a dos sujetos de países enemigos sino simplemente personas.
Una película necesaria, excelente opción para un sábado por la noche.