Mientras las manecillas del reloj avanzan con su mortífera fribilación, me encuentro en un mar de aguas turbulentas de las que intento separarme. Un eclipse de luna que nunca me abandona, se ha convertido en el infernal compañero de mi viaje tempestuso. Tengo miedo… no sé dónde desembarcaré. No sé si alguna vez llegaré a tierra firme o si seguiré siendo el mismo cuando llegue a la costa. Estoy en medio de un mar furioso y agitado, que paradójicamente me recuerda a la sensación de haber caminado por el borde de un oscuro precipicio en el que la paciencia y la soledad fueron mis mejores aliados. En este viaje actual ahora estoy solo. No tengo a quien recurrir. Cuento nada más que con mis recuerdos y todo el sinfín de héroes, villanos, teatros, cines, otoños, primaveras y bellas ninfas de inviernos que están en el fondo de mi alma fecunda y perturbada. A veces preferiría no tener tanto adentro, preferiría ser uno más, un ser común, vivir un día a día normal y librarme así de los innumerables seres que dependen de mí. Por ellos me encuentro en esta lucha en altamar y será únicamente por ellos que llegue a tierra firme, en donde podré dejarlos escapar a través de la paciencia infinita del papel en el que podrán desplegarse una y otra vez en mil y un formas diferentes.
He despertado ahora de este letárgico sueño. Estoy rodeado de libros y documentos escritos y vueltos a escribir. Mi única meta es terminar la obra, concluirla y hacerme feliz a mí mismo y a los otros que de ella dependen. No es fácil. La meta está todavía lejana. Aun no logro lidiar con los cambios anímicos que me está dando la obra. He descubierto una nueva persona dentro de mí, otro ser humano maravilloso, pero del que tengo recelo, justamente porque no lo conozco bien. Cada minuto de esta nueva etapa es todo un descubrimiento para mí. La homeostasis de mi espíritu se ha quedado inhibida y entonces cualquier fuerza entrópica puede sacudirme. Paso de la risa al llanto en cuestión de minutos. Ahora soy rey y en un cuarto de hora puedo ser el más desdichado de los mendigos anímicos. He perdido parcialmente el control de mis actos, ese otro está robando mis vicios y virtudes. Eventualmente no sé dónde me encuentro o qué es lo que realmente me motiva a continuar con la obra. Se ha convertido en una obsesión o puede seguir llamándose pasión??? No lo sé, mi otro yo quizás pueda responderlo… Quién será ese otro yo? Será aquel que recién descubro o ese otro yo, es aquel que siempre creí ser? La obra ha perturbado mi mente, pero al mismo tiempo me ha dotado de más libertad para decidir y para pensar. He podido conocer nuevos universos, mirar más allá de mi habitación invernal en la que me guarezco durante días soleados. Lo único que espero es poder adaptarme. Que la autopoiesis pase y que su huracán no me deje estragos graves. Quiero vivir, voy a vivir, realizaré mi obra. Tengo una bomba entre mis manos y sólo espero el momento propicio para detonarla. No asesinará a nadie físicamente, pero sí removerá los escondrijos del alma humana. Ese es un universo que aun queda por descubrir… Quizás la única ventaja que posea frente a los demás sea ésta: Yo me estoy cuestionando como artista, como ser humano, como hijo, como hermano, como futuro padre, como amigo, como jefe, como socio. La autopoiesis parece que me está acabando, pero en realidad lo que hace es purificarme para nuevos tiempos. Se trata de un reciclaje natural-intrínseco, en el que desaparecerá lo que ya no sirve y lo útil será magnificado. Sólo el tiempo podrá decir cuáles serán los resultados de ese cambio no programado, pero sí esperado desde hace cuarenta y ocho meses atrás.
He despertado ahora de este letárgico sueño. Estoy rodeado de libros y documentos escritos y vueltos a escribir. Mi única meta es terminar la obra, concluirla y hacerme feliz a mí mismo y a los otros que de ella dependen. No es fácil. La meta está todavía lejana. Aun no logro lidiar con los cambios anímicos que me está dando la obra. He descubierto una nueva persona dentro de mí, otro ser humano maravilloso, pero del que tengo recelo, justamente porque no lo conozco bien. Cada minuto de esta nueva etapa es todo un descubrimiento para mí. La homeostasis de mi espíritu se ha quedado inhibida y entonces cualquier fuerza entrópica puede sacudirme. Paso de la risa al llanto en cuestión de minutos. Ahora soy rey y en un cuarto de hora puedo ser el más desdichado de los mendigos anímicos. He perdido parcialmente el control de mis actos, ese otro está robando mis vicios y virtudes. Eventualmente no sé dónde me encuentro o qué es lo que realmente me motiva a continuar con la obra. Se ha convertido en una obsesión o puede seguir llamándose pasión??? No lo sé, mi otro yo quizás pueda responderlo… Quién será ese otro yo? Será aquel que recién descubro o ese otro yo, es aquel que siempre creí ser? La obra ha perturbado mi mente, pero al mismo tiempo me ha dotado de más libertad para decidir y para pensar. He podido conocer nuevos universos, mirar más allá de mi habitación invernal en la que me guarezco durante días soleados. Lo único que espero es poder adaptarme. Que la autopoiesis pase y que su huracán no me deje estragos graves. Quiero vivir, voy a vivir, realizaré mi obra. Tengo una bomba entre mis manos y sólo espero el momento propicio para detonarla. No asesinará a nadie físicamente, pero sí removerá los escondrijos del alma humana. Ese es un universo que aun queda por descubrir… Quizás la única ventaja que posea frente a los demás sea ésta: Yo me estoy cuestionando como artista, como ser humano, como hijo, como hermano, como futuro padre, como amigo, como jefe, como socio. La autopoiesis parece que me está acabando, pero en realidad lo que hace es purificarme para nuevos tiempos. Se trata de un reciclaje natural-intrínseco, en el que desaparecerá lo que ya no sirve y lo útil será magnificado. Sólo el tiempo podrá decir cuáles serán los resultados de ese cambio no programado, pero sí esperado desde hace cuarenta y ocho meses atrás.