Soledad se siente traicionada y no soporta el sabor amargo de la despedida. Quisiera poder gritar, decir lo que tiene por dentro pero su culpa sin culpa se lo impide. Cada promesa de amor dada le carcome el alma y ya no existen para ella las lágrimas. Las ha llorado todas que ahora sólo le queda reír y es así como la ven todos: Sonriente.
Soledad sigue su vida. Se conforma con ser espectadora de un escenario que no le pertenece. Está aprendiendo a convivir con el dolor de la ausencia de quien bien no la quiso. Le entregó su alma y fue malherida. Lastimó su esencia es cierto, pero no la destruyó.
Soledad es fuerte y se revitaliza con la charla amena de sus amigos, que la hacen olvidar, a momentos, del triste pero a la vez feliz pasado vivido.