No logro recordar el momento preciso en que nos tornamos amigos, pero sí tengo en detalle la sonrisa amplia que me ofrecías cada vez que nos encontrábamos. ‘Toralito!!!!’, me gritabas a la distancia, lo que a mí siempre me daba un poco de vergüenza, pero viniendo de ti me producía una extraña alegría. Sabía que tu saludo era sincero, espontáneo y creo que había entre nosotros una conexión especial.
Tú lo arrasabas todo, te ibas con todo, decías lo que pensabas sin ponerte restricciones. Era en esa honestidad siempre jocosa, en la que encontraba tu principal fortaleza. Un ser de luz que iluminaba cualquier lugar donde hubiera un rostro compungido.
Nuestro último encuentro fue conmovedor. Fue en marzo del recién acabado año pasado. Un sábado particularmente agrio al ser mi último en Guayaquil y en el que me hallaba desesperanzado. Otra amiga mía había sufrido un aneurisma y apenas si podía recordarme. Me junté con dos amigas en el shopping frente al hospital y mientras conversábamos de cualquier tema, me llamaste para saber dónde estaba. Semanas atrás nos habíamos visto en el estreno del documental de Pepe ‘La Nariz del Diablo’, conversamos, nos tomamos fotos en Diva y prometiste que nos veríamos antes de mi partida. Con tu llamada confirmé que ese encuentro pasaría.
Al cabo de una hora llegaste con Pepe. Estabas en silla de ruedas por una fractura de cadera, de la que empezabas a recuperarte. Me conmovió mucho verlos. Rápidamente te incorporaste a nuestra conversación y pasaste a contarnos los pormenores de la operación de cadera. Siempre con ese tono tan chistoso, con tu ritmo tan vivaz de hablar.
Luego de mi llegada a Buenos Aires, mantuvimos comunicación por mail. De esos correos recuerdo con alegría en el que me felicitabas por mi cumpleaños. Me escribiste un día después, el 8 de abril y me dijiste que éramos los bacanes del zodíaco (Aries). En esos días de otoño que andaba melancólico producto de mi primera soledad en cumpleaños, me sacaste una sonrisa y por supuesto, me sentí más tranquilo.
Los siguientes mails fueron de apoyo, recordándome que debía ser fuerte, que debía estudiar y que Pepe y tú me daban la mayor energía del mundo para que siga adelante con mis estudios y no me dejara vencer por la nostalgia del país lejano.
¿Qué más puedo decir sobre ti? Creo que más nada. Darte más calificativos sería encerrarte en una finitud que ya no tienes más. Ahora eres un ser del universo, que camina hacia la luz y cualquier adjetivo resultaría laxo. Me alegro de haberte tenido cerca y de llamarte con orgullo mi amiga. No te tengo más en este plano material para abrazarte, pero al cerrar los ojos y evocarte estoy seguro que puedo visualizarte sonriendo y llamándome ‘Toralito’ de nuevo, con tu tono tan particular… Y yo seguramente, en mi interior, de alguna manera me sonrojaré, aun cuando no haya nadie para vernos.